“Hay que reducir el consumo de energía sin que las personas vulnerables sean las más perjudicadas”

Marina Gros, de Ecologistas en Acción, recuerda que estamos en “un momento crítico” y que son necesarios “cambios profundos” para garantizar la transición energética

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Bernardo Álvarez
Bernardo Álvarez
Graduado en psicología y ahora periodista entre Asturias y Madrid. Ha publicado artículos en ABC, Atlántica XXII, FronteraD y El Ciervo.

Marina Gros es la responsable de la campaña #LaVerdadDelGas, promovida por Ecologistas en Acción. Esta martes participa en una mesa redonda en Gijón, organizada por la federación asturiana del colectivo ecologista, con el título “La regasificadora de Gijón. Más allá de la guerra, ¿qué está pasando con el gas“.

¿Qué le sugiere que se esté volviendo a hablar de poner en funcionamiento la planta regasificadora del Musel?

Es un claro ejercicio de la doctrina del shock que fue descrita por Naomi Klein. Ella habla del capitalismo del desastre en el que los poderes económicos utilizan en su propio beneficio cualquier situación, ya sea una catástrofe natural o una crisis económica, política, energética o de seguridad. Son momentos de mucha inestabilidad en los que la población tiene mucho miedo, y confía en esos poderes para que tomen las decisiones que les saquen de ella. Esos momentos se aprovechan para implantar políticas que en otros momentos no se implantarían. Lo primero que me viene al escuchar este tipo de titulares sobre el caso del Musel, o gaseoductos como el MidCat y otros más, es ese aprovechamiento de la coyuntura humanitaria y energética para un mero objetivo económico.

Se habla mucho de transición energética, pero en cuanto vienen mal dadas nos echamos de nuevo en brazos del gas y del petróleo

Y es realmente preocupante, porque da la sensación de que las políticas energéticas europeas no han sabido ver a medio ni a largo plazo. Esta situación se lleva fraguando desde 2014, cuando Rusia invade el Donbass y la UE empieza a plantearse salir de la dependencia rusa. Pero diez años después seguimos dependiendo en un 40% de las importaciones de gas ruso. Aunque el carbón sí que ha salido de esa piedra de toque de la seguridad energética y se está abandonando, el gas sigue ocupando ese lugar central.

¿Es realista plantearse una alternativa al gas proveniente de Rusia?

Hay estudios realizados por una coalición de oenegés que han analizado la hoja de ruta que plantea la UE, el Repower EU. Esta hoja de ruta dice que hay que reducir en dos tercios la dependencia del gas ruso en los próximos años, y habla de tener los almacenes llenos en hasta un 80% antes del próximo invierno.  Estas oenegés lo que hacen es plantearse cómo podrían alcanzarse esos objetivos sin aumentar el número de infraestructuras gasistas, sin poner en juego la salida del carbón y sin afectar a la calidad de vida de las personas. Se puede hacer, pero hay que jugar bien las cartas y las inversiones.

“Las políticas energéticas europeas no han sabido ver a medio ni a largo plazo”

Ellas hablan de focalizarse en una reducción de la demanda a través de la rehabilitación energética de los hogares y la electrificación de la calefacción de los hogares mediante la bomba de calor. Lo que les sale es que solamente se necesitan cubrir 50 bcm (miles de millones de metros cúbicos de gas) que no fueran de gas ruso. Ahora la dependencia es de 150 o algo más, y se reduciría en dos tercios. ¿Es posible importar esa cantidad de gas con las infraestructuras actuales? Sí, es posible, pero el problema está en dónde lo sacamos. Desde Ecologistas en Acción estamos todavía analizando las posibles variables y las posibles soluciones, pero partiendo de la base de que estamos en una situación excepcional tratando de jugar con las reglas pasadas. No nos damos cuenta de que hay que realizar cambios profundos, tal y como decía el IPCC en su último informe de hace una semana. Estamos en un momento crítico, urgente, en el que los cambios deben ser realmente profundos. No podemos apostar por más infraestructuras gasísticas.

¿Sería posible satisfacer nuestra actual demanda de gas con otro tipo de energías renovables, o es necesario reducir el consumo energético?

