Cristina Rosenvinge y el arte de componer una canción

La cantautora desgranó en un taller en el edificio histórico de la Universidad de Oviedo sus secretos como compositora.

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Rubén Martínez
Rubén Martínez
Pedagogo, curioso y metomentodo relacionado con cultura, musica, arte y ensayo....

El COHENgreso organizado por la Catedra Leonard Cohen de la Universidad de Oviedo, dirigida por Miriam Perandones, tuvo su charla inaugural a cargo de la eterna adolescente Cristina Rosenvinge bajo el título “La palabra exacta: técnica del verso cantado“. La cantante y compositora inició su conferencia afirmando que el trabajo duro de una artista no está cuando se canta, sino justamente detrás de las canciones.

Christina Rosenvinge y Miriam Perandones. Foto: Iván G. Fernández.

Los letristas de canciones nunca han sido estudiados como sí lo han sido los poetas, señaló Rosenvinge en su masterclass en el aula escalonada del Edificio Histórico de UniOvi. Las letras de las canciones no son poemas, ya que funcionan con otras reglas: las musicales, donde la letra está supeditada al sonido. La cantautora madrileña considera que la melodía va siempre antes que las letras. Reconoce que no es una regla matemática, pero a ella le funciona. En ese sentido recordó a Johnny Mercer, letrista de Moon River, y su afirmación de que para componer música se necesita talento y para escribir letras, coraje. Otra inquietud que le mueve, y que se reflejó en el taller de creación de canciones del sábado, es la de un cierto panorama huérfano de composiciones escritas por mujeres, algo que sucede en la música, pero no así en la literatura, llena de firmas y referentes femeninos.

El sonido de las palabras en la canción importa más que el propio significado, el ejemplo claro es escuchar a músicos sin entender el idioma. La rima ya en desuso en la poesía, sí sigue empleándose en las letras de las canciones, y la tónica general es repetir el estribillo en varias estrofas, aunque hay genialidades como las que hacía Cohen, recordaba Rosenvinge, en “Famous Blue Raincoat”, que no se repite ningún estribillo y fue cantada en español por ella misma en la adaptación de Alberto Manzano para el homenaje “Acordes con Cohen” de 2007.

De una manera muy didáctica, explicó cómo las vocales que resuenan en la parte anterior de la cavidad bucal (la i, la e) son menos agradecidas para cantar que las que lo hacen en el centro (la a) o en la parte posterior (la o, la u). “La e requiere tener una buena técnica vocal, así que yo prefiero morirme de amor que de sed”, apunta. “Eso explica que encontremos tanto mar y tanta luz en nuestras canciones”.

La cantautora reflexionó que muchas composiciones al cantar, como el flamenco de Enrique Morente o Camarón, no nos imaginamos vocalizando todas las palabras, esto nos ha llevado a generar estilos propios de cantar copiando acentos ajenos, otro ejemplo actual podría ser C.Tangana o Rosalía.

Citó también la diferencia entre acentos y fraseos con otros ejemplos clásicos como la propia Violeta Parra, con “Se va enredando enredando como el muro en la hiedra…”

Y en este momento no quiso dejar de lado su propio éxito con el primer hit ¡Chas! Con 24 años y de la cuál no se arrepiente en absoluto, le permitió darse a conocer.

La melancolía como lujo

Rosenvinge destacó la paradoja de cómo, en términos generales, en países pobres la música suele ser alegre mientras que, en los países ricos, se hace música triste: es el lujo que nos podemos permitir los que vivimos bien. En sus palabras, la felicidad no despierta la empatía y sí lo hace la derrota que aparece, por ejemplo en las canciones de desamor como las de Cohen. También que, como compositora, tiene una obsesión: el desamor. “Es mi género favorito, también en otros músicos. He escrito canciones de desamor antes y después de las rupturas. La maldita capacidad premonitoria de las canciones. Para mí representan la potencia lírica y musical en el grado más alto”.

Foto: Iván G. Fernández.

Y llegó el momento del recuerdo de su padre, aquel danés que llegó de casualidad a España y que “recitaba poemas de Lorca de memoria, pero al mismo tiempo era franquista”

Y en esa especie de ajuste de cuentas con el progenitor, fallecido hace 26 años en una visita al cementerio, surge “Romance de plata”. Recordó cómo, en un intercambio de pareceres con su hermano sobre la letra de canción, se produjo un cambio de un verso que tiene el poder de cambiar el relato y la imagen de su padre.

Tradición o modernidad

Sin solución de continuidad y en el Filarmónica, le siguió la mesa redonda sobre la música tradicional y el futuro y la adaptación a las músicas actuales. Para ello se contó con el multiinstrumentista Javier Bergia, Begoña Olavide, la flautista que renunció a este instrumento por recuperar el “salterio”, Luis Delgado, investigador y divulgador musical, y Fran Aguilar, músico, productor y técnico de sonido que bebe de la esencia rockera andaluza.

Un debate colorista en el que se identificó claramente la tradición musical con la pureza, como algo que no falla frente a la música a granel que apuntó Bergia. Sí hubo cierto grado de consenso en que la música tradicional sí puede ser “flexible”, y hay ejemplos como María Valle Roso o Rodrigo Cuevas. Pero afirmando que no todo vale, el listón nunca puede estar por debajo, ya que cierta modernidad mal entendida puede llevarse por delante la tradición.

Por su parte, Fran Aguilar habló de la contradicción entre tradición y modernidad en el flamenco poniendo el ejemplo de Camarón en la “Leyenda del tiempo”, disco muy criticado por los puristas…Cree que siempre habrá personas que serán reacias a estos cambios entre lo más tradicional y lo moderno. Y es en este sentido crítico que la acepción del término “fusión” se define como dos líneas paralelas que se juntan, cuando lo que deber ser es una línea común que nazca de la raíz.

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