Y ahora, ¿dónde ponemos los parques eólicos?

Los habitantes del suroccidente denuncian la “invasión eólica” de su territorio, mientras que ecologistas y empresas del sector defienden las ventajas de esta fuente de energía para descarbonizar Asturias

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Bernardo Álvarez
Bernardo Álvarez
Graduado en psicología y ahora periodista entre Asturias y Madrid. Ha publicado artículos en ABC, Atlántica XXII, FronteraD y El Ciervo.

A estas alturas ya vamos sabiendo que la transición energética no será un parto indoloro. La urgencia de descarbonizar la economía, incuestionable e improrrogable según los últimos informes del IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático), choca con los recelos de los vecinos afectados por las nuevas infraestructuras de renovables, y también con el escepticismo de algunos ecologistas sobre la sostenibilidad de estas fuentes energéticas. Esta transformación podría significar para Asturias la pérdida de su independencia energética, garantizada en las últimas décadas por la abundancia de carbón y el uso de centrales térmicas. En los próximos años Asturias deberá renunciar a los más de 2000 MW que aún obtiene mediante el carbón y sustituirlos por fuentes de energía renovables: ¿es posible lograrlo si prescindimos de los parques eólicos?

Según datos de la Asociación Empresarial Eólica de Asturias hay en la comunidad 24 parques eólicos en funcionamiento, la mayoría de ellos en el suroccidente, con una potencia de 698 MW. En 2020 estas instalaciones, siempre según la asociación empresarial, daban empleo directo a 229 personas. A eso habría que sumarle los empleos indirectos que, según dice Paco Ramos, de la Comisión de Energía y Contaminación de Ecoloxistes n’Aición d’Asturies, pueden ser “decenas de miles” en Asturias: “Toda la margen derecha de la ría de Avilés se dedica a la energía eólica y a estructuras de fotovoltaica. Todos los días entran y salen del puerto de Avilés barcos con estructuras y torres eólicas”.

Torres de molinos eólicos en el puerto de Avilés. Foto: Windard.

Pero estos motivos no convencen en el suroccidente asturiano, especialmente en la comarca de Oscos-Eo, donde está previsto que se instalen 18 de los 58 parques eólicos que están en tramitación en Asturias. La geomorfología es caprichosa, con su orografía y sus corrientes de aire, y en Asturias su capricho ha dictado que solamente en esa zona de la comunidad sea posible instalar parques eólicos. La asociación empresarial sostiene que esa comarca es “de alta capacidad de acogida y que cuenta con mayor recurso eólico”.

En el mismo sentido se pronuncia Ramos: “No se ponen allí porque se les tenga manía, sino porque sabemos dos cosas: una, que donde hay viento la gente no suele vivir; y dos, que las zonas donde la gente no suele vivir estén mejor conservadas. Por lo tanto, es una evidencia científica que la eólica suele ir bien en sitios muy bien conservados, porque allí no vive nadie. Es la única zona de Asturias donde hay vientos aprovechables, y gracias a eso se puede producir mucha más energía necesitando menos espacio”. Pero estas razones tampoco acaban de satisfacer a las personas, por pocas que sean, que viven en pueblos que pueden ser cercados por los molinos en los próximos pocos años.

Rebelión contra la invasión eólica

Cuenta Carmen Molejón, residente en Lourido (San Tirso de Abres) que fue en la primavera de 2020 cuando ella y otros vecinos de la comarca Oscos-Eo se dieron cuenta de la “invasión eólica” que se les echaba encima. En la zona ya hay cinco parques eólicos en funcionamiento, pero ante la amenaza de que esa cifra se multiplicase por cuatro próximamente, decidieron organizarse en la plataforma ciudadana Xente Oscos-Eo por un mundo rural vivo.

“La plataforma surge para defender el territorio ante esta especulación”, explica Molejón, “ahora mismo somos unas veinte personas activas, pero otras muchas nos apoyan aportando alegaciones o divulgando las informaciones que publicamos”. Su actividad consiste en la petición de información a la administración local y regional—“y nos sorprendió la poca actitud de algunas para conseguirla”—y la divulgación de la misma entre los vecinos. Desde hace unos meses trabajan en coordinación con otras iniciativas similares en Navia y en Valdés, y siguen “buscando sinergias con otros territorios de la España vaciada”.

“Sentimos que el occidente de Asturias es una zona de sacrificio en cubierto”, lamenta Molejón, que cita también el proyecto de la cercana mina de oro de Salave. “No estamos en contra de la energía eólica”, matiza, “sino de la política de macroproyectos”. En esa categoría enmarcan el eje Pesoz, una autopista eléctrica en tramitación, que medirá unos 20 kilómetros entre Catropol y Pesoz, y al que “al menos 29 complejos eólicos verterían su energía”.