Todo podría hacerse, la cuestión es cuándo. Lo más rápido actualmente sería reducir el consumo de forma potente, pero asegurándose de que las personas más vulnerables no sean las más perjudicadas. No estamos hablando de que los hogares tengan que reducir su consumo, sino que estamos hablando de una reorganización del uso de la energía. Estamos hablando de que en vez de transportar mangos de América Latina a España tenemos que utilizar los recursos que tenemos dentro del propio Estado. Estamos hablando de que los grandes viajeros, que son los hombres de negocios de las grandes empresas que van en avión en viajes transatlánticos, tengan que reducir ese tipo de viajes. Hay que poner el foco en quienes son los que más consumen y quienes son los que más tienen que reducir. Una reducción del consumo, pero muy pautada y muy racionalizada y que no afecte a las vidas de las personas de a pie. Y así sería mucho más fácil desarrollar proyectos renovables que estén bien dimensionados a las necesidades.

FOTO: David Aguilar Sánchez

¿Qué es el proyecto MidCat del que hablabas antes?

Es un proyecto de gaseoducto que uniría la parte catalana con el Midi francés. Pero eso es solo una parte, pues se trata de un proyecto mucho más grande, de una especie de pulpo que llega desde Portugal, pasando por España hasta el sur de Francia. Este proyecto ya fue rechazado en 2019 por las propias agencias de la energía francesa y española por considerarlo poco rentable económicamente. En ese momento se vio que no había una necesidad de esta conexión. Sin embargo, las empresas gasistas sí que tenían interés en realizar esta infraestructura. Las compañías gasistas, como por ejemplo Enagás, que es propietaria de la mayor parte de los gasoductos y las regasificadoras de España, cobran por el transporte del gas. Les interesa tener cuanta más red mejor, y eso hace que su negocio se amplíe en el tiempo. Es muy curioso que la UE les de un papel fundamental a estas compañías, hasta el punto de que tienen la posibilidad de pautar el desarrollo de las infraestructuras gasistas consideradas prioritarias a nivel europeo.

Marina Gros con la regasificadora al fondo. Foto: David Aguilar Sánchez.

El MidCat tuvo mucha oposición ciudadana, porque que te pase un gasoducto al lado de casa tiene unas consecuencias en los espacios naturales y en la salud. Estas infraestructuras tienen fugas que tienen una relevante incidencia climática, pues lo que se fuga de ellas es gas metano, que tiene más potencial de calentamiento que el CO2. El MidCat es una instalación que requiere inversiones millonarias. Enagás y las compañías gasistas están muy convencidas y con muchas ganas de que este proyecto se realice, pero la Comisión Europea ya dice que Francia no lo ve como una necesidad. Incluso su utilización en el futuro como fuente de transporte del hidrógeno verde va en contra de la estrategia de hidrógeno verde francesa.

También consideramos que no tiene ningún sentido hablar de producción y transporte de hidrógeno verde cuando es un vector energético muy caro y que requiere muchísimas energías renovables para producirse. Decir que España va a ser la gran exportadora de hidrógeno verde a Europa nos parece una falta de perspectiva y de luces. 

¿Y qué puede decir sobre el plan Repower EU?

Es una hoja de ruta de la Comisión Europea como respuesta rápida para v salir de la dependencia de Rusia a nivel energético. Es un esbozo que se hace en la segunda semana del inicio de la invasión y que será ampliado en mayo. Plantea la diversificación energética, el aumento de la eficiencia energética, o la descarbonificación de la calefacción, así como la búsqueda conjunta de nuevos proveedores de GNL y de gas. Hay que tener en cuenta que las posibles entradas de gas a través de gasoductos a Europa son las que son, pero esta situación ya está haciendo que países como Israel vuelvan a plantearse la construcción de gasoductos que se pararon en su momento.

Por otro lado tenemos el acuerdo de EEUU y la UE en el que EEUU se compromete a proporcionar 15 bcm de gas natural licuado a Europa anualmente. Este tipo de acuerdos favorecen nuevas instalaciones de gas de fracking en EUU, y van asociadas a contratos de suministro largo plazo, a 15 o 20 años, con las implicaciones que eso tiene a nivel climático. La situación es catastrófica debido a esa mirada cortoplacista que se está teniendo.

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