Sí: son posibles otras sexualidades. La respuesta quedó asentada con firmeza en el coloquio que mantuvieron Abel P. Pazos, Almudena Monzú y María Rodríguez, todo ello orquestado por Jennifer Berrocal y enmarcado en el ciclo de actividades del festival FIASCO, concretamente en su segunda jornada. Les ponentes de la mesa cuadrada debatieron en torno a ‘La triple P’: pornografía, poliamor y pandemia sexual, cada una de las cuales conformó un bloque de charla. El acto concluyó una jornada que abrió sus puertas con la conferencia ‘Napoleón, Eros y Tánatos’, de T. S. Norio.
Les ponentes de la mesa cuadrada, en el MCC de Mieres. Foto: Alisa Guerrero
El porno fue el primero de los temas que Jennifer Berrocal introdujo. El público asistente al Mieres Centru Cultural pudo ver hasta qué punto es clave la pedagogía y la comunicación con la juventud en esta cuestión, como bien lo explicó María Rodríguez, sexóloga y fundadora del proyecto ‘Rizoma Sexología’: “el porno no puede tener toda la responsabilidad de la educación sexual, pero podría dar herramientas para disponer de otros modos de deseo”. No abordar estos espacios con responsabilidad tiene como consecuencia la moralización, ya que “no podemos confundir la violencia sexual con lo que nos incomoda moralmente a cada una. Hay feminismos que deciden desechar el porno, y es un error”, en opinión de María Rodríguez.
Que otro porno es posible lo demostró la guionista y productora de cine erótico ético Almudena Monzú. La diversidad de identidades, expresiones y sexualidades constituyen el mundo del que ella viene; sin embargo, sigue siendo un entorno delicado: “siguen existiendo relaciones de poder, entre los performers y el equipo de producción, la dirección, etc.”. Es precisamente por este motivo que, en el mundo del porno ético, “los códigos de conducta estrictos y la constante verificación de todo lo acordado con el o la performer son fundamentales, y esta es la diferencia con respecto al porno mainstream”. La cuestión de clase la introdujo le filósofe y activista Abel P. Pazos, quien señaló la precarización a que están sujetas las personas trabajadoras de la industria pornográfica. “La cuestión no es el porno como idea, sino los problemas que genera en las relaciones y los derechos laborales, la sindicación o la precariedad”, en opinión de Abel P. Pazos.
Abel P. Pazos, en una de sus intervenciones de la charla. Foto: Alisa Guerrero
Jennifer Berrocal trajo a colación el problema de las fantasías y el deseo en el porno mainstream, y les ponentes reflexionaron en torno a esta cuestión. El deseo no sería un botón que podría encenderse y apagarse a voluntad, a juicio de María Rodríguez. Sin embargo, “aunque el deseo no se cambie, sí es cambiante”, y en esas modulaciones es donde se debe actuar. La pornografía basada en una sexualidad “del peligro, el miedo, el tabú y el terror sexual” es el hegemónico, y les ponentes coinciden en que “debemos plantearnos el modelo de sexualidad que queremos para nuestra sociedad, que esté basado en la satisfacción, el placer, la autonomía y la autoconciencia”.
El poliamor fue el siguiente bloque temático de la charla, y Abel P. Pazos partió de “la ruptura con la monogamia obligatoria”. La crítica de la monogamia es una cuestión política, y se centra en el modo en que estructura las relaciones sociales (la familia, las relaciones afectivas, etc.). De este modo, en opinión de Abel P. Pazos, “los ritmos frenéticos del capital llevan a hacer de toda relación sexoafectiva un mero consumo de los cuerpos”. Por ello, a los nuevos modelos de relación, como el poliamor, no se les puede llevar a grandes exigencias; “simplemente necesitan su tiempo”. Estos tiempos capitalistas fagocitan todo autoconocimiento y autocuidado, y por ello María Rodríguez apuesta por una “ética de la lealtad”, es decir, “ser sinceras con nosotras mismas de lo que nos está pasando por el cuerpo, y para esto, necesitamos conocer más nuestro propio cuerpo”. El poliamor no tendría tanto que ver con el prejuicio de tener parejas abiertas y sexo con todo el mundo, “sino con la comunicación y la información de lo que siente la otra persona, con los cuidados”. En base a su experiencia clínica en sexología, María Rodríguez entiende que “los celos están presentes en muchos tipos de relaciones afectivas. Normalmente se gestionan muy mal, y en las personas jóvenes está muy presente”. Tampoco aquí hay un “botón que apague los celos”, dado que son “emociones secundarias generadas por dos primarias: el miedo y la ira”, y deben abordarse desde la no culpabilización.
María Rodríguez, fundadora de ‘Rizoma Sexología’. Foto: Alisa Gutiérrez
La pandemia sexual fue el último de la tríada de temas abordados, y los datos al respecto revelaron las consecuencias dramáticas que ha dejado la pandemia de la Covid-19 en colectivos vulnerables. Almudena Monzú centró sus reflexiones en “la capacidad de espontaneidad, que se ha visto mermada por esta pandemia”. Esto es algo que han vivido especialmente las personas LGTBIAQ+. Con datos en mano, Abel P. Pazos dio cuenta de hasta qué punto han sido vulnerados los derechos de este colectivo. Durante la primera mitad de la pandemia, ha habido un “efecto armarizante”, según el cual “la vuelta a casa con la familia ha sido un factor de riesgo en la salud mental de estas personas”. La reclusión en ambientes familiares ha tenido efectos de ansiedad, depresión e, incluso, suicidios en un colectivo que reclama “condiciones materiales para la construcción de redes de apoyo mutuo, básicas para combatir estos daños”. Esto no sería, en opinión de Abel P. Pazos, “un desastre natural”. Todo lo contrario: “las instituciones deben tener la responsabilidad y no mirar para otro lado”.