En la comarca del Parque Histórico del Navia se conserva el mayor legado que los pueblos prerromanos han dejado en el territorio astur. Estamos en el occidente del Principado, donde las rías del Navia y del Eo marcan los límites de esta zona de colinas tapizadas de brezo y de tojo, que alcanzan en pocos kilómetros cotas de 1.300 metros de altitud desde la rasa litoral. Es esta una meseta de campos verdes, que se asoma al Cantábrico desde acantilados bajos de cuarzo y de pizarra como último eslabón de este paisaje cambiante, donde la tribu de los albiones dejaría su huella hace más de tres mil años.
Playa de Barayo. Foto: Turismo de Navia.
Dólmenes, túmulos y enigmáticos penedos aparecen dispersos en sus valles y montes como vestigios prerromanos desde Grandas de Salime hasta Tapia de Casariego. Pero, sobre todos ellos destacan sus fortificaciones más emblemáticas, los castros, que se camuflan en este entorno agreste como cicatrices de piedra con formas geométricas.
Estela de Coaña. Foto: Wikiviajes
Tras el rastro de los primeros pobladores viajamos a esta comarca mestiza, donde lo prerromano se funde con lo romano como lo asturiano lo hace con lo gallego, desde la lengua a las tradiciones que se han conservado intactas con el paso del tiempo. Aquí la soledad y aislamiento de los pueblos de montaña contrasta con el dinamismo que se respira en la costa. Aun así, las aglomeraciones no existen en el Parque Histórico del Navia. Seguimos el curso del río para descubrir la esencia de la tierra de los castros.
Los romanos y el corredor del oro
Castro de Mohías. Foto: Iván G. Fernández
Los albiones levantaron sus castros en lugares estratégicos, situados sobre colinas o acantilados costeros para vigilar así este territorio ansiado por los romanos. Desde Navia partía, por vía terrestre hacia las capitales conventuales del Noroeste (Astorga y Lugo) como paso previo a la ruta hacia Tarraco de las grandes cantidades de oro extraídas en el suroccidente. Esto sucedió entre los siglos I y II d.C., pero la cultura castreña se remonta, según los estudios, a la Edad del Hierro.
En las tierras altas del curso del Navia, el paisaje se rebela formando una enorme garganta de laderas de pizarra, donde los primeros pobladores dejaron su impronta. Estamos en el municipio de Grandas de Salime, en la frontera conf las tierras gallegas de Fonsagrada y Negueira. El primer rastro lo encontramos en los túneles romanos de Penafurada, un conjunto de canales construidos a través de la montaña para canalizar las aguas de la Sierra del Acebo hasta las minas de oro del Valabilleiro.
Uno de los tuneles de Penafurada. Foto: Parque Histórico del Navia.
Rumbo norte, aparecen los túmulos de Canadeiro, un monumento que se conserva desde el neolítico, como el de los Petroglifos de la Xorenga, justo al lado. Este último es una manifestación artística de formas simples talladas en la roca, pero de indescifrable significado.
Chao Samartín
Chao San Martín. Foto: Ángel Villa.
Sin salir del concejo de Grandas de Salime, la carretera AS-28 nos descubre el castro Chao Samartín sobre la explanada. Su origen se remonta a la Edad del Bronce (800 a.C.), su esplendor a la época romana y su abandono a la Edad Media. En los años noventa comenzaron las excavaciones que revelaron su valiosa colección arqueológica de influencia latina y de periodos anteriores. El museo, situado justo al lado, es el mejor lugar para comprender su relevancia en la comarca.
Chao San Martín. Foto: Ángel Villa
Seguimos el curso del Navia en su trayectoria hacia el océano para atravesar el concejo de Pesoz y detenernos para contemplar las vistas del cañón esculpido por este río.
Pero volviendo a lo prerromano (o albión), encontraremos en el municipio de Illano el castro de El Castelón. Un cinturón de murallas de hasta cuatro metros de altura protege este asentamiento de la Edad del Hierro, situado junto a la carretera (AS-12).
