EEUU se convirtió a principios de este año en el principal exportador mundial de gas licuado. La producción de las instalaciones estadounidenses superó a Qatar en diciembre y con toda probabilidad la guerra de Ucrania consolidará todavía más la posición del gas norteamericano, procedente del controvertido fracking, en el mercado europeo. Los norteamericanos siempre estuvieron interesados en el mercado europeo, pero la política de la compañía estatal Gazprom de vender energía a precios bajos a los europeos hizo de Rusia un exportador mucho más atractivo. Para exportar su gas al Viejo Continente, EEUU necesita transformar el gas en líquido, cargarlos en barques metaneros, y una vez en los puertos europeos hacer que regrese al estado gaseoso en un tipo de instalaciones llamadas plantas regasificadoras. Cada uno de estos pasos consume mucha energía y encarece la factura final. La guerra en el Este de Europa abre sin embargo una enorme oportunidad para que el gas norteamericano conquiste la UE.

La construcción del gaseoducto Nord Stream 2, 1.200 kilómetros de tuberías bajo el mar Báltico, fue la gran apuesta de la canciller Angela Merkel para generar un marco estable de cooperación entre Rusia y la Unión Europea. A los gobiernos norteamericanos nunca les gustó la idea de que Berlín estrechara lazos con Moscú y trataron por todos los medios de frustrar el proyecto, imponiendo incluso sanciones a las empresas implicadas en su construcción. La invasión rusa de Ucrania el 24 de marzo de 2022 echó por tierra décadas de diplomacia gasística entre Alemania y Rusia. Con los telediarios llenos de imágenes de cadaveres y ciudades arrasadas, Putin se ha convertido en un incómodo socio comercial, y la presión para que los países de la UE que compran gas ruso sustituyan estas importaciones por otras de gas norteamericano solo acaba de empezar. De momento la Comisión Europea anunciaba el pasado mes de marzo, poco después de la invasión, la importación de 15.000 millones de metros cúbicos más de gas norteamericano. El salto supone un 68% más en relación con 2021, pero todavía muy por debajo de lo que se importa de Rusia. Una guerra larga en Ucrania sería el escenario perfecto para que se produzca la progresiva sustitución del gas ruso por el gas norteamericano, ahora más barato.
La regasificadora de El Musel, un proyecto fallido
Casi el mismo día que las tropas rusas cruzaban la frontera ucraniana y las bombas comenzaban a caer en este país, la alcadesa de Xixón, Ana González saludaba la posibilidad de que la guerra permitiera la reapertura de la regasificadora del puerto de El Musel. Empeño personal de Vicente Álvarez Areces, el Gobierno de José María Aznar no la quiso incluir en el Plan Energético Nacional. Una instalación así cuesta millones de euros y las empresas solo están dispuestas a usarlas si el Estado les asegura que cubrirá las pérdidas en caso de que se produzcan. El Gobierno del PP no estaba convencido de su utilidad y prefirió priorizar otras instalaciones similares en otras partes de España. Con la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la Moncloa las cosas cambiaron. El presidente socialista apostó por El Musel. La regasificadora se construiría pero nunca llegaría a entrar. 360 millones de euros invertidos en una obra paralizada desde 2013 por los tribunales, que dieron la razón a las organizaciones ecologistas que denunciaron la vulneración de la normativa sobre la distancia de núcleos urbanos.

Sin embargo, más allá del éxito de los vecinos y ecologistas, la opinión generalizada es que lo que realmente ha frenado esta década el funcionamiento de la regasificadora no ha sido tanto la sentencia como la poca viabilidad económica del proyecto. Enagás lleva tiempo viendo las posibilidades de negocio y ha solicitado la apertura. Abrirla es un viejo sueño del Gobierno socialista asturiano, para quien el futuro de la región debe pasar sí o sí por el sector de la energía. En su reciente visita al Principado la ministra de Transporte, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez dió esperanzas al Gobierno de Adrián Barbón. No está tan claro que la cosa sea tan fácil, no tanto desde el punto de vista medioambiental como económico. Paco Ramos, del área de energía de Ecologistas en Acción, apunta que otros puertos del norte de Europa, el lugar que demanda gas norteamericano, ya que España se abastece principalmente de Argelia, cuentan con regasificadoras o tienen proyectos en marcha. “Cada país se va a buscar la vida por su cuenta” apunta Ramos. Alemania impulsa en este momento la construcción de dos nuevas regasificadoras ¿Hay hueco para tanta regasificadora en la UE? España es en estos momentos el país con más instalaciones de este tipo, pero se enfrenta al problema de la falta de conexiones por tuberías de gas con el resto del continente.
Desde el movimiento ecologista se añaden otros peros. Las organizaciones ecologistas agrupadas en la red Gas No Es Solución denuncian que es una estafa a la población que en plena emergencia climática se esté apostando por las infraestructuras gasísticas. Para el ecologismo la cosa no es cambiar la dependencia del gas ruso por el gas norteamericano sino acabar con la dependencia de los combustibles fósiles y caminar hacia un horizonte de mayor eficiencia energética, reducción del consumo y despliegue masivo de las renovables.
Los últimos anuncios oficiales ya no hablan de regasificar sino de almacenar gas. Por ahora. El futuro de la regasificadora del Musel es por tanto incierto. Casi tanto como la evolución de la guerra de Ucrania. Solo algo está seguro: ENAGAS, constructora y propietaria de la instalación seguirá cobrando del Estado se abra o no. El coste de la multimillonaria inversión se nos aplica en la factura eléctrica. El negocio está blindado pase lo que pase para esta empresa del IBEX35 trufada de ex altos cargos de PP y PSOE.