Cuando hablamos del rearme de la derecha, no llegamos a imaginarnos que llegarían armados con paraguas hasta la Plaza Mayor. Abrir un paraguas es como disparar contra la lluvia. Quiere decirse que el otro día, en la mani, en la concentración, con todo el andamiaje, el grafiti en la pancarta y el grito en la garganta, lo que más llamaba la atención eran los paraguas disparando contra la Alcaldía.
Hay algo novedoso, inédito, en la concentración contra Ana González, en la historia de las concentraciones de Gijón. Antañazo, uno salía a la calle contra algo concreto, antes que contra alguien. El personal del agro se movilizó contra el Plan General de Ordenación Urbana de Paz Fernández Felgueroso porque el justiprecio no les convenía. Los señoritos de Somió no querían pestilencias en el jardín de su casa y también hicieron ruido.

Siempre hemos tenido una derecha aseada, bien ordenada, con las ideas claras, que salía a defender lo suyo antes que lo de todos, y si las cosas se ponían feas, acudían a los juzgados tan guapamente. Ahora, los rebeldes del paraguas se manifiestan contra todo, o sea, contra nada, disparando contra la lluvia, como tortugas enlutadas, o sea, contra Ana González y su autoritarismo, del que hemos venido haciendo siempre un lamento, porque su cesarismo político sólo podía venir a alimentar un populismo de derechas.
Me malicio que poco o nada tienen que ver los que están en contra de la cooficialidad con los que están a favor de los toros, o sí. Menos aún, los que están a favor del piragüismo y los que están en contra del Cascayu en el Paseo del Muro. Y así podemos seguir con los vecinos de Granda que están en contra de la ITV en la zona rural y a los que no les gusta el Plan de Movilidad porque usan y abusan del coche. ¡Esto es la guerra, más madera!, ¡más madera! gritaría Groucho Marx, el único capaz de manifestarse, levantando un buen paraguas.
“Y así, mientras tanto, el Plan de Vías se desdibuja entre bocetos y el Hospital de Cabueñes se vuelve un espejismo en la niebla”
Y enredado entre pancartas. El otro día, pudimos leer el grafiti en la pancarta reclamando la salida de la Alcaldesa. La pancarta, querido y desocupado lector, es una escritura meridional y callejera, es nuestra bomba atómica por escrito, que ya desde Roma acostumbramos a escribir en el aire o las traseras cualquier chorrada que se nos ocurre. Lo que sucede es que la derecha anónima siempre se ha inclinado por escribir la carta al director, esa carta funeral, que parece escrita por un muerto, porque nunca ha sido de salir a coger frío en otoño, ni mucho menos de mojarse bajo un paraguas, para pedir que la Alcaldesa se fuera.

Siempre he pensado que la derecha local, esta derecha de barrio, es bastante paleta. A mí me gusta que Ana González no sea de Gijón. De hecho, esta es de las pocas cosas que me gustan. Y por pedir, me gustaría que fuera noruega, americana o pekinesa, para añadirle cosmpolitismo a esta Alcaldía. Entre banderas rojigualdas, toros, piraguas y paraguas, los rebeldes se hicieron la foto y dejaron a la vista que hay algo o alguien que trata de alimentar un populismo rancio, mohoso y zafio de derechas, tratando de preservar unas señas de identidad españolistas que a estas alturas de la película resultan tan demodé como la propia palabra demodé.
Lo que más me preocupa es que la estupidez es contagiosa, extensiva, decisiva. Sucede que Ana González ha venido alimentando este populismo, aparentemente anecdótico, no porque tome decisiones, que para eso tiene toda la legitimidad democrática de las urnas y los votos necesarios, sino porque no las toma pensando en una mayoría, o eso que ha venido siendo desde siempre el interés general. Y así, mientras tanto, el Plan de Vías se desdibuja entre bocetos y el Hospital de Cabueñes se vuelve un espejismo en la niebla. Pero de esto, la derecha del paraguas no parece tener constancia, ni falta que hace. Mucho aguante tiene este pueblo que todavía no ha salido a la calle. Y ese día, mucho me temo, Groucho Marx no saldrá con su paraguas.
¿El paraguazo aquel fue a Bono?