“El FMI te tiene con una pistola en la cabeza permanentemente: No hay un fondo con rostro humano”

Su dialéctica ha convertido a Ofelia Fernández en una de las figuras más destacadas de la política argentina, pero también receptora de odios en redes desde la extrema derecha

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Daniel Ripa
Daniel Ripa
Es psicólogo social y diputado de Podemos Asturies.

Ofelia Fernández (22 años, nacida en Buenos Aires el 14 de abril del 2000) es diputada en el parlamento de Buenos Aires. A los 19 años se convirtió en la legisladora más joven de toda Latinoamérica, impulsada por el Frente Patria Grande, que aupó a las instituciones a perfiles menos habituales, procedentes de sectores depauperados o líderes estudiantiles y feministas. Antes había comenzado su militancia en su centro de estudiantes de secundaria, donde a los 15 años dirigió la ocupación de numerosos centros educativos y a los 16 fue elegida presidenta del Centro de Estudiantes del Pellegrini, al frente de la lista “El estallido”. Argentina la descubrió en 2018, siendo estudiante aún, durante su comparecencia en defensa del derecho al aborto.

Cuando le preguntan por la experiencia de convertirse en la diputada más joven de Latinoamérica evita reforzar ideas personalistas y explica que ella es “el resultado de un momento histórico muy particular en la Argentina que tiene una conclusión muy particular que es el del movimiento feminista, de un proceso de movilización y un proceso de legitimidad muy alta que decidió ir a la disputa del poder real”. Su dialéctica imparable le ha convertido en una de las figuras más destacadas de la política argentina, pero también receptora de odios en redes desde la extrema derecha organizada, que casi a diario la desacreditan con fake news. 

La entrevista, realizada en la sede de la legislatura de Buenos Aires, tiene lugar pocos días después de que su ejecutivo haya firmado un acuerdo con el FMI para el pago de la deuda que ha partido en dos a su gobierno, entre quienes avalan el documento firmado como el único posible y los que lo critican, entre los que se encuentra el partido de la ex presidenta Cristina Fernández Kirchner.

Hace pocos meses juraba el cargo un diputado de la extrema derecha. Antes de llegar al parlamento sus méritos, entre otras cosas, eran violentar y acosar a muchas personas, entre ellas a tí. Le dijiste en su toma de posesión: “Yo no quiero ser su víctima, pero no tengo problema en ser su enemiga”. ¿Cómo poner límites a esa crispación de la extrema derecha?

No es algo que tenga completamente resuelto, esa confrontación permanente. Pero desde el momento en que tuve exposición intenté una nueva mirada, que no sea victimizante, porque perdía yo. Una vez que se constituyen estas fuerzas misóginas, violentas o negacionistas, fingir que podemos hacer que no existen es un paso en falso. Cuando las personas que me puteaban en twitter adquirieron una banca desde esos discursos, intenté poner de manifiesto que la única opción posible pasaba por derrotar políticamente ese sentido común. No podemos hacerles la concesión de que la única relación posible sea ellos atacándote sistemáticamente y tú denunciando ese ataque. Por el contrario, cuando somos ofensivos, desarticulamos lo personal y los neutralizamos políticamente. 

Las extremas derechas responden a una crisis que no es solo argentina. Vivimos en un mundo lleno de incertidumbre y ansiedad, para las nuevas generaciones, en relación a cuál es su futuro, el del empleo, el del ambiente, también en relación a las violencias de género y violencias sociales. Y estas fuerzas navegan sobre esa frustración o impotencia. Cuando digo que me voy a convertir en su enemiga, quiero decir que me voy a dedicar a demostrar que entiendo la frustración e impotencia de la sociedad, pero que creo que es la política la que puede transformarla.

“En Argentina, la lucha por el derecho al aborto corrió el límite de lo posible. Ahora necesitamos una reforma judicial feminista”

Aquí en Buenos Aires comienza a abrirse paso una extrema derecha libertaria, encabezada por Milei, un exportero de fútbol que se hizo famoso con sus proclamas neoliberales en televisión. ¿Por qué están entrando en algunos sectores juveniles, mientras cogen la bandera de la rebeldía y cómo contraponemos eso? 

No es la primera vez que pasa en Argentina. La crisis social, la desigualdad, la miseria, la hostilidad de la vida, muchas veces termina en antipolítica. Esa antipolítica a veces ha inaugurado capítulos de transformación social muy profunda de la realidad en nuestra historia, pero hay momentos en que quien captura mejor eso es la extrema derecha, con discursos más violentos y con políticas para las minorías privilegiadas o el poder económico corporativo.

