La Libre Paisaneta nació un mes de diciembre de 2017. Adoptó la forma de librería en sus primeros meses de vida, con obras principalmente de editoriales y distribuidoras independientes. “Es un tipo de literatura que nos gusta más, nos mueve más”. Estas son las palabras de una de sus impulsoras, Dolores, o “Dolo”, tal y como la llaman sus cercanos. En aquel local, situado en la Calle Fernando Alonso, una zona no muy transitada del Campillín, disponían de libros de diversos temas relacionados con el feminismo, la crítica social, poesía, movimientos underground…

La Libre Paisaneta no era una, sino muchas: Hugo, Sam, Ula, Sara, Noe, Raúl, Jaggued, Guty, Nuria, Alba… Todo un grupo humano que hizo posible, y lo sigue haciendo a día de hoy, un proyecto que va “más allá” de los libros. Con el paso del tiempo, este grupo humano se percató de eso mismo: “nos dimos cuenta de que abrir la librería más allá de la compra-venta era más divertido e integrador”. Esta apertura se extendió al vecindario, con la estimable colaboración de su vecino Manolo, y también al mundo de la cultura, como cuenta Dolo: “venía un fotógrafo vecino al que le gustaba exponer sus trabajos en la librería porque se sentía como en casa”. El objetivo fue tomando forma: “queríamos hacer barrio”.
“Nos dimos cuenta de que abrir la librería más allá de la compra-venta era más divertido e integrador”
Y esta forma fue la de asociación, yendo más allá de una simple librería. “Cuando empezamos a proponer actividades, fue como un boom: la librería se llenaba, venía mucha gente”. Por fin, “cumplíamos el objetivo de tener un sitio donde hacer las cosas que nos gustase y nos llenase”. Tan bien fue que cambiaron de local, en la Calle del Postigo. “Estábamos cerca de L’Arcu la Vieya, hermanas nuestras y que nos ayudaron mucho desde el principio, al igual que El Local Cambalache. Estábamos creando una red muy guapa”. No obstante, no era oro todo lo que relucía. Las trabas administrativas para organizar mercadillos de libros o los altos costes de alquiler del local, generalmente muy altos en todo Oviedo, dificultaban sacar adelante algunas de las actividades.

Sin embargo, esta actividad se paralizó cuando la Covid-19 irrumpió bruscamente en nuestras vidas, y las de La Libre Paisaneta tuvieron que abandonar su local en junio de 2020. Pero, lejos de ser el fin, fue el principio de algo nuevo: la asociación se mudó al Oviedo rural. Concretamente, a La Manzaneda, una localidad a unos 8 kilómetros del centro urbano de la capital asturiana. En esa misma localidad, situada a poca distancia de Olloniego y de Santianes, es donde reside Dolo. “¿Por qué no lo intentamos aquí, en el pueblo?”, se preguntaron en pleno confinamiento, cuando todavía no tenían claro qué iba a suceder con la asociación. “Nos pusimos manos a la obra, y continuamos las actividades, pero en formato online”. Con una cuadra pequeña a modo de librería improvisada, junto con la voluntad de amigos y amigas, hicieron andechas y comenzaron a construir lo que, a día de hoy, es ya el nuevo espacio de La Libre Paisaneta: “nos ayudó para volver a reunirnos y combatir la incertidumbre tras el confinamiento”.


El objetivo de ampliar el proyecto y llegar a cada vez más gente sigue, sin embargo, intacto: “la gente del pueblo parece que está muy animada, con ganas de hacer cosas. Nos dicen que les apetece mucho”, según le dicen a Dolo. Y tienen la mira puesta, también, en la zona urbana: “tenemos la idea de que Oviedo es Gascona, el Antiguo… Pero Oviedo es también sus pueblos y la zona rural”. En este sentido, el cambio de ubicación es también un cambio de mentalidad, ya que pretenden “quitar la idea de que tamos aislaes” a quienes viven en el propio pueblo, y a quienes viven en las ciudades: “queremos que la gente de la ciudad le pierda el miedo a coger un autobús, la bicicleta o, incluso, ir andando y probar la vida rural”.
Esta nueva etapa, en la que llevan muchos meses trabajando, sigue actualmente en construcción. El local quiere ser amplio, en el sentido más literal de la palabra, como demuestra el huerto del que disponen, así como el taller destinado a hacer todo tipo de actividades y un largo etcétera de nuevos proyectos que se abren en esta nueva etapa. “Queremos mostrarle a la gente cómo se vive en el pueblo, que vivan lo que se vive en el pueblo”.

La Manzaneda, como muchas otras localidades no urbanas, posee una gran riqueza histórica y cultural. De hecho, hay diversas rutas en las cercanías del pueblo, incluso desde el propio centro urbano hasta La Manzaneda. También es destacable la ruta de la cueva de La Viña, que cuenta con nada menos que pinturas rupestres de la época del paleolítico, todo un asentamiento prehistórico que, sin embargo, fue cerrada por falta de presupuesto desde las Administraciones. La Manzaneda aún conserva, además, restos de las escuelas que se construyeron durante la II República, fruto del rico movimiento cultural. “Esto es también Oviedo, y queremos reivindicarlo”, en palabras de Dolo.

El nuevo proyecto de La Libre Paisaneta ya está en marcha, con compañeras habituales como Alba, Adri, Estela, Mel, Raquel y Mónica. El pasado sábado 2 de abril, decidieron dar el pistoletazo de salida oficial. Desde el mediodía hasta bien entrada la tarde, la asociación organizó ‘La folixa de La Paisaneta’, a modo de inauguración del nuevo espacio en la zona rural: mercadillo, sesión de tatuajes, cuentacuentos a cargo de Amaia Caunedo, música en directo, recital de poesía a micro abierto, comida vegana y vegetariana, juegos de teatro… El objetivo principal de esta folixa no fue otro que el de dar a conocer el proyecto, pero especialmente, han querido visibilizar y reivindicar el mundo rural como tal. Un mundo rural que “es también Oviedo”, y que promete ser un lugar de peregrinaje para un tipo de asociacionismo que tenga una relación diferente con el medio que nos rodea.