Ángel Stanich, género fresco

El músico cántabro llegó este viernes con el ‘sold out’ colgado en la puerta de la Sala Tribeca de Oviedo, 450 personas, para ofrecer su nuevo espectáculo, acompañado de su banda.

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Víctor Guillot
Víctor Guillot
Víctor Guillot es periodista y adjunto a la dirección de Nortes. Ha trabajado en La Nueva España, Asturias 24, El Pueblo de Albacete y migijon.

Durante los primeros meses de pandemia, Ángel Stanich se confinaba en el estudio de grabación para ofrecer una gavilla de canciones que presentaría en dos discos: Una visión global bastante aproximada, primero, y Polvo de Battiato, después. Se diría que el virus, lejos de apaciguar su creatividad, la aceleró hasta tejer un monumento lírico cuyas letras han consolidado al cántabro como un músico de prosa desarmante y febril, de una riqueza sonora insólita en el panorama musical español, capaz de balancearse entre el humor berlanguiano y la derrota de un tiempo habitado por la incertidumbre, sin abandonar su soberanía barroca sobre los inabarcables territorios de la cultura pop, impregnados de un sentimiento insobornablemente lacónico, a ratos sutil, otras grotesco, casi siempre irónico.

El concierto de Ángel Stanich reunió a 450 personas en la Sala Tribeca. Foto: David Aguilar Sánchez

Stanich llegó este viernes con el sold out colgado en la puerta de la Sala Tribeca de Oviedo, 450 personas, para ofrecer su nuevo espectáculo, acompañado de su banda. No lo habíamos vuelto a escuchar en Asturias desde su último concierto en la sala Albéniz de Gijón, con su anterior LP Antigua y barbuda, bajo la barba de bardo errante. La expectación en Oviedo fue muy elevada. Habían pasado cuatro años y, desde entonces, sus canciones han crecido, se han fortalecido, son más poderosas. De alguna manera, la fuerza musical de las nuevas canciones, vestidas con más arreglos, más ropajes, han contagiado a las más antiguas, redefiniendo un repertorio que ha crecido en estatura, se hecho más grande, más ambicioso, quizá, y, en cualquier caso, sirvió para verificar la gran complicidad que hay entre él, su banda y el público.

El concierto se abrió con El volver, el tema con el que principia también Una visión global, una canción/manifiesto que ya nos cuenta del Stanich actual, sarcástico, solitario, creativo, con ganas de salir al combate, sin rencor ni resentimientos, con la espada o su guitarra templadas, el verbo afilado, la imaginación encendida y la banda perfectamente engrasada. Le siguió a continuación Rey Idiota, más acelerada e igual de cínica y pop que todas sus canciones y más desacomplejada: “Quiero ser algo normal / Eduard Punset crepuscular / Tierno Galván en un burdel / Señor feudal en Un, dos tres”. A esta explosión catódica y sentimental, le siguió después Una temporada en el infierno, para cerrar el retrato rimbaudiano que despeja el proyecto musical de un autor con ademanes malditos, pero que en las distancias cortas se descubre como alguien confortablemente cercano y tierno.

Ángel Stanich interpretó los temas de sus últimos discos en Oviedo. Foto: David Aguilar Sánchez

Después de una temporada, el show continuó con Un día épico, de su LP Antigua y barbuda, que Víctor Pescador y la banda prologaron con un Could You Be Love de Marley, encajándola como el guante a una mano. Junto a Carbura, single del 2015, Stanich compuso un díptico en el que el humor se adapta perfectamente con el dolor de una ruptura. La historia es fácil continuó la marcha de un concierto con el público entregado a esa crítica a los negacionistas del Covid, del cambio climático, los posmodernos de la España urbanita y los wokes de la España vacía. La Mecha, Soy tu Alfredo Landa o Nazario fueron encadenándose hasta que el público de Tribeca rompió a saltar con las canciones del bis coronadas con Metralleta Joe. Stanich es nuestro carnicero. Confiamos en él cuando tiene género fresco.

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