En Argentina, los grandes movimientos de transformación social, feminista o ambiental, ganaron representación político-institucional. Y se organiza y se ordena institucionalmente un proceso autogestivo desde abajo. Pasamos a ser un poco parte del status quo, lo que en el fondo es una victoria. Ahí está el desafío para quienes construimos esos movimientos: integrarnos en la gestión, mientras seguimos construyendo irreverencia, temperamento. Llegan funcionarias feministas, estamos en los partidos, en el ministerio, y salimos a festejar de más. Pero estamos en el punto de partida y si no aprovechamos el potencial transformador, terminamos generando distancia con la parte cotidiana y reivindicativa para las mayorías del proceso y perdemos la capacidad de desorden, de disrupción. Y lo canaliza mejor quien trabaja desde la misma frustración que movilizábamos nosotros pero para otro lado y que pueden decir cualquier cosa porque no tienen nada que perder ni dar la cara ante nadie. 

Ofelia Fernández. Fuente: Frente Patria Grande

Antes era una cosa que me asustaba, pero he aceptado que es así y que hay que demostrar que otra cosa es posible. No considero que hayan vencido, ni que sean mayoría, aunque estén en un buen momento. Nosotras somos gobierno. Tenemos que dar respuesta. No tenemos que decir cosas, tenemos que hacer cosas. No valen las excusas. 

Entre los movimientos que os empujan se encuentra el feminista, que cautivó al mundo entero con su lucha por el derecho al aborto. ¿Cómo el movimiento feminista ha transformado Argentina y cuáles fueron las claves de esa victoria de la marea verde feminista en la conquista de ese derecho?

Está claro que el momento más alto de masividad y participación fue en 2018 y la lucha por el aborto legal, aunque quizás en Europa es un derecho ya conquistado y no llama tanto la atención…

No creas, tuvimos un intento con el gobierno de Rajoy y el ministro Gallardón de volver hacia atrás en el derecho al aborto…

Quiero decir que aquí haberlo ganado era una cosa histórica. No era obvio. Fuimos solamente el segundo país de Latinoamérica que legalizó el derecho al aborto. Se corrió el límite de lo posible en relación a ese derecho. Ahora, ese derecho está constituido y hay que pelear una implementación total y responsable, pero también hay que pensar en qué fue pedagógica esa lucha transversal e intergeneracional. En ella quedaron muchas peleas que hay que seguir empujando. Por ejemplo, hablábamos de una dimensión educativa, con la ley de educación sexual integral, para prevenir embarazos, pero que iba más allá: consentimiento, abusos, diversidad lgtbi, homofobia y transfobia, placer, sometimiento y poder en las relaciones. Además, la lucha del aborto se dio con conciencia social: las que morían en el camino son las que no tenían recursos, plata, para pagarlo. 

Conseguimos transformar el sentido común y la política. Hizo evidente que necesitábamos representantes comprometidas con esa perspectiva y eso ayudó a la entrada de nuevas dirigentes políticas. Y ahora toca derivar con nuevos objetivos. Hemos denunciado la violencia de género pero luego las leyes las aplican jueces y la justicia debe reformarse, necesitamos una reforma judicial feminista.

“Hemos de entender la angustia colectiva de los jóvenes por los problemas estructurales en relación a la vida y el futuro”

Justo esta semana se ha firmado el acuerdo con el FMI, que ha conmocionado a la coalición Frente de Todos de la que formas parte. ¿Se puede imaginar un horizonte de transformación en Argentina tras el acuerdo de la deuda del FMI y los ajustes que podrían conllevar?

Vos votaste un gobierno pero no elegiste un no gobierno, el FMI, que cada tres meses te dice si está bien o está mal tu política. Y si creen que está mal, cosa que sucede a menudo, como estás refinanciando la deuda con el propio fondo, no te dan crédito y te explotan allí. Te tienen con una pistola en la cabeza permanentemente. Y eso apaga buena parte de la motivación y movilización social que necesitamos.

Pero si no hubo otra opción que abordar esta negociación, al menos tenemos que negociarles a ellos, demostrar que hay innegociables con nuestra sociedad, una deuda interna con nuestro pueblo que va primero. Hay que sortear la impotencia y convertirla en determinación. Como te ven, te tratan. Si sólo queremos cumplir las metas con el fondo, y llegar bien a la reunión y ser amables, y creer que tienen un rostro humano y sensible que les va a llevar a entender los problemas de Argentina, cuando es algo que jamás hicieron y no hay precedentes de ningún fondo comprensivo, no creo que nos vaya muy bien.

