No todos son iguales

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David Acera
David Acera
Narrador oral y activista

Gobernar una institución pública en este país puede ser la tarea más fácil del mundo o uno de los retos más portentosos a los que una persona se pueda enfrentar. Todo depende de la actitud que tomes una vez ganadas las elecciones. Los hay que apuestan pragmáticamente por el mantra de los economistas liberales adaptado a todos los órdenes de la vida: el famoso laissez faire, laissez passer (dejar hacer, dejar pasar), que todo siga fluyendo de la misma manera. Es esta una práctica muy extendida entre los representantes institucionales que se reclaman de la “derecha” pero también en buena parte de los que se autoubican en el campo de la “izquierda”. Estos últimos, en no pocas ocasiones, se presentan como la alternativa a la situación existente pero a su llegada únicamente se dedican a realizar cambios cosméticos para que “todo cambie y todo siga como está”. Es esta una fórmula muy socorrida que permite en ocasiones nadar y guardar la ropa y no enfrentarte a los que no necesitan presentarse a unas elecciones para mandar en nuestro país, y en nuestra ciudad. Esta no fue, desde luego, la elección de Rubén Rosón ni de muchos de sus compañeros en el anterior gobierno de Oviedo. Y eso no sale gratis. No en nuestro país.

hubo que soportar ataques personales que atentaban directamente al honor y a la dignidad de las personas

No sólo hubo que soportar continuos, feroces e inusitados ataques a las políticas puestas en marcha por el anterior ejecutivo local (aún recuerdo una campaña en la que multiplicar por 3 el dinero disponible para las becas de alimentación y estudio de los niños y niñas del concejo era considerado como una mala práxis que únicamente servía para “estigmatizar” a las miles de familias que las disfrutaban), sino que también hubo que soportar ataques personales que atentaban directamente al honor y a la dignidad de las personas: desde calificar la boda de dos compañeros de gobierno de Rosón de evento “grouchomarxista”, a mentir señalando como “corruptos” a distintos miembros del Gobierno Municipal, con especial predilección sobre el joven médico del que les hablo. Ayer me enteré de una nueva absolución de Ruben Rosón de un delito que no había cometido. Volvemos a confirmar (y ya van 3 juicios ganados) que Rosón es inocente y, de ser culpable de algo, únicamente lo fue de no haber cejado en su afán de aplicar el programa electoral con el que había concurrido a las elecciones: poner el dinero público a trabajar en nuevos servicios para la ciudadanía, empleo público o recursos para las vecinas y vecinos que lo estaban pasando peor, huyendo de las grandes y oscuras operaciones de mandatos anteriores que solían acabar con los recursos públicos en unos pocos bolsillos amigos mientras dejaban en la ciudad equipamientos privatizados y ruinosos como el Palacio de Calatrava.

Gobernar una institución pública en este país puede ser la tarea más fácil del mundo o uno de los retos más portentosos a los que una persona se pueda enfrentar

Tuve el orgullo de servir unos años a la ciudadanía en el Ayuntamiento de Oviedo durante el pasado mandato municipal. Lo hice en la misma trinchera que Rubén y que un aguerrido grupo de compañeros y compañeras que constituyeron un complicado pero feliz paréntesis entre la mayoría de los gobiernos ovetenses que siempre habían concebido la cosa pública como un cortijo particular y privado. Ahora, gozosamente reincorporado a mi quehacer profesional, recomendaría a cualquier ciudadano o ciudadana a que dedicasen algún momento de sus vidas a estos asuntos de la “cosa pública”. Se aprende mucho de cómo funcionan de verdad las cosas, de quienes son los que mandan sin necesidad de zarandajas democráticas, de cómo, en no pocas ocasiones, los titulares (gracias Nortes) no están pensados para informar sino para influir en nuestras opiniones. Permite estudiar cómo funcionan los mecanismos que hacen posible torcer la realidad para que personas inocentes y trabajadoras, cómo Rubén y muchos de sus compañeros y compañeras en el gobierno, puedan  aparecer a ojos de parte de la opinión pública como peligrosos delincuentes. Vivir en el ambiente, en ocasiones irrespirable, de instituciones como el Ayuntamiento de Oviedo sirve para darse cuenta de que no, no todos son iguales.

Psd.: Hoy he querido telefonear a Rubén pero lo he pillado en urgencias, trabajando con los pacientes críticos en la primera línea de contención de esta pandemia que a todos nos tiene preocupados. Así que se lo diré por aquí: enhorabuena y a seguir con el Servicio Público, doctor.

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