La atmósfera creada en el concierto de inicio de la gira de presentación del último álbum de Nacho Vegas, Mundos inmóviles derrumbándose, el pasado viernes en el teatro Fantasio, en la localidad del occidente asturiano de Navia, fue la de un cuadro prerrafaelista. Fueron los coros de Juliane Heinemann, tan delicados; también, sin duda, la escenografía de Ramón Isidoro; y Joseba Irazoki, con el slide y con el banjo; fue, desde luego, la interpretación de ‘Hablando de Marlén’… Qué belleza, qué desgarro.
Las canciones de Nacho, claro; tras su crudeza, algunas, todo se conjuró para que el teatro se convirtiera en un jardín prerrafaelista. Todo se conjuró para crear un concierto, por encima de todo, hermosísimo y, algo más por encima, para asistir a una lección magistral de canciones, del artesano oficio de crear una canción.
El Fantasio es un teatro pequeño, coqueto por fuera, moderno por dentro, de Navia, teatro, sala de conciertos, salón de actos y cine, al que nos acercamos en una fría noche de enero porque quisimos asistir al estreno del disco, cerca del lugar donde Nacho pudo romper el bloqueo creado por la pandemia y su infausto confinamiento, que le hizo salir de la ciudad para refugiarse en Ortigueira, en el concejo vecino de Cuaña, romper el bloqueo y retomar la escritura de canciones. Cuando necesitó la ciudad, la ciudad no estuvo y, así, hubo de emprender el camino hacia un lugar donde quizá la canción había huido antes, buscando refugio primero. Y la canción resultó estar allí, esperando, en esa tierra batida por el mar. Y, entonces, la gira empezó en la comarca y allí fuimos y Nacho salió al escenario con su banda nueva y tuvimos que acostumbrarnos a no ver a Luis Rodríguez y a Abraham Boba, pero allí siguen Manu Molina, desde siempre, y Joseba, y ahora también están Juliane, Hans Laguna y Ferrán Resines, y el concierto de Nacho atenuó la atmósfera rock de las anteriores ocasiones para convertirse en un precioso jardín prerrafaelista lleno de aroma folk.
“Las canciones de Nacho, claro; tras su crudeza, algunas, todo se conjuró para que el teatro se convirtiera en un jardín prerrafaelista”
Nos sentamos en la hierba, aplastamos alguna flor y sonó John Prine, no era Newport, era Navia, y Nacho cantó la reescritura en asturiano, hecha por Pablo Texón, de ‘Summer’s End’.
Nacho Vegas se presentó elegantísimo con su traje color burdeos y su camisa negra, en forma de espléndido escritor, afortunadamente recuperado en Ortigueira; desde luego, con fortuna para él, porque recuperó su oficio, pero también por fortuna para quienes necesitamos sus canciones, porque también sentimos a ratos ese vacío provocado por la pandemia y la consecuencia del encierro, también sufrimos nuestros propios bloqueos y nuestras angustias y, por eso, qué bien haber estado en el Fantasio, un precioso jardín prerrafaelista adornado con un escenario folk.
[1. El primer bis fue ‘El ángel Simón’, con arreglos nuevos y con la sorpresa del público, que no esperaba esta canción recuperada].
[2. Recuerdo un mediodía de verano en La Plaza, cuando Nacho le comentó a Manu la posibilidad de recuperar ‘La pena o la nada’ para los directos; me parece una canción tan redonda, me acompaña tanto que me atreví a decirle que, por favor, lo hiciera].
[3. Tras el concierto de Nacho Vegas en el teatro Fantasio, de Navia, a la mañana siguiente, necesité dar las gracias, “… por vuestro oficio; porque, además, lleváis nuestra carga sobre vuestros hombros, porque proyectamos todas nuestras emociones sobre vosotros y vosotras, currantes de las música, no solo las proyectamos, sino que hacemos que carguéis con ellas”, y envié este mensaje a dos amigos músicos y a una amiga música, un concierto tiene que transformarnos, la persona que sale ha de ser mejor que la que entra, un poco más sabia o un poco más agradecida].