El pasado Martes a las 5:31 de la mañana, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel anunciaba mediante un escueto tweet que los Veintisiete cerraban tras cinco días de intensas negociaciones el deal (acuerdo) sobre el fondo de recuperación europeo tras la pandemia del COVID-19. Extraños tiempos de comunicación en los que cuatro letras: deal, sirven para que un peso pesado de la política europea cierre un episodio que ya forma parte de la historia comunitaria.

El Acuerdo en sí, es un proceso agridulce. Demasiada letra pequeña en una propuesta que nacía con demasiadas expectativas tras la ola de solidaridad durante la pandemia, que Holanda, Suecia o Austria se han encargado de enrocar hasta la extenuación. Mucho se ha escrito estos días sobre las diferentes posiciones, por lo que poco se puede aportar a ese respecto. La propuesta sufre un cambio importante al rebajar el espectro entre trasferencias/préstamos de un 66-33% inicial a un 52-48% final que sabe a victoria pírrica.

Vuelven los “rebates”, invento fiscal que persiste y reducirá en casi 53.000 millones los próximos 7 años la aportación de los países del Norte que aportan importantes cantidades al presupuesto europeo. Se frena en seco la propuesta de vincular las ayudas europeas al respeto al Estado de Derecho que amenazaba al eje del Visegrado (Polonia, Hungría, Eslovaquia, etc..) e incorpora un extraño mecanismo de superfreno para que cualquier Estado pueda cuestionar los planes de reformas nacionales.
Lo cierto es que la condicionalidad de las ayudas sigue presente, aunque más atenuada, fruto de la situación extraordinaria de enfrentarse a la primera pandemia mundial, pero acechando a una agenda de reformismo progresista como la que el gobierno español puede desarrollar. No hay que olvidar que el gobierno de coalición PSOE-UP es el único de los veintisiete europeos donde la izquierda a la izquierda de los socialdemócratas está presente y aunque de manera muy tímida puede influir en la realpolitik.

Por otro lado será la primera vez que la Comisión Europea emita deuda a esos niveles con respaldo del presupuesto europeo o que se incluyan nuevos impuestos, a las plataformas digitales, al carbono y los plásticos de un solo uso, pero olvidando otros como el de una tasa extraordinaria al patrimonio y a las transacciones financieras.
El acuerdo abre la puerta a incertidumbres de calado para Asturias. El Fondo de Transición Justa, que afecta a nuestra región de manera directa, se ve recortado en 20.000 millones de euros, reduciendo su cuantía un 66%, quedando finalmente en 10.000 millones y después de que el lobby gasista haya ganado su apuesta frente a la Izquierda Unitaria Europea y Verdes que apostaban por sacar a este sector de las ayudas del Fondo.

Cuestiones especialmente peligrosas por ejemplo para nuestro tejido industrial, que sigue con la espada de Damocles encima de las tasas al carbono, la tarifa eléctrica y la política exportadora de países emergentes como Turquía, la India, Arabia Saudí o el gigante Chino. Y sin que Asturias tenga aún proyectos candidatos a este Fondo de Transición que garanticen una importante dotación de recursos para zonas que han visto su patrimonio industrial ampliamente afectado.
El presupuesto de Desarrollo Rural que se había planteado en 14.000 millones de euros, sufre un recorte del 50% y con ello a buen seguro una reducción generalizada en los importantes fondos europeos que recibe Asturias en este ámbito. El programa de inversión comunitaria y elementos como la PAC van a verse ampliamente reducidos, con lo que las consecuencias en Asturias no tardarán de verse.

El principal problema es que en un momento donde las bases europeas herederas de la propia estructura franco-alemana están en crisis, donde los consensos generados por las políticas de austeridad comienzan a resquebrajarse y una posible propuesta anti-stablishment podría cuajar, los dirigentes que debían liderar ese proceso viven un idilio euroconformista cuando no en un infantil europeísmo que en términos políticos es nefasto. 1458 kilómetros, la distancia que Google Maps dice que hay desde un punto central elegido por el popular buscador para marcar Asturias y la sede de la todopoderosa Comisión Europea, que día a día se amplían a pesar que desde ese sobrio edificio del distrito europeo de Bruselas se decide el futuro de miles de asturianos y asturianas.