“No queremos llegar a los hombres desde la culpabilidad”

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Jara Cosculluela
Jara Cosculluela
Licenciada en Humanidades, experta en género y activista feminista.

Hablamos con Nayi Lamadrid, integrante del colectivo feminista Milenta y con Melissa Cicchetti, Xana Ebrecht y Sara Combarros, de la Asamblea Moza d´Asturies (AMA), quienes vuelven a impartir el taller -en formato online- para hombres de organizaciones sociales, cuya primera edición se vio desbordada por las solicitudes y dio lugar a la presente. Forma parte de la actual estrategia del Conseyu de la Mocedá d´Uviéu (CMU) de desarrollar también actividades feministas dirigidas a “paisanos” en el marco de la financiación del Pacto de Estado en contra de la violencia de género. A pesar de no haber trabajado juntas anteriormente, reconocen haber conectado de forma rápida y fluida, sobre todo por la forma en la que entienden el feminismo, lo que, resume Nayi, “es una fortuna en estos tiempos”. El taller, todavía abierto a inscripción, pretende “abrir un espacio en el que podamos pensar junto a los hombres qué retos tenemos para construir un “feminismo para todos” frente a esas identidades masculinas en crisis que deciden ir de la mano de proyectos de extrema derecha”, teniendo en cuenta el papel privilegiado de los hombres para “contrarrestar los discursos antifeministas”.

¿En qué consiste exactamente vuestro Taller pa paisanos?

Nayi L.: La idea concreta del taller parte de la coordinadora de actividades del CMU, Lisi Sarciada, y del propio conseyu. En todo caso, era algo a lo que desde hace tiempo le estábamos dando vueltas desde Milenta, incluso siendo una organización de mujeres, sobre todo relacionada con los debates que hemos tenido sobre violencia machista. La sensación era que no estábamos poniendo el foco donde había que ponerlo y, aún más, que estábamos dejando a los hombres fuera de la ecuación. Cuando el CMU nos lo propuso, vimos que realmente no era una cuestión que nos importara solo a nosotras. Por nuestra parte, el objetivo del taller no es, desde luego, “la reeducación de paisanos”, sino sembrar una semilla y que sean ellos los que recojan el testigo. Aprovechando esta ola de los últimos 8 de marzo, que ha hecho que el feminismo sea mainstream y llegue a muchas partes, incluso a ellos, vimos la oportunidad de ponernos a currar en común y mostrar que no somos enemigas, que no nos tienen enfrente y que queremos dedicar parte de nuestro tiempo a reflexionar con ellos sobre feminismo.

Melissa C.: El enfoque parte de la idea de que no querer llegar a los hombres desde la culpabilidad o, del mismo modo, de no querer que ellos llegaran al feminismo desde esa culpabilidad o desde la perspectiva del abandono de privilegios porque, además, ya hemos visto que esto no está funcionando del todo. Queremos debatir con ellos incluyéndolos.

“En los debates sobre violencia machista estábamos dejando a los hombres fuera de la ecuación”

Sara C.: Otro objetivo del taller es ofrecer otro punto de anclaje para cierto malestar masculino. En los últimos años hemos establecido el feminismo como una cuestión transversal y fundamental en nuestras organizaciones. Pero, la verdad, es que esto ha pasado sin crear los espacios necesarios en los que estemos nosotras y ellos y en los que hablemos y organicemos qué papel deberían tener los hombres para transformar su masculinidad o su relación con la feminidad o de qué manera pueden ellos ocupar posiciones en cuestiones estratégicas feministas y que se sientan interpelados por ellas. Y es que, lamentablemente, otros proyectos sí están sabiendo dar una salida a ciertas preocupaciones y cabreos de los hombres.

¿Y cuáles serían los proyectos que se están haciendo cargo de la crisis de la masculinidad o de dar respuesta a esos malestares de los hombres?

