Paula Fernández Oliveira (Oviedo/Uviéu, 1991) es la autora del informe “Juventud y COVID-19. Impacto de la pandemia en la socialización y salud mental de la juventud ovetense”. Por iniciativa del Conseyu de la Mocedá d’Uviéu, esta pedagoga ha realizado un diagnóstico sobre la situación previa a las medidas de restricción social provocadas por el coronavirus y sus efectos durante su mantenimiento y finalización en el grupo de edad de 18 a 30 años.
Durante la COVID-19 se decretó un confinamiento que impedía la interacción social. ¿Qué efectos provocó en la salud mental de la juventud ovetense?
Tristeza, ansiedad, abulia o pérdida de concentración y estrés, además de problemas de sueño, que pasaron de porcentajes del 65% antes del confinamiento a un 77% después, con niveles de duplicación para el género femenino. Además, durante el confinamiento se incrementaron los pensamientos suicidas llegando hasta el 6,7%, después del levantamiento de este bajan hasta el 5,7% y en la actualidad aumentan de nuevo hasta el 6,2%, aunque en este caso el género masculino es quien más los padece.
“durante el confinamiento se incrementaron los pensamientos suicidas llegando hasta el 6,7%”
Ahora que lo menciona, en marzo de 2022 el Gobierno concede una subvención directa a la Cruz Roja para que, dada la urgente necesidad, implemente un programa de prevención del suicidio, ¿qué le parece?
Me parece una medida maravillosa, ya que no existe ningún plan nacional para la prevención del suicidio. Es muy relevante porque según los últimos estudios, el suicidio es la primera causa de muerte no natural.
También indica en su estudio unas cifras muy altas acerca de la necesidad de ayuda profesional
Antes de la pandemia un 25% de las personas encuestadas ovetenses necesitaba ayuda psicológica profesional, ahora se ha elevado a un 33% de la población. Además, el 38% no recibieron asistencia durante el confinamiento, cifra que ha descendido en la actualidad al 27,7%.

Siguen siendo porcentajes elevadísimos, ¿por qué no han accedido a ese apoyo en salud mental?
Sí, lo son. Pues muchos han manifestado que por problemas económicos, es decir, por no poder pagar a un profesional y que pasaban de acudir una vez cada dos meses al psicólogo de la Seguridad Social, que eso no les servía para nada; a otros les costaba pedir ayuda, por vergüenza o no tenían fuerzas para pedirla y algunos no sabían dónde acudir.
Para hacer frente a estos efectos, supongo que los medicamentos, las drogas, el alcohol pasarían a un primer término
En el estudio nos hemos centrado exclusivamente en fármacos, en los hipnosedantes. Estamos hablando de ansiolíticos y antidepresivos como Lorazepan, Alprazolan, Escitalopram. De nuevo, antes del coronavirus se registraba un consumo de un 10,9%, después ascendió a un 12,9% y actualmente anda por el 9,2%, con una edad media de consumo de 23 años. Este último dato es preocupante, pues si la tendencia general es al aumento del consumo con los años y ya se comienza tan temprano, no sé cómo se llegará más adelante. También se constata que sube en mujeres después del confinamiento y en la actualidad triplica a las cifras de los varones.
A veces la comida se puede usar para calmar el hambre emocional, ¿ha recogido trastornos sobre conducta alimentaria?
Sí, casi un 27% de las personas encuestadas posee algún trastorno en su conducta alimentaria y de esas más de la mitad corresponden al género femenino.
¿Se han generado cambios en el contacto social de la juventud, qué impacto han tenido las nuevas tecnologías?
Explicaban las personas entrevistadas que sentían inseguridad, miedo, confusión sobre la manera de relacionarse. No sabían si tocarse o no a la hora de saludarse; también se volvieron más selectivos para tratar con amistades y muchos se hicieron muy caseros, pasaron mucho más tiempo en el hogar. Sin embargo, con respecto a las nuevas tecnologías, no hemos registrado gran cosa, menciones al uso exagerado del ordenador para tareas académicas, pero no reflejaban una particular negatividad.

¿Qué le indicaban sobre su conflictividad con su entorno más cercano?
En sus relaciones familiares, se pasó de un porcentaje de conflictos del 14,5% antes del virus a un 21% durante la época de quedarse en casa sin salir; con la pareja, ascendió de un 5,8% a un 13,4% y con las amistades de un 4,6% a un 14,3%. Además, un pequeño porcentaje declaró que después del encierro no tenía amigos, otros indicaron que les sirvió para reconectar y pasar más tiempo con ellos. También me gustaría reseñar un caso especial, que es la población reclusa. A estos les dejaron 5 meses sin tener contacto con su familia, salvo el telefónico y se suspendieron actividades en las que participaban; pensemos, por ejemplo, en talleres de carpintería, de autoconocimiento, deporte, también en clases para mejorar su educación. Su supresión les generó un sufrimiento añadido a su estancia en la cárcel.
¿Ha podido percibir algún efecto positivo de la pandemia?
Algunos comentaban que antes eran más introvertidos y esto les había servido para socializar más, para darse cuenta de que no estaban viviendo su juventud, pero fueron los menos. La mayor parte realizaba una valoración negativa de ese período. También se sintieron atacados por la opinión pública, por ejemplo, a través de expresiones como “la ola joven”, al estigmatizar al grupo durante la propagación del virus y pensaban que no se habían tenido en cuenta sus necesidades.
¿Qué necesidades?
Desde 2008 llevan padeciendo la crisis económica y son la juventud más preparada, pero sufren precariedad laboral, se tienen que marchar fuera a trabajar y solo se les machaca como colectivo.