La cueva del demonio
En el municipio de Boal, merece la pena tomar el desvío en Doiras hacia Froseira para descubrir la Cova del Demo. Dejamos el coche en esta aldea de montaña para caminar por una senda entre castaños centenarios que esconde esta cavidad cerrada para proteger sus pinturas rupestres de la Edad del Bronce.
Vista del concejo de Boal. Foto: Turismo de Asturias
El entorno de la Cova del Demo está envuelto por un halo de misterio, de presencias malignas propicias para la celebración de aquelarres y otros rituales. Fue utilizada durante mucho tiempo como abrigo para el ganado y refugio durante la Guerra Civil.
Boal y el mirador de la Bobia
Castro de Pendia. Foto: Turismo de Asturias
En las inmediaciones del pueblo de Boal, conviene acercarse hasta el área recreativa de Penouta para disfrutar de un picnic junto al dolmen del Neolítico y con vistas privilegiadas desde la sierra de la Bobia. Contemplamos aquí todo el concejo de Boal y el de Villayón además de la costa de El Franco y de Tapia, al norte.
Penouta. Foto: Turismo de Asturias
La AS-12 nos descubre otro mirador: el del castro de Pendia. En el fondo del valle divisamos este asentamiento (s. IV-V a. C.) al pie de un derrubio de lajas de pizarra, aun protegido por murallas, fosos y un torreón. Conserva además dos saunas de tipo castreño.
Castro de Pendia
Una senda a pie conecta el pueblo de Boal con este yacimiento prerromano, pero si queremos descubrir la esencia del valle del Navia, acudiremos al pueblo de Serandinas y navegaremos en canoa por el embalse de Arbón.
Caonas en el embalse de Arbón. Foto: Turismo de Asturias
La empresa “Kaly Aventura” organiza todo tipo de expediciones y actividades por la zona.
El castro de castros
Castro de Coaña. Foto: Turismo de Asturias.
Cerca de la desembocadura del río Navia en su villa homónima, contemplamos en Coaña el asentamiento más icónico de la cultura castreña asturiana y uno de los más representativos de España. No lo es tanto por su relevancia histórica ni por su extensión, sino por su excelente grado de conservación y la gran cantidad de excavaciones que se han llevado a cabo desde el siglo XIX.
Viviendas del castro de Coaña. Foto: Wilkipedia.
Exploramos este antiguo poblado fortificado dividido en la acrópolis y el barrio norte, donde se conservan 80 edificaciones protegidas por una poderosa muralla. Su origen se remonta a varios siglos antes de la conquista romana (Edad de Hierro), pero para descubrir su historia, evolución y peculiaridades, lo mejor será visitar su aula didáctica. Para contemplarlo, lo mejor será hacerlo desde el pueblo de Coaña, justo en frente del cerro donde se asienta el yacimiento. Junto a la costa, sin salir de Coaña, encontramos en las praderas de la rasa litoral otro castro, el de Mohías.
La costa de los albiones a pedal
Playa de Penarronda. Foto: Turismo de Asturias
Entre El Franco y Tapia de Casariego, albiones y romanos fueron repartiendo sus bastiones a ras del Cantábrico con el objetivo de vigilar la llegada del invasor y proteger así sus cargamentos de oro. Si buscamos una manera de explorar esta zona, nos olvidaremos del coche para tomar la bici de montaña y pedalear por este tramo de la E9 desde la playa de Castello a la de Peñarronda.
Castro de Cabo Blanco. Foto: Turismo de Asturias
El itinerario atraviesa campos de cultivo y pueblos marineros para descender a calas solitarias y bordear bosques de pinos y eucaliptos. Aparecen aquí asentamientos prerromanos al borde del acantilado como el castro de Cabo Blanco, más allá de Viavélez, el de Castreda, antes de llegar a Tapia de Casariego, o el de El Esteiro, al poco de pasar este pueblo.
Playa de Porcía. Foto: Turismo de Asturias
Cerca del estuario de Porcía se encuentra la pedanía de Salave, donde los romanos cavaron kilómetros de canales y galerías para movilizar el agua y fracturar la roca hasta extraer el mineral del oro. Han dejado a su paso una zona pantanosa de aspecto lúgubre: los lagos de Silva.