Parque eólico en el Alto de La Degollada (Candamo) FOTO: Iván G. Fernández

La plataforma echa en falta “una visión que vea al territorio como un todo. Nadie se está cuestionando si este territorio realmente tiene esa capacidad de acogida, y nuestra respuesta es no. Y, su la tiene, es a costa de echar a la gente que está viviendo aquí y deteriorar el medio ambiente. Es incompatible con el reto demográfico: ¿quién va a querer instalarse en un territorio que va a ser industrializado, con ruido y contaminación lumínica?”.

Pasa a enumerar el impacto que tendría la instalación de estos parques en la comarca. “Habría movimientos de tierras durante la instalación de los molinos, que tienen de media 180 metros de altura. Impactos sobre la flora y la fauna, bastante severo para las aves y las abejas. Contaminación de suelos y aguas, porque estos molinos se mantienen con grandes cantidades de aceite, y muchas veces no se es todo lo cuidadoso que se debería. En la zona de Valdés hay ganaderos que dicen que se pierden fuentes de abastecimiento para los animales. Y está claro que el turismo rural se vería muy afectado. También habría un gran impacto sobre el patrimonio cultural como túmulos o campamentos romanos”.

Algunas veces, muy pocas, es cierto que una imagen dice más que mil palabras: “Desde la ventana de mi habitación, en 180 grados, vería quince aerogeneradores”.

Renovables: si no es así, ¿cómo?

Paco Ramos dice ser “comprender ciertos argumentos” contra los parques eólicos, “pero los argumentos energéticos no se sostienen”. El ecologista aborda el conflicto con una perspectiva macro, y se explica: “La eólica es un tema intensivo, a diferencia de la fotovoltaica, que es más escalable y combina mejor proyectos grandes y pequeños. Pero un solo aerogenerador de 2 MW produce lo mismo que poner que poner 20.000 metros cuadrados en paneles solares”.

Para Ramos lo importante es valorar “el daño evitado” que pueden suponer los parques eólicos: “Llevamos 40 años con centrales térmicas de carbón que, gracias a la eólica, se van a cerrar. Y tiene un impacto visual claro sobre el paisaje pero, ¿eso es negativo o positivo? Lo que no tendría ningún impacto en el paisaje sería una central nuclear en los Monegros. Tendremos que decidir qué paisajes son intocables y cuáles no. Porque igual la cuestión es eólicos o minas de carbón a cielo abierto, aunque no estén en España sino en Colombia”.

Central Térmica de Aboño, en Carreño. Foto: Iván G. Fernández

Defiende el ecologista que en Asturias sí que existe “una visión como territorio, desde el punto de vista que se zonificó todo el territorio para definir las zonas de exclusión, de discusión y las zonas donde sería prioritario que se pusiesen eólicos. Hubo de hecho una moratoria de varios años para aclarar esta zonificación, de la cual están excluidas las zonas protegidas. “El gobierno asturiano debe ser exigente con los estudios de impacto ambiental y debe impedir que se pongan los parques eólicos que tengan un impacto inaceptable”.

Admite también que hay otros impactos ambientales, más allá del visual, pero no los juzga demasiado graves. “Hay efectivamente un impacto sobre las aves”, reconoce, “y puede ser que un parque haya que quitar o mover una máquina porque haya un paso específico de aves. Pero es que también hay impacto sobre las aves por los combustibles fósiles o el cambio climático. El daño no se evita, sino que se produce de otra manera”.

En cuanto a los efectos económicos en la zona, Ramos cree que serían positivos. “No hay ningún sitio del mundo en el que se demuestre que ha habido daños sobre el sector turístico por poner un parque eólico”, afirma. También sería beneficioso para las finanzas de los ayuntamientos de la comarca: “Conozco al alcalde del pueblo en el que está el único parque eólico de Cantabria. Y los vecinos están en contra, pero gracias a lo que cobra el ayuntamiento del parque puede arreglar las calles del pueblo y tener una residencia de mayores”. E insiste en el potencia de empleabilidad del sector: “Asturias no va a ser una potencia de generación energética, pero sí puede serlo en la industria de las renovables”.

La asociación empresarial se queja de que “la tramitación es muy compleja, por lo que desde que se selecciona el emplazamiento hasta la puesta en funcionamiento del parque transcurren años”, y piden “agilizarla para la puesta en funcionamiento de los proyectos y contar con un marco regulatorio estable y predecible que atraiga las inversiones”.

Respecto a esto último, Ramos admite sus dudas: “No me parece bien agilizar los trámites, pero es verdad que con los líos que hay se tardan 5 ó 7 años en tramitar un parque eólico. Y es que si la alternativa es una moratoria para siempre, no avanzamos”. Pero, ¿hacia dónde avanzamos?

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