Alfarería de Faro. Patrimonio d’Uviéu

El geógrafo Toño Huerta reivindica esta artesanía local, que el sábado celebró su día grande con la entrega de su premio naual, el Barbón, al antropólogo Juaco López.

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Toño Huerta
Toño Huerta
Trabaja como geógrafo autónomo en temas relacionados con el patrimonio natural y cultural. Cuenta con varias publicaciones en ese campo que compagina con su labor de activista patrimonial en diferentes movimientos cívicos en defensa del patrimonio industrial asturiano.

“…un actividad que, desde las instituciones públicas, no podemos permitir que peligre o que sus artífices se encuentren sin medios para la enseñanza y difusión de un arte espléndido”. Corría el año 1995 cuando se celebraba la exposición Faro. Mil años de producción alfarera, y el alcalde Gabino de Lorenzo dedicaba estas palabras en el prólogo del volumen que se editó. Han pasado 26 años, cuatro alcaldes y varias corporaciones y todo sigue igual. O incluso peor pues, ¿cuánta gente de Oviedo conoce la historia de esta alfarería o tan siquiera su existencia?

La actividad alfarera de Faro, al menos, está constatada desde el siglo XI en su vertiente negra, una característica que la hace  única. Sería a partir del siglo XIII cuando apareciese la cerámica esmaltada, en una dualidad que ha pervivido hasta nuestros días. Su época gloriosa, al menos desde el punto de vista cuantitativo, la podemos fijar a mediados del siglo XVIII cuando existían más de setenta talleres alfareros. A partir de ahí un progresivo declive agudizado por la llegada de la industria locera haría que, ya desde la segunda mitad del siglo XX tan solo perviviera el taller de Fornaxe de la mano de Lito y su hijo Selito. Una saga que termina pero que, por fortuna, gracias a la labor de Orlando Morán, arqueólogo y aprendiz de alfarero, el oficio va a tener continuidad.

Hacer que esta labor ancestral sobreviva debería ser una obligación de la sociedad reflejada en un compromiso institucional. Allá por el año 2014, siendo alcalde Agustín Caunedo y gracias al acuerdo presupuestario con Izquierda Unida se daba un paso importante, la elaboración de un proyecto para la creación del Centro de Alfarería de Faro, redactado por quien suscribe este artículo –a partir de ese trabajo, mi relación con Faro, su alfarería y, sobre todo, su gente, pasó de ser profesional a una amistad y compromiso que va creciendo con el tiempo–. Sin embargo, con el proyecto redactado, la siguiente corporación fue incapaz de materializar ese centro a pesar de los compromisos, la asignación año tras año de una cantidad en los presupuestos municipales  y las promesas. Sí se logró la firma de un convenio de colaboración con la Asociación de Amigos de la Alfarería de Faro a la que anualmente se le otorga una subvención desde la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo para realizar su labor de estudio, protección y divulgación de la cerámica faruca; con la misma se han realizado  diversos estudios, se ha editado un catálogo, un documental o realizado unas jornadas históricas y patrimoniales, por citar tan sólo alguno, aunque es la otorgación del Premio Barbón de Faro, del que luego hablaremos, la actividad más entrañable, todo ello sin perder de vista el objetivo de ver realizado un Centro de Alfarería que permita dar continuidad a esta labor, centro que estaría apoyado en cuatro pilares básicos: seguir siendo un taller de alfarería, contar con actividades de formación a todos los niveles, continuar con el estudio histórico y arqueológico de la alfarería y divulgar su historia a través de un discurso museográfico. Además de no perder una actividad única, se convertiría en un centro dinamizador de esta zona rural, un recurso endógeno lleno de nuevas oportunidades.

Más de 25 años después de las palabras de De Lorenzo, el actual alcalde, Alfredo Canteli, ha manifestado en varias ocasiones su compromiso para llevar a cabo el proyecto de Centro de Alfarería; esperemos que las mismas se vean ratificadas en los presupuestos del próximo ejercicio. Entre tanto, y fruto también del trabajo de la Asociación de Amigos de la Alfarería de Faro, desde la Dirección General de Patrimonio Cultural del Principado de Asturias se está a punto de incoar expediente de protección de los elementos, materiales e inmateriales, ligados a este oficio y que aún perduran en Faro en forma de hornos, casqueros y tradición; tan sólo falta que desde la concejalía de cultura contesten a los requerimientos de los técnicos del Principado.

Decía antes que uno de los eventos más queridos es la concesión del Premio Barbón de Faro –el barbón es una de las piezas más emblemáticas de Faro; un jarrón de tres asas que se fabrica tanto en su vertiente negra como esmaltada–. Este reconocimiento sirve para valorar el trabajo que diversas personas o entidades hacen en la defensa de la cultura tradicional asturiana en general y de la alfarería de Faro en particular. En 2021 se celebra su séptima edición y el galardonado este año ha sido Juaco López, director del Museu del Pueblu d’Asturies. Como cada año, el acto de entrega del Barbón es un día de celebración donde seguimos dando a conocer la alfarería faruca, regalando a los asistentes, como ya es costumbre, una reproducción de alguna de las piezas tradicionales de Faro. Pero también, y sería imperdonable que no fuese así, es un día de reivindicación, porque toca recordar a las autoridades presentes su compromiso y la falta de hechos; la necesaria urgencia de materializar un Centro de Alfarería ante el peligro real de que esta labor desaparezca.

Mientras escribo estas líneas, en Oviedo, en la urbe, se celebra San Mateo y entre las actividades infantiles hay un taller de alfarería. Sea por desconocimiento o por descoordinación de la concejalía responsable y sus técnicos el caso es que Faro ha quedado de lado en esa labor tan necesaria para divulgar nuestra cultura entre los más pequeños. Posiblemente se pueda subsanar en un futuro, pero no deja de ser llamativo que exista una colaboración con la Fundación Municipal de Cultura, que tengamos un alcalde comprometido de palabra, incluso que el regalo institucional de las bodas civiles celebradas en el Ayuntamiento sea una jarra de sidra de Faro y que, sin embargo, su alfarería se quede fuera de la programación mateina. Al fin y al cabo, la alfarería de Faro es también la de Oviedo, ¿cuántos municipios podrían presumir de tener un oficio con más de mil años de historia?

Como suele ocurrir en tantas ocasiones y con tantos elementos patrimoniales, la alfarería de Faro es más conocida y valorada fuera de nuestras fronteras. Desde el año pasado, a falta de una decisión del Ayuntamiento de Oviedo para formar parte de la Asociación Española de Ciudades de la Cerámica, que esperemos tome pronto, la Asociación de Amigos de la Alfarería de Faro se ha integrado en esa red de municipios el año pasado, de manera excepcional y como reconocimiento a su historia, lo que a su vez implica estar dentro de la Red Europea de Ciudades Alfareras. Un paso más de este modesto grupo de gente que se niega a ver desaparecer una tradición milenaria ante la desidia institucional, donde priman las buenas palabras frente a los hechos.

Esperemos que la misteriosa páxara que tantos cacharros decora siga volando ante todos nosotros, que no sea solamente un recuerdo. Como sociedad tenemos la obligación moral de preservar nuestro legado, que es lo mismo que decir nuestra memoria. El Centro de Alfarería de Faro vendrá a lograr esos objetivos; llevamos muchos años recorridos y estoy seguro, no puede ser de otra forma, que veremos realizado este sueño. Faro y su alfarería no pueden morir.

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