La mejor manera de conseguir la oficialidá es que Rodrigo Cuevas vaya a Eurovisión

Benidorm, 2023. La Omega300 es la nueva variante del Covid, las tetas femeninas mantienen su censura y el reino de España sigue siendo un reino. Hasta aquí, todo en orden.

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Sonia Carbajal
Sonia Carbajal
Experta en comunicación y mala feminista. Fue consultora y trabajó en publicidad casi 10 años.

Benidorm, 2023. La Omega300 es la nueva variante del Covid, las tetas femeninas mantienen su censura y el reino de España sigue siendo un reino. Hasta aquí, todo en orden.

Los directivos de RTVE, que serán corruptos, pero no son tontos, se dan cuenta de que lo tradi vende (71 % del voto del público consiguió Tanxugueiras) e invitan a participar a la suprema de Asturies. Rodrigo Cuevas se sube al escenario y el público se entrega a un clímax musical sin precedentes en la historia de la música europea.

Miles, millones de maricas, asturtzales, modernas y señoras de bien se vuelven locas a enviar mensajes. Rodrigo arrasa con un 90% del voto popular y se convierte en la nueva esperanza eurovisiva. Pero… Oh, no… ¿Es posible que vuelva a pasar? El jurado experto lo deja en última posición, por detrás del mono que tocaba los platillos y de un Sergio Dalma hasta arriba de bótox, que hace un remix electrónico de “Esta chica es mía, sólo sólo míaaaaa… pum, pum, pum, pum… dónde quiera que esté…weeee… sigue siendo MÍA… pum, pum, pum, pum”.

Se suman los votos y gana la candidata oficialista, con un 2% de apoyo popular, pero todo el aparato del Estado a su servicio. Entre el jurado experto está su madre y un primo de Cuenca que es directivo en La Bayer y pone pasta para el evento. La letra de la canción la ha creado un algoritmo en base a stories de Instagram y el baile ha sido diseñado por un coreógrafo robot propiedad de Tesla.

El público enloquece. No puede ser. Rigoberta Bandini y su elenco de bailarinas se suben al escenario y se quitan la camiseta. En sus tetas desnudas se puede leer un “Nunca Mais” pintado con su propia sangre menstrual.

Tanxungueiras, en el Festival de Benidorm. Foto. RTVE

Màxim Huerta trata de ahogar los gritos del público asistente recomendando una pasta de dientes de flúor fluorescente que se ve, incluso, a través de la mascarilla: “Triple Acción Xtra Purpurine. Que la pandemia no te quite la sonrisa”. Guiña un ojo a la cámara. Se abre el plano. Las Tanxugueiras aparecen de la nada y le dejan inconsciente de un panderetazo. Miran a Alaska, no hay que hacer nada, parece que lleva inconsciente desde 1993. Miran a cámara al grito de “A por eleeeeeeeeeeeeeees” y la revolución estalla.

En plató, en Galicia, en Asturies, en Nafarroa, en València, en Andalucía, la gente decide que ya está bien de que les tomen el pelo. Una madreña rompe una cámara e Inés Hernand se harta de guardar silencio. Saca una foceta del vestidu (este año va de tarta de arroz con leche) y, al más puro estilo La Veneno, va directa hacia los patrocinadores. Los directivos de RTVE suben a la azotea del edificio y huyen en el helicóptero de la cadena.

España se desmembra: tras los directivos de Eurovisión, van los de Glovo, los de Uber, los de Coca Cola, los políticos, las políticas, Eduardo Inda, todas y cada una de las personas que nos ha mentido en el último año recibe ahora respuesta de un pueblo enfurecido. Tras la purga comienza un tiempo nuevo donde todos los territorios son igual de importantes, donde todas las lenguas son oficiales y donde las historias de los pueblos son protegidas. Una España plural, rica y llena de convivencia donde de verdad nun hai fronteres.

Y, si esto os parece una fantasía, deberíais leer lo que nos están contando del Estatuto de Autonomía.

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