S. C.: Después de estos años de ascenso del feminismo y de su constitución como movimiento de masas que ha permeado en el sentido común y en buena parte de los debates públicos, es claro que hay una reacción antifeminista y que proyectos de derecha y extrema derecha recientes tienen un anclaje claro en esta reacción. Beben de los malestares de los hombres y ofrecen respuestas reaccionarias. La cuestión es que ese malestar lo puede canalizar Abascal o tomar la forma de los asaltantes del Capitolio donde, entre otros factores, se observa una construcción de la masculinidad muy tradicional, violenta y excluyente. Creemos que el feminismo puede hacerse cargo de ese malestar en la masculinidad y generar otra forma en la que podamos entendernos.

¿Qué efectos ha tenido el enfoque que habéis adoptado?

S. C.: Hay dos elementos clave del taller. Por un lado, que nosotras no entendemos o nos cuesta bastante pensar los entresijos de la masculinidad o sus contradicciones y eso nos lleva a tener que debatir y pensar de forma colectiva. Esta es una forma, por ejemplo, de combatir la violencia machista. Otro elemento es que de verdad creemos que hay que construir espacios donde los hombres puedan hablar y debatir sobre cuestiones feministas con otras mujeres feministas. Y si nos creemos esto, pues tenemos que hacer de esos espacios lugares en los que puedan dar su opinión, incluso quitarnos la razón a nosotras. Un espacio de seguridad donde el debate sea horizontal y honesto.

“Creemos que el feminismo puede hacerse cargo de ese malestar de la masculinidad y generar otra forma de entendernos”

N. L: Esto es cierto. En un primer momento yo estaba preparada para “la guerra” y, sin embargo, hubo una gran fluidez, nadie tuvo que tirar de lugares comunes y de eufemismos ni dar vueltas complicadas para expresar la opinión propia. Resalto, además, un detalle que parece pequeño pero que me resultó especialmente gráfico: un participante comentó en un momento dado la necesidad de tener herramientas -una especie de decálogo de respuestas- para desmontar los argumentos machistas de sus compañeros del chat de whatsapp de fútbol. Pedía ayuda para responder de manera efectiva sin quedar como un gilipollas o, en el caso de quedar como un gilipollas, que no le importase. Y, verdaderamente, sentí que poco podía aportar en la creación de ese contra-argumentario porque, ni soy tío, ni he estado en mi vida en un chat de fútbol y, además, nunca había pensado en ese problema específico.

S. C.: Tenemos que ver como un acierto el enfoque, el planteamiento del taller. Desde el principio dejamos claro que no íbamos a arrancar con un decálogo de buenas prácticas sobre cómo ser feminista e hicimos hincapié en que no era nuestra intención fijar un estándar del hombre feminista porque entendemos que la masculinidad es diversa y esa es una de sus riquezas. Por último, nuestra posición no es: nosotras os enseñamos lo que necesitáis saber. En este sentido, es justo reconocer la influencia de los podcasts “Los hombres de verdad tienen curvas”, de Clara Serra, que han sido escuela para nosotras y que hemos intentado hacerlos nuestros para trasladarlos al terreno del taller.

M. C.: Otro de los éxitos es el lenguaje sencillo en el que hablamos. Adaptamos el lenguaje para que todo el mundo nos podamos entender, evitando concepciones especialmente academicistas.

El pasado noviembre, debido al número tan elevado de solicitudes de inscripción, tuvisteis que organizar esta segunda edición del taller. Una vez llevada a cabo la primera, ¿qué os llamó la atención y qué modificó vuestras expectativas previas?

Xana E.: El taller nace de la necesidad de establecer un diálogo que, en los colectivos mixtos -integrados por hombres y mujeres-, apenas se da o se da a duras penas. Y esto tiene como resultado que del feminismo nos encargamos nosotras y ellos lo sostienen en un segundo plano. Hemos querido lanzarles la pelota y que puedan responder a cuestiones tan básicas como: ¿Cuál es vuestro punto de partida?; ¿Cómo está constituida vuestra masculinidad?; ¿Cómo establecéis las relaciones con nosotras y entre vosotros?; ¿Cuál debería ser vuestro papel en el feminismo? En cierta medida, este objetivo se cumplió porque había ganas de hablar y de responder a estas preguntas.

