Señor Serrano: pájaros en la frontera

La producción de la compañía de Álex Serrano se puso en marcha el sábado en el Teatro Campoamor dentro de la programación de la Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo.

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Víctor Guillot
Víctor Guillot
Víctor Guillot es periodista y adjunto a la dirección de Nortes. Ha trabajado en La Nueva España, Asturias 24, El Pueblo de Albacete y migijon.

Todos los miedos, el miedo. En esta ocasión, el miedo al otro, el miedo a un pájaro, a los pájaros negro, a los negros. Miedo a lo que sucede al otro lado de la frontera. Miedo al otro. El miedo como desastre social. De eso va Birdie, la producción que la compañía Señor Serrano puso en marcha el sábado en el Teatro Campoamor dentro de la programación de la Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo. Sobre maquetas y varias cámaras, la compañía de Álex Serrano activó un dispositivo que analizó a partir de la fotografía de José Palazón, un discurso que analiza la xenofobia y la aporofobia en el sur de Europa.

Foto: David Aguilar Sánchez
Foto: David Aguilar Sánchez

El planteamiento de Birdie es una acumulación de capas culturales que otorgan al espectador la capacidad de analizar la política fronteriza española en 2016, cuando el salto a la valla de Melilla de centenares de inmigrantes subsaharianos se agolpaba en el monte Gurugú dispuestos a atravesar con su vida la frontera que separa Marruecos de España. Qué sucedía un 14 de febrero en el mundo, en Europa, en nuestro país, qué ha sido y qué es Melilla, quién es José Palazón, quienes podrían ser los golfistas que trataban de hacer un bajo par mientras cuatro o cinco inmigrantes permanecían apostados sobre la vaya que dividía al individuo del sujeto político son capas de actualidad que van desplegando una cartografía del tiempo y del espacio. Todo ese material va recobrando otro sentido con la irrupción de Tippi Hedren en la pantalla, con la llegada de los pájaros, con la presencia de Hitchcock que afirma que, sin pájaros, la película nos provocaría más pavor. Puede ser cierto, la mayor parte de Los pájaros se rodó sin pájaros. Quizá nuestro miedo al otro sea nuevo miedo a la nada, al vacío.

Foto: David Aguilar Sánchez

En Birdie hay un subtexto que remite a Mark Fisher. Melilla es una ciudad espectral, fundada en el siglo XVI, antes de que existiera Marruecos, antes de la nada, con una sociedad castrense y un clima exótico, como de ciudad franca, elevada sobre una arquitectura modernista especialmente brillante, que otorga toda un aura siniestra. Fisher afirmaba que lo siniestro es aquello que está donde no debería estar y aquello que no está donde sí debería. Algo de esto sucede con la foto de José Palazón, hitchockiana sí, lynchiana también, y que la compañía Señor Serrano ha sabido desplegar con un montaje sencillo, un estilo de sonoridad dondelilliana, capaz de convertir la anécdota en una abstracción telúrica y misteriosa. Hay algo mórbido en el miedo. Nos repele y a la vez nos gusta. En el fondo, Serrano invoca de un modo muy pop y elegante no sólo nuestros miedos, también el Mal. Quizá son como los pájaros de Hitchcock, pájaros gemelos. Es imposible encontrarse a uno sin el otro, quizá sea dos nombres distintos para una misma experiencia que se deconstruye y se vuelve a construir con un nuevo significante a través de la imaginación de la compañía. El golf, Los pájaros, los inmigrantes, la valla, forman parte de un imaginario colectivo. Tiene razón Zygmunt Bauman cuando afirma que un significante establecido en el imaginario colectivo puede separarse de su significado, quedar a la deriva y reasignarse metafóricamente o metonímicamente a un número indefinido de nuevos significados. La ultraderecha lo hace continuamente. Hacen falta más Serranos para impedírselo.

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