Hay que sentarse y decirles “mira lo que me pide la gente”. Hay que construir organización que dé legitimidad a los procesos de transformación, que siempre tienen las mismas resistencias de los poderes económicos, justicia o medios de comunicación. Siempre fue con organización cómo se ganó cualquier derecho en la historia de Argentina. Ojalá recuperemos la esperanza.

Hablando de futuro, ¿cuál es el diagnóstico del estado actual de la juventud en Argentina? ¿Crees que los movimientos políticos tienen una agenda joven que les permita ampliar en este colectivo?

En mi experiencia está siendo posible desarrollar una plataforma joven dentro de la política institucional, a pesar de que estamos en la oposición en la ciudad de Buenos Aires y nuestras iniciativas parlamentarias son rechazadas en bloque. Como militante decía cosas en mi espacio de amigos o de estudios, pero gracias a estar aquí toman otro alcance esas reivindicaciones. Hay un impacto. Ya no estamos haciendo un debate para nuestra generación sino que logramos que esos temas pasen al debate público. Me odian tanto que logro imponer discusiones, porque a un sector le caigo muy mal pero se acercan otros muchos que ven con buenos ojos esas propuestas o esa radicalidad. Vale la pena que la participación juvenil se traduzca en espacios de definición, no es el objetivo último, pero hay un aporte claro.

Parece que se empieza a hablar, tras la pandemia, de los problemas de salud mental y, en especial, sobre sus efectos en los jóvenes…

Sí. Es un gran problema post pandémico. En España había muchas referencias y está dentro de la agenda pública, pero aquí ha costado algo más. Aunque es un fenómeno global: las jóvenes salieron de esta pandemia con más ansiedad, depresión, problemas de consumo, trastornos alimenticios. No hay solo que patologizar o individualizar sino que hay que entenderlo como parte de una angustia colectiva por problemas en relación a la vida y el futuro, que son estructurales. El nivel de precariedad o desempleo en la juventud tiene impacto en materia de salud mental. 

Hay una tendencia del neoliberalismo a hacerte creer que los problemas vinculados a la salud mental son siempre individuales y particulares y sólo requiere recetas personalizadas. Pasó en la guerra de Vietnam, volvían y les decían que tenían estrés postraumático. Pero no era eso, sino que habían vuelto de una guerra. Comprendemos que hay herramientas de contención individuales, que deben ser públicas, un derecho en términos de acceso. Pero la solución a muchas frustraciones está en la construcción de políticas públicas, en la construcción de una sociedad o de un empleo que esté a la altura, que actúen ante los problemas de base. 

Hablemos de Horario Rodríguez Larreta, el intendente (alcalde) de la ciudad de Buenos Aires, donde tú eres legisladora, al que muchos ya sitúan como el mirlo blanco que podría ser el candidato a la presidencia en 2023, el referente de la derecha moderada, recuerda a Feijóo en España, supuestos “moderados” con un programa oculto.

Imaginar el 2023 es misión imposible acá en Argentina. Hay problemas muy grandes. Sobre Larreta, hemos de ser muy responsables en su escrutinio. Tenemos legisladores y organizaciones que están trabajando donde no hay estado en la ciudad, resolviendo los problemas con los recursos con los que contamos, somos gestores de conflicto. Cooperativas de cartoneros llevando a cabo trabajo ambiental, bachilleratos populares por la falta de vacantes. Gobernamos la ciudad en algún punto. Debemos mostrar que hay un compromiso real con mejorar la vida de la gente de Buenos Aires, abandonada por el gobierno de Larreta.

“No podemos hacer la concesión a la extrema derecha de que la única relación posible sea ellos atacándote y tú denunciando ese ataque”

¿Y por qué el macrismo, y la ola neoliberal del ex presidente que dejó Argentina endeudada con el FMI, vuelve después de haber salido muy derrotado en 2019?

Macri sólo puede reivindicarse de forma retroactiva, los que estuvimos allí supimos la basura que fue y el impacto negativo que tuvo en todos los lugares de la vida. Tuvo un rechazo contundente, pero a pesar de ellos en su última elección sacó un 40% de voto, no se fue enterrado. En un sistema político tan polarizado lógicamente hay algo que sobrevive, es poco lo que se mueve de un lugar a otro electoralmente hablando.

Y si puede volver es porque a nosotros no nos está yendo bien. Es cierto que los efectos de la pandemia y la negociación con el FMI le dejan poco margen al gobierno, como para generar el contraste que imaginábamos. Por eso el gobierno debe de hacerse cargo, reconocer los problemas de parálisis y acelerar los procesos de transformación que eran parte de nuestro contrato electoral. Eso es ahora urgente.

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