¿Qué tienen en común las revoluciones de 1848 y el 15M?

Como en la llamada "Primavera de los Pueblos" de mediados del XIX, los movimientos de los ''indignados'' de 2011 fueron interclasistas, pero sobre todo populares, y sus efectos perduran en el largo plazo.

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Héctor González
Héctor González
Es historiador, sindicalista y anarquista.

A día de hoy la interpretación mayoritaria de las revoluciones europeas de 1848, la llamada Primavera de los Pueblos es la de las revoluciones burguesas. Justo al estallar la revolución en Francia, Marx y Engels publicaban “El Manifiesto Comunista“, ese texto que habla de que “hay un fantasma que recorre Europa, el fantasma del comunismo”.

El Manifieesto se publicó justo al estallar la primera de las revoluciones de 1848, 16 años antes de que se fundara la primera internacional y a 23 de que se produjera la Comuna de París. El asunto no es menor porque en los procesos previos, donde hoy día buena parte de la historiografía ve (de manera interesada, pero eso es otro tema) revoluciones burguesas, Engels y Marx ven a proletarios, a la clase trabajadora. En aquel momento no era fácil de ver, pero los años siguientes fueron dándoles la razón en sus análisis, que iban más allá de lo superficial.

¿Qué era lo superficial? Valorar una serie de acontecimientos históricos en función de su resultado final, de quién se erigía con la bandera del movimiento y de quién conseguía, por ejemplo, la hegemonía del relato, esto es, de la historia. Sin embargo, aquellas revoluciones de 1848 (como las previas) tuvieron un carácter de clase importante. Lo primero en cuanto a la composición de quienes movilizaban. Resulta una verdad de perogrullo señalar que por una mera cuestión numérica no podía ser otra manera, pero merece la pena recordarlo. En segundo lugar por sus reivindicaciones, encaminadas en un primer momento a denunciar el paro forzoso, las largas jornadas laborales, la subcontratación, etc.

Las reivindicaciones de clase fracasaron, a medio plazo no lograron la suficiente respuesta, la burguesía logró encauzar el movimiento hacia sus intereses y a día de hoy entendemos aquel periodo como de revoluciones burguesas, a pesar de que la realidad fue distinta, como también lo había sido en la décadas previas.

¿Qué tienen que ver las revoluciones de 1848 con el 15M?

Viene esto a cuento de los análisis que toda esta semana hemos tenido que leer sobre el 15M: fue flor de un día, no había programa ni agenda para llevarlo a cabo, fue una movilización de clases medias, de niños bien, faltaba organización, no podía conseguir absolutamente nada, etc. A día de hoy buena parte de esto es muy evidente, aunque advierto que para mi gusto no tanto, pero si nos situamos en 2011, no lo era. En 2011 hubo unos meses en los que solo cabía el asombró, la estupefacción y/o el miedo en función de la posición política. Y en todas ellas la sensación de estar fuera de juego. Quien diga que el resultado final era previsible miente. Miente mucho.

Resulta sorprendente que desde la izquierda, quienes defienden muy acertadamente que España es un país de clase trabajadora, afirmen que un movimiento de masas como el 15M no era de clase sin ponerse colorados. Argumento sostenido además bajo análisis tan peregrinos como una supuesta condición social diferenciada de la clase trabajadora por haber ido a la Universidad, por tener empleos liberales (el fantasma de los empleos liberales) o por el tipo de demandas que salían de un movimiento tan amplio. Parece ser que exigir medidas democratizadoras no es una cuestión de clase y que afirmar que los de abajo están contra los arriba tampoco lo es. Resulta sorprendente (en realidad no) porque parece que para ciertos materialistas, la clase trabajadora no es lo que es, sino lo que a ellos les dé la gana que tiene que ser y en contra de todo tipo de evidencias.

En sus reivindicaciones concretas el 15M no logró nada, algo muy bonito para señalar hoy día, pero ¿Si nos ubicamos en 2011? ¿Si retrocedemos a ese momento resulta tan evidente este análisis? Pues, al igual que con las revoluciones burguesas del  S.XIX, no. Si volvemos a 2011, y aun después, resulta que nadie creía que no se pudiera ganar: unos con ilusión, otros con miedo y otros rencor… porque todo el mundo creía que el fenómeno del 15M y sus derivadas podían cambiar muchas cosas.

No hubo un éxito en lo concreto, pero conviene no olvidar que muchas revoluciones fracasan, muchos movimientos sociales no logran lo que se proponen y muchas reivindicaciones se quedan por el camino… y vuelven una década o dos después con una fuerza similar que las lleva… a no sé sabe dónde. Entre las revoluciones burguesas del S.XIX (1789, 1818, 1830,1848) mediaron décadas, pero hoy las entendemos como proceso continuo, igual que con los hitos del movimiento obrero. Conviene no olvidar esta cuestión a la hora de hacer según qué análisis sobre el 15M, no sea que en 5 años tengamos otra parecida y un montón de sesudos analistas queden a la altura del betún. A día de hoy parece complicado asistir a un proceso como el que vivimos hace una década, posiblemente tan improbable como lo era el 14 de mayo de 2011.

Por otro lado, una derrota no resta un ápice de valor, legitimidad, interés e inspiración sobre un fenómeno. Hoy se desacredita al 15M por no haber resultado victorioso, como si viviéramos en un país y participáramos de unos movimientos sociales que no tengan en su recuerdo un buen número de efemérides que son pura derrota. Hagan una lista, que les va a sorprender. Por otro lado, la crítica hacia la incapacidad para lograr sus reivindicaciones no puede dejar de recordar a eso de “protestar no sirve de nada” o mejor dicho “si no es bajo mi bandera, protestar no sirve de nada”.

En fin, este repaso no tiene más intención que señalar tres elementos. El primero y más importante es que las cosas son como son y no como nos gustaría que fueran. El segundo, que las cosas fueron como fueron y no como nos gustaría que hubieran sido. El tercero y último, que los análisis hay realizarlos teniendo en cuenta las dos premisas previas, ubicando a los acontecimientos en su momento y no dando por sentado que las etapas históricas están cerradas cuando apenas ha pasado tiempo y no hay grandes evidencias al respecto.

Cualquier otra cosa es hacerse trampas al solitario, vender humo y hacer proselitismo del malo. Y eso tiene un problema, que la próxima vez que acontezca algo similar nos pille como el 14 de mayo del año 2011. Porque nadie dude que volverá a haber otro 14 de mayo de 2011, otro día antes. Porque siempre hay y habrá fenómenos como el 15M. La acción colectiva y de masas siempre estará ahí y merece más la pena estar preparado para involucrarse en ella que afilar la pluma para denunciar, a posteriori, unas supuestas carencias, muchas veces inventadas y ahistóricas.

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