Si algo ha verificado la pandemia es que todas las victorias modernas y todas las derrotas son temporales. La seguridad que ofrecen es transitoria. Lo que permancece siempre es la incertidumbre, porque la seguridad que ofrecen no perdura más allá del equilibro de poder. La periodista malagueña, muy vinculada Gijon y a Asturias, Patricia Simón (Estepona, 1983) lo sabe porque lo ha visto en numerosas ocasiones en Nicaragua, Palestina, Colombia, Lesbos, lo ha contado en numerosos artículos para Periodismo Humano, Píkara, La Marea, Carne Cruda o Atlántica XXII. Especializada en relaciones internacionales y derechos humanos, en todas sus crónicas lo único indeleble que permanecía inmanente a las palabras de las mujeres y los hombres que entrevistó fue el miedo, condensado y destilado en su último libro “Miedo, viaje por un mundo que se resiste a ser gobernado por el odio” (Ed. Debate. 2022) que fuer presentado este viernes junto a la periodista Alicia Álvarez y el reportero gráfico Alex Zapico, en el Museo Barjola.
Simón afirmó que este libro se comenzó a escribir cuando detectó como la pandemia y las restricciones de derechos y libertades habían desvelado la tristeza y la soledad de mucha gente. «Tras trece años de crsis económica, se observó un agotamiento de la sociedad. Este libro es un alegado a favor de la democracia como herramienta de transformación». La periodista reconoció que «las restricciones fueron gasolina para la ultraderecha» y que lentamente, fueron inoculando un sentimiento de indiferencia en la opinión pública ante las situaciones que los periodistas han ido narrando. En ese sentido, el libro trata de escapar de uno de los vicios en los que la reportera cree que el oficio ha caido: contar las peores historias de entre los que viven peor, para evitar así caer en una especie de consuelo del horror y escapar de la espectacularización del periodismo en el que está presa la profesión, fruto de los espacios de debate que tras el 15M se fueron creando: «Hemos convertido la política en un Sálvame Deluxe»
Alicia Álvarez dibujó el marco en el que si situa Miedo con precisión: «vivimos un momento en el que impera el miedo. Como sentimiento que nos hace vulnerables, maleables, permite que sobre sonotros un control político. El estado de alarma y confinamiento permitió que el miedo inicial por nuestra salud trasparasa la frontera y se convirtiera en el miedo a perder el trabajo, a estar expuestos a que otros decidan por nosotros, un miedo compartido y universal a la pobreza, a la soledad, a la muerte y al otro»

Desde el periodismo llegamos a una sensación de que las historias no llegan a los ciudadanos. El mundo es más complejo y debemos seguir estudiándolo, simplificandolo y contandolo. A veces tengo la sensación de que hemos caido en el vicio de contar las historias de aquellos que están peor de entre los que ya están peor.
El libro intenta aclarar la razón de algunos discursos que resultan aparentemente reaccionarios. Como ejemplo, Simón explicó como era posible que Lesbos dejara de ser una isla ejemplo de la inclusión y los derechos humanos y pasara a ser un territorio con connotaciones fascistas. «Entendíamos los problemas de los refugiados, aquel ejercicio de fraternidad, pero también es cierto que a medida que iban llegando, los vecinos de Lesbos comenzaron a vincular la llegada de refugiados con la criminalidad, con los discursos de fobia a la pobreza, la aparición de núcleos chabolistas. Formaba parte de la doctrina del shock».
Miedos no es sólo una crónica del miedo, es también una reivindicación de los sentimientos y de los afectos, del papel que juega el amor en todo esto para superar el agotamiento. Hay, reconoció, Simón, un intento por alimentar la esperanza, buscando un discurso de la realidad que parta del estudio, la simplificación de los hechos, y su narración para que las historias lleguen al lector, al público y ocupen espacio en las medios de comunicación.