Tiempos nuevos, tiempos salvajes, decía uno de los temas ochenteros de la banda Ilegales. Los tiempos actuales poco tienen de modernos, pero siguen siendo salvajes. La ultraderecha galopa libremente (lo sé, las palabras “ultraderecha” y “libremente” nunca deberían compartir frase) por Castilla como su admirado Cid Campeador: en las elecciones del domingo Vox pasó de uno a trece procuradores. El presidente y candidato del PP, que anticipó la convocatoria electoral básicamente porque le salió del nabo, conservará el poder a cambio de renunciar o recolocar un par de letras de su apellido: de Mañueco pasará a ser Muñeco, Muñeco de la extrema derecha.
El Partido Popular tiene un tremendo marrón en Castilla (lo sé, la comunidad se llama Castilla y León, pero el País Llionés no se siente parte de ese territorio, lo dejó claro con los tres escaños que logró UPL). Si algo ha demostrado el PP en su corta y excesiva y abusiva historia es que sabe bracear como nadie en ese marrón que define el color de la mierda. No en vano, es uno de los partidos más corruptos de Europa.
¿Quién hubiera podido imaginar que todas estas generaciones de la derecha, desde la de Aznar a la de Casado, criadas en espacios económicos protegidos donde olía a perfume caro y a culos perfumados, se iban a manejar con tanta soltura entre la mierda de la corrupción? ¿Quién hubiera llegado a creer que estos vástagos de esa oligarquía que lleva décadas y siglos sangrando a la clase trabajadora sin el menor esfuerzo iban a verse obligados a hacerse políticos para seguir robando a gran escala? Y, sobre todo, ¿quién sería el lumbreras que les vendió la gaviota como imagen corporativa? Porque, aparte del buitre, creo que no hay otra ave con peor prensa en el imaginario popular: se alimenta de basura y caga donde le apetece.
La gaviota del PP, lo poco que queda de ella en el renovado logo del principal partido de la oposición (más que una gaviota se asemeja ya a la pelambrera naranja de Donald Trump), anda con diarrea estos días: las elecciones en Castilla le provocaron cagalera. Y está llenando de mierda el tejado de la sede del PP en la calle Génova y el de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, en la plaza Mayor, en el kilómetro cero.
Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado escenifican estos días el Duelo a garrotazos de Goya. Yo celebro que esa derecha, históricamente vertical e inquebrantable, la emprenda a hostia limpia internamente (que es, por desgracia, lo que hemos hecho históricamente y lo que seguimos haciendo las izquierdas), pero lamento que en Castilla haya triunfado, con la bendición de las urnas, la España siniestra de los señoritos de Los Santos Inocentes sobre los que escribió Miguel Delibes, esa España que tuvo y que sigue teniendo licencia para matar a la milana bonita y a todo lo que ella representa.