N. L: A me sorprendió que una buena parte de los participantes fueran de las zonas rurales más alejadas porque, en mi cabeza, el contenido de este taller parecía estar más asentado en los ámbitos urbanitas. También que los debates que mantuvimos fueron de tal calado que pensamos en que necesitábamos dar un paso más, como, por ejemplo, organizar unas jornadas sobre masculinidades y feminismo.

M. C.: Yo destacaría el intercambio generacional entre Milenta y AMA. También que la mayoría quedaron flipando cuando introdujimos la cuestión de la violencia machista desde un punto de vista no punitivista, porque nos dijeron que nunca lo habían pensado desde esa perspectiva. De ahí, desarrollamos el eslogan: “el machismo mata”, indicando que asesina a mujeres, y lo sigue haciendo a día de hoy, pero también hay muchos hombres que, en el camino de representar una masculinidad extrema y perfecta, se suicidan. Marcamos un horizonte feminista de libertad para las mujeres, pero también para ellos.

Mencionabais antes que el enfoque del taller pasa por no colocar la culpabilidad masculina como punto de entrada al feminismo. Son muchos los espacios en los que se exploran las posibilidades de transformación de la masculinidad hegemónica, y llevan algunos años de desarrollo. ¿Vuestro enfoque sería diferente al de otros proyectos?

S. C.: Para nosotras es clave pensar este debate y este proyecto desde un grupo mixto, con mujeres y hombres. La tendencia es que ellos se junten y se pongan a pensar en los efectos de su masculinidad. Nosotras hemos querido desbordar esa perspectiva no mixta, que en ocasiones puede ser esencialista, porque entendemos que las mujeres también participamos en algunas formas del sostén de determinadas formas de ser hombre. No vemos cómo se podría pensar en la construcción de masculinidades igualitarias si nos es desde el feminismo y de manera conjunta.

“No se puede pensar en la construcción de masculinidades igualitarias si nos es desde el feminismo y de manera conjunta”

En relación con lo anterior, una de las estrategias del 8M incluía poner a las mujeres al frente y como referentes y punta de lanza de acciones, discurso y movilización, de tal forma que los hombres ya no ocupasen esas primeras líneas, como suele ser lo habitual. A la luz del enfoque de vuestro taller, ¿cómo relacionáis y valoráis ambas estrategias?

X. E.: Personalmente creo que fue importante que el 8M colocase en un lugar extraño o incómodo a los hombres, de tal forma que se abriera la posibilidad de reflexionar sobre por qué el control de las acciones y del discurso no estaba de su lado. Después de eso, nos pudimos juntar para hablar y reflexionar sobre feminismo de otra forma.

M. C.: (risas) En ningún momento del taller se dijo “cállate pavo” porque, desde luego, no fue necesario.

S. C.: Desde el 8M construimos algo muy nuevo, una huelga feminista, y, sinceramente, creo que no tuvimos tiempo para pensar en qué tenían que hacer los hombres. Precisamente la situación de los hombres, de nuestros compañeros, en los sucesivos 8M revela la necesidad de crear este tipo de espacios como el Taller pa paisanos. El feminismo no puede relegar para siempre a los hombres a imprimir octavillas y hacer la comida, aunque quizá fuera algo estratégico en el marco de la organización del 8M. Necesitamos contar con ellos para pensar en qué dirección se tienen que dar algunas de las transformaciones feministas: en los últimos años se han dado grandes transformaciones para nosotras, pero, sin embargo, el mundo de la masculinidad ha quedado bastante intacto. Necesitamos pensar juntas y juntos sobre ello.

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