A las izquierdas gijonesas les salen las cuentas

Las tres fuerzas políticas de este Frente Popular "a medio gas", madura, discreta y serenamente, con todas sus contradicciones, empiezan a entenderse.

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Víctor Guillot
Víctor Guillot
Víctor Guillot es periodista y adjunto a la dirección de Nortes. Ha trabajado en La Nueva España, Asturias 24, El Pueblo de Albacete y migijon.

La semana pasada se aprobó el presupuesto municipal de Gijón, ese pan ancho y popular del socialismo que se ha ido cociendo a lentísimo fuego y que ha salido del horno, in extremis, con la abstención de Podemos. El frente popular, a medio gas, levanta 336 millones que aliviarán la vida pública de los gijoneses, en un momento político en el que la ciudad no acaba de fraguar un proyecto político consolidado, pero que nace sincronizado con la abstención de Podemos en los presupuestos que se aprobarán en la Junta del Principado esta semana y los segundos Presupuestos Generales del Estado ratificados en el Congreso del gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos.

El árbol de la socialdemocracia parece que va enraizando lentamente en Asturias, a pesar de los continuos vaivenes que da cuando soplan los vientos del Estatuo y la cooficiaildad o siente los arañazos de una pandemia que con omicrón nos ha desnortado a todos más de lo que podríamos llegar a imaginar.  En cualqueir caso, hay algo nuevo en la izquierda española que parece haber consolidado su capacidad de entendimiento, su complicidad y su generosidad a la hora de alcanzar acuerdos. La reforma laboral impulsada por Yolanda Díaz es el síntoma de que se instala una nueva forma de hacer política que, como el pan, se va cociendo lentamente. Esta izquierda imperfecta, que no alcanza a asaltar los cielos, pisa cada día más firme el suelo y es capaz de provocar el consenso de sindicatos y patronal y la discordia entre la derecha liberal y la derecha libertaria que confronta consigo misma en el seno del Partido Popular.

“Esta izquierda imperfecta, que no alcanza a asaltar los cielos, pisa cada día más firme el suelo y es capaz de provocar el consenso de sindicatos y patronal”

En ese contexto se produce el diálogo de la izquierda: tenemos tres partidos que empiezan a comprenderse y que arrastran al conjunto de fuerzas periféricas al diálogo y el acuerdo. Una de las claves de esta fortaleza entre las siglas de la izquierda se verifica en el horizonte al que aspiran: mejorar la vida de los españoles. Parecen haber aprendido la lección. Se cuidan mucho de no disputarse espacios, cada uno aspira a crecer en proporción a su compromiso con los proyectos que benefician al interés general.

A escala local, es muy alentador saber que Laura Tuero, con cierta languidez política, es capaz de abstenerse para que Gijón tenga presupuestos municipales, aunque la renta social propuesta por Podemos-Equo no haya convencido al equipo de gobierno. Me alegra saber que el PSOE tiene suficiente mano para incorporar 47 medidas de Podemos-Equo que harán posible que se afronte en mejores condiciones la pobreza energética, los más humildes puedan ir al dentista, se fortalezca el servicio público de autobuses, aumente el parque de vivienda pública, se rehabiliten las casas de Roces o que la Banda de Música de Gijón pueda pagar la seguridad social de sus trabajadores. Este es ese árbol de la socialdemocracia al que me refiero y que va pergeñando un proyecto de ciudad que, más allá de si es verde, sostenible y habitable, intensifica el sentido de pertenencia a sus instituciones en cuanto tañe la cuerda del reparto de la riqueza.

Banda de música de Xixón. Foto: Luis Sevilla.

Es posible que este presupuesto inicie una nueva fase en la izquierda gijonesa a través de la mesa de seguimiento en la que, reunidos y con el dinero gastado, negro sobre blanco en los papeles, se verificará la ejecución de cada proyecto. Tengo la impresión de que aquel mal sueño que impidió a José María Pérez ser alcalde, hace ya 10 años, es un capítulo cerrado, un mal novelón que algunos se empeñaron en escribir hasta el hastío, y que la izquierda, a todas las escalas, madura, discreta y serena, empieza a entenderse a sí misma, con todas sus contradicciones, con todos sus errores esquizoides, conectando con una justicia doméstica, una necesidad tangible, que ha dejado guardada para otra fiesta en el armario sus banderas. Tiempo al tiempo y esperanza.

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