“Nos traten como a oveyes y oveyes debemos ser aguantando tanto prohicionismo absurdo”. Lo que decía uno de los vecinos de San Esteban que se concentraron ayer contra las vallas metálicas que impiden desde el pasado mes de marzo el paso de paseantes y pescadores hasta el faro, justo en la desembocadura del río Nalón, podía ser corroborado por los demás, casi un centenar. La convocatoria fue espontánea, sin ninguna organización detrás, a través de redes sociales y el boca a boca.
Sobre la primera de las vallas colocaron una pancarta donde se veía balar a ovejas, una metáfora de los abusos de las administraciones contra los ciudadanos de este pueblo del concejo de Muros, que, con lo que consideran “un atropello”, parecen decir basta. Anudadas a la primera de esas dos vallas también colocaron decenas de textos en pequeños lazos de trapo. “Prohibido prohibir”, “Ni vallas ni fronteras”, “Aquí hay un furaco”, eran algunos de ellos. Otros eran críticas al presidente asturiano Adrián Barbón y al Grupo de Puertos del Principado (Consejería de Medio Rural y Cohesión Territorial), responsable de la colocación de las vallas.
Nadie sabe en San Esteban el motivo de la instalación de las vallas, porque no se ha comunicado oficialmente. El Ayuntamiento de Muros, del PSOE, guarda silencio. Estos obstáculos acabaron con el paseo de miles de vecinos y visitantes, porque la desembocadura del Nalón es un lugar emblemático por su belleza. Los vecinos rechazan que pueda tratarse de un problema de seguridad, porque en esa zona jamás ha habido un accidente. Si hay temporales, visibles desde muchos metros en dirección al puerto, nadie osa acceder a esa zona por su peligrosidad. Y si el cierre se debe al mal estado del firme esa posibilidad irrita aún más en San Esteban, donde no entienden que no se arregle. Para muchos lo de las vallas es la gota que colma el vaso de la paciencia en relación a un cierto sentimiento de agravio y marginación. Entre San Esteban y el pueblo de la otra orilla de la ría, L´Arena, debería haber una pasarela desde hace muchos años, una obra abortada en los años 90 por el gobierno de Vicente Álvarez Areces tras ser aprobada por el ejecutivo de su antecesor, Sergio Marqués.