Staytons: aristócratas del pop

La banda de Villaviciosa presentó su segundo álbum, Lo que siempre has querido, en la sala Billy Bob

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Víctor Guillot
Víctor Guillot
Víctor Guillot es periodista y adjunto a la dirección de Nortes. Ha trabajado en La Nueva España, Asturias 24, El Pueblo de Albacete y migijon.

Staytons puede significar cualquier cosa. Lo miré en el traductor de google. Estancias. ¿Pero estancias llenas o vacías? Ni una cosa ni la otra. Estancias en las que se están colocando los muebles de manera ordenada, con diferentes estilos musicales que hacen que sus conciertos sean muy disfrutables.

Lo cierto es que Staytons está siguiendo el camino habitual al éxito de cualquier banda que pasa del indie pop al pop rock, va y vuelve. Son tan ofensivamente jóvenes que es imposible saber qué carajo les deparará el destino. Sin embargo, lo que les diferencia de otras bandas es que saben los teclas, las cuerdas y los pedales qué tocan al poco de dar sus primeros pasos. Uno tiene la impresión de que van esquivando etiquetas, atacando diferentes estilos sin ningún complejo y pudor. Bien.

En el concierto que celebraron el sábado pasado en la nueva sala Billy Bob, situado en la calle Cabrales de Gijón, presentaron su segundo álbum, Lo que siempre has querido, y se demostró que van en serio. Tengo la impresión de que Juan Vicente Stroup aporta con sus toques de teclado un brillo glam, no a la manera de Bowie, porque aquí no hay máscaras, aunque sí una actitud bastante crooner. Me refiero, especialmente al sonido que producen y cómo lo producen: con una actitud más noble, más romántica, más glamurosa. Espera, espera. La palabra exacta es… más aristocrática.

Juan Vicente Strop. Foto de Arancha Blanco.

Es probable que la presencia, siempre llamativa, de Stroup desvíe la atención del resto de la banda. Juanvi Stroup se mueve por el escenario como Bryan Ferry en los 80. Aporta cierta insolencia y bastante elegancia, con una puesta en escena controlada, cierta impostura glam de aire aristocrático, ya digo, convirtiendo que una pose envuelta en una camisa blanca y unos tirantes negros se manifiesten como una manera de estar distinguidamente pop. La incorporación de un metal con Luis Ángel Sánchez añade en algunas canciones arreglos deliciosamente funk que enriquecen aún más los temas, incluso con esos gestos de niño ingenuo que juega con la trompeta, canciones suit de múltiples segmentos que admiten que un tema pop como Te veo bien termine fácilmente convertido en una rumba rockanrollera en la estela de Los Rodríguez. Staytons juegan a la yuxtaposición de estilos que entran en conflicto. Les excita la sorpresa.

Y aunque se presenten en su página web como una grupo de influencias británicas, haciendo referencia a Capital Cities o Two Door Cinema Club, lo cierto es que Singularity, su primer álbum se acerca más a France Ferdinand o Roxy Music. Sólo la pose granítica, adusta, de una gran firmeza y seriedad, como un jefe de máquinas de Venti Sariego a la guitarra, nos transporta a un rock latino con aire retro ochentero genuinamente argentino. Porque en el concierto del sábado estuvo presente la sombra del desaparecido Gustavo Cerati, el alma de Soda Stereo, cuando Staytons tocaron su Rio y que, de algún modo, también recordaba a Cuando pase el temblor.

Staytons son capaces de afrontar cualquier estilo. Con hambre nos empujaron casi al cabaret y La última canción reverberaba al mejor momento en la carrera de Los abuelos de la nada. In the black, encadenada a Dirty Dogs se sumergió de un modo refrescante en un post rock ligero y desenfadado. De pronto, me sentí a gusto pensando que tenía 20 años, bebiendo cerveza y bailando, rodeado de niñas que no dejaban de disparar fotos con su móvil a lo que no admite competencia, la insoportable vejez.

Cada uno de los miembros de la banda a adoptado el blanco y el negro de su indumentaria de una manera distinta. Si Stroup parece sacado de una estancia de primera clase del Titanic en la noche más importante previa a su hundimiento, su réplica obrerista se encuentra en Sariego, con la camisa arremangada y unas vans negras que delatan sus instintos. Por el medio, una versión ingenua y diletante con Sánchez a la trompeta y otra más física, urbana y moderna en la manera de ejecutar de Andrés Ribera, bajo eléctrico, y Samu, el batera. Juntos demuestran ser demasiado jóvenes para ser irónicos, pero con con la madurez suficiente para saberse un grupo pop, ligeramente autoconsciente, sin maldad alguna, una especie de banda noble y optimista, la némesis de los Drugos de La naranaja Mecánica firmada por Anthony Burges.

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