La trampa de bajar impuestos

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José Manuel Zapico
José Manuel Zapico
Empleado público y secretario general de CCOO de Asturies.

Las pensiones, los ERTEs, las prestaciones por desempleo, las escuelas y los hospitales existen gracias a los impuestos. También las infraestructuras que permiten a nuestras empresas vender sus productos. Nada ocurre por casualidad y todo tiene un coste (solo las pensiones suponen el 40% del total de ingresos fiscales). No hay fórmulas mágicas, como tampoco hay milagros porque los panes y los peces no se multiplican. Es imposible obtener más y mejores servicios si se reducen los impuestos. No salen las cuentas. Sencillamente.

La desigualdad es uno de los grandes retos de este siglo. Las diferencias entre los ricos y el resto de la sociedad es cada vez más grande. Se podría decir que casi es abismal. La concentración de la riqueza en cada vez menos manos resulta ya obscena. Mientras un puñado de milmillonarios se pelean por viajar al espacio, millones de familias tienen enormes dificultades para llegar a final de mes por no hablar directamente de los cientos de millones de personas que sencillamente se mueren de hambre en el planeta.

“Los ricos llevan tiempo protagonizando una guerra fiscal”

La desigualdad es corrosiva para nuestra democracia porque concentra en muy pocas manos demasiado poder. Más que suficiente para doblegar a gobiernos enteros y quebrar la voluntad democrática. Por eso es importante poner límites, establecer regulaciones claras y precisas que eviten que la avaricia derive en tentaciones autoritarias.  

Los ricos llevan tiempo protagonizando una guerra fiscal. A los millonarios no les vale los paraísos fiscales, tampoco los enormes privilegios en forma de bonificaciones y deducciones fiscales que parecen un traje a medida para no pagar impuestos. Ahora quieren independizarse del resto de la sociedad: no quieren pagar impuestos, no quieren arrimar el hombro, no quieren cumplir con la Constitución Española. Su patriotismo se limita a la pulsera.

Intelectuales tan valientes como rigurosos, como Cesar Rendueles, nos llaman la atención sobre algo que no puede pasar desapercibido: los millonarios han conseguido hacer pasar su victoria fiscal por sentido común. Y lleva razón, porque bajar impuestos no nos beneficia a todos por igual: el cierre de escuelas y hospitales perjudica más a quien no puede permitirse un cole privado o un seguro de salud o, el deterioro de las pensiones públicas no afecta por igual quien tiene en la pensión su único ingreso como a quien lo complementa con otras rentas e ingresos gracias a su enorme patrimonio. Como señala habitualmente Rendueles: nunca hemos escuchado a los enemigos del impuesto de sucesiones abogar por una amnistía hipotecaria a las familias con menos recursos. No todos vamos en el mismo barco.

César Rendueles. Foto: Tania González

La izquierda debemos defender los intereses de la mayoría y no hacerles el trabajo fácil a las personas más privilegiadas. Tenemos la obligación de defender la igualdad de oportunidades y no los privilegios de cuna. Y eso solo se consigue con impuestos justos y progresivos. No se trata de ningún programa revolucionario, tan solo queremos que se cumpla el artículo 31.1 de nuestra Constitución.

Debemos denunciar las competencias desleales y los ejercicios de insolidaridad fiscal como los de los gobiernos de la Comunidad de Madrid. También los chantajes como el de Foro Asturias para apoyar (supuestamente) una reforma del Estatuto de Autonomía que incluya la oficialidá, a cambio de menos impuestos. Porque la oficialidá es un derecho y los impuestos son una obligación.

La fiscalidad en nuestro país es injusta porque el mayor peso recae sobre las espaldas de la clase trabajadora o apuesta por la fiscalidad indirecta que no discrimina entre una persona sin recursos y un millonario. Ahí es donde hay que reformar la política fiscal, para que sea realmente progresivo.

Hay mucho que hacer y no sobra tiempo. Y algo es seguro: con más impuestos y mejor repartidos la inmensa mayoría saldrá ganando. No es cuestión de milagros. Es cuestión de justicia fiscal, de equidad, de democracia plena. No caigamos en la trampa de las bajadas de impuestos que acaban siendo una alfombra roja para los privilegios de los millonarios.

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