Hace cuatro años, un grupo de activistas de No Name Kitchen, tras haber recogido en tan solo 10 días desde la localidad serbia de Sid (cerca de la frontera con Croacia) las historias de 123 personas que habían sido devueltas en caliente desde la Unión Europea, en muchos casos con violencia, decidieron crear la red Border Violence Monitoring Network. Lo hicieron de la mano de Rigardu, una organización también independiente que operaba en ese momento en Subotica, cerca de la frontera con Hungría. No Name Kitchen es un movimiento independiente, con presencia en zonas fronterizas de los Balcanes y del Mediterráneo, que combina la ayuda humanitaria a los migrantes con la acción política y de denuncia de las políticas migratorias de la Unión Europea.
Hoy, cuatro años después, desde No Name Kitchen siguen recordando que las devoluciones son ilegales. Según la normativa europea, cuando una persona pide asilo en un territorio de la UE tiene el derecho a que comience un proceso que analice esa petición. Desde No Name Kitchen renuncian que “nuestras fronteras estén marcadas por la violencia”, una violencia “casi diaria y pagada con los impuestos de los ciudadanos y ciudadanas de la UE”.

Dicha violencia es perpetrada por agentes de policía de países de la Unión Europea en contra de toda legalidad. En No Name Kitchen dicen ser testigos, casi a diario, de cuerpos heridos por estos ataques. Hoy, cuatro años después de la creación de la red Border Violence Monitoring Network, afirman “que las devoluciones y la violencia contra las personas en busca de asilo en las fronteras externas de la Unión Europea es una práctica sistemática y muy común”.
No Name Kitchen trabaja en localidades de Serbia, Bosnia y Grecia, tres lugares que suponen una frontera con algún país de la Unión Europea. Allí sus voluntarios reparten comida, agua y ropa a las personas migrantes. “Casi a diario, durante nuestras distribuciones, conocemos a personas que o bien tienen claros signos de violencia en su cuerpo (moretones, sangre en sus ropas, huesos rotos…) o bien se acercan a nosotros a contarnos que han sido víctimas de una devolución desde algún país de la Unión Europea”.
Cuentan que han visto “a jóvenes menores de edad con la nariz rota y sangre en sus ropas que nos han contado que habían llegado a Croacia con el objetivo de pedir asilo y que la policía los encontró, los devolvió a Bosnia y Herzegovina a escondidas por el bosque y los golpeó con porras. Hemos conocido a niñas y niños de muy poca edad con moretones en el cuerpo y sus familiares nos contaron cómo iban en los brazos de su padre o madre y que la policía había golpeado a estos adultos y los niños o niñas habían caído al suelo. Ha habido muertes durante las devoluciones: Entre Croacia y Bosnia y Herzegovina hay un río y en diferentes ocasiones nos han contado cómo en una devolución forzosa en la frontera, alguna persona ha caído en ese río y desaparecido entre sus aguas…. La niña Madina Hussiny, fue devuelta ilegalmente con su familia desde Croacia a Serbia en unas vías de tren y murió atropellada por un tren tras la devolución”.

Toda esta información la recogen en un informe que comparten dentro de la red Border Violence Monitoring Network. Una red que ha ido creciendo hasta contar con más de una decena de colectivos que recogen testimonios en diferentes lugares de la ruta balcánica y realizan labores de denuncia y asesoría legal.
Al mismo tiempo, desde Bruselas, la Comisión Europea ha recibido informes constantes sobre estos hechos ilegales cometidos en nuestras fronteras por agentes de seguridad de países miembros de la Unión Europea y hay miembros del Parlamento Europeo que han compartido estos informes en sesiones de control. Aún así, las autoridades de la UE no han tomado medidas al respecto, y continúan financiando a la policía fronteriza de estos países con el dinero de los impuestos de los ciudadanos de la UE.