Los griegos veían la trayectoria de sus gobernantes como una carrera de cuadrigas. Era frecuente que los jinetes que no se caían cuando arrancaban, lo hicieran más tarde, tras haber domado a sus caballos. Esta comparación vale muy bien para los consejeros del gobierno de Adrián Barbón. Comenzaron en el 2019 triunfales y a mitad de la carrera se están descalabrando, dejando a su presidente vendido y, efectivamente, a los pies de los caballos. El Consejero de Industria y Empleo, Enrique Fernández es uno de ellos. Compareció en la Corte de Fruela para defenderse de la reprobación que convocó al bloque de la oposición, decidido a derribar su gestión de la cartera y fallar en el caso Alú Ibérica, la antigua Alcoa. Le acusan de haber perdido peso político, influencia, capacidad de gestión y ser cómplice del despido de más de 250 trabajadores.

El frío siberiano de la Junta del Principado no impidió que una delegación de obreros de la empresa acudiera a las puertas del Parlamento ni que uno de ellos fuera expulsado del foro tras gritarle “farsante” a Enrique Fernández mientras éste tiraba balones fuera, al estilo de Clemente, perdido y desorientado, desde la tribuna del hemiciclo en un discurso que se balanceaba entre la altanería frente a los escaños de la izquierda y la desidia ante los portavoces de la derecha. «Se nos siguen pidiendo certezas sobre los inversores que se supone hay interesados, pero a día de hoy nosotros no podemos tener esas certezas. Se nos piden también intervenciones públicas para las que este Gobierno no tiene competencia y se nos achacan a nosotros consecuencias de acciones en las que nada tenemos que ver» afirmó en el centro del hemiciclo, después de relatar las sucesivas gestiones que han conducido, por el momento en un rotundo fracaso.

Dice Álvaro Queipo, portavoz del PP, que Fernández es como un sastrecillo valiente con los siete caídos grabados en la hebilla de su cinturón. De los siete inversores anunciados para la empresa, siete gigantes, nos dice Queipo que finalmente se ha quedado todo en siete moscas que nos dejan la sensación de que Asturias camina lentamente por la senda de un estremecedor páramo, aunque el consejero defendió que la recuperación es innegable parapetándose en una letanía de cifras.
“El ex alcalde de San Martín esquivó la posibilidad de que la SEPI interviniera la empresa para evitar su quiebra”
El ex alcalde de San Martín esquivó la posibilidad de que la SEPI interviniera la empresa para evitar su quiebra, algo que han defendido los trabajadores y los sindicatos. Ángela Vallina (IU) también lo hizo, cuestionando la Alianza por la Industria, por su vaguedad e inconcreción y afirmando que la presencia del consejero era un obstáculo en la relación entre IU y la FSA. Vallina no tuvo reparos en recalcar la incapacidad del consejero y su oscurantismo en al gestión de la crisis. La necesidad de que el Estado intervenga es algo que defienden también Podemos, Ciudadanos, Foro y PP. Solo Vox y su portavoz, el diputado Blanco llevaron hasta las últimas consecuencias su liberalismo españolé. En cualquier caso, el consejero está solo. «Es un kamikace en la autopista del parlamento» se llegó a decir. Luís Fanjul (Ciudadanos) tachó al réprobo por «su inacción, indolencia e irresponsabilidad» y Nuria Rodríguez (Podemos) tampoco escatimó reproches. La portavoz le exigió que cogiera las riendas de su consejería: «usted ha venido aquí a victimizarse, a decirnos que lo han engañado, pero usted sabía desde el principio que esto iba a acabar así».

Al tiempo que el consejero interpelaba a los grupos para alcanzar una solución, acusaba a la oposición de hacerle el caldo gordo a la empresa a la que culpaba de todo el fregado con la misma virulencia que una pandemia. Mientras tanto, el administrador concursal de la fábrica de aluminio primario prepara un ERE de extinción que llevará a más de 700 familias al paro, según relató la diputada Rodríguez. El de industria no perdió la ocasión para sugerir a la bancada de la izquierda que a él no le pidieran cuentas con la SEPI, que la comanda la trasladaran a sus ministros en Madrid.
Los consejeros del gobierno son como los Borbones de quienes se decía que había que esperarlos como a los melones: unos salen buenos y otros jodidamente malos. Ciertamente, los presidentes del Gobierno empiezan casi siempre bien y acaban entre almohadillas, cojos y descabalgados. Quizá sea ya el cansancio o la inquina de la oposición; lo cierto es que cuando se alcanza el meridiano de su mandato, su crédito da graves síntomas de estar agotado.