El pintor Carlos Sierra, uno de los grandes maestros de la pintura asturiana, falleció este domingo a los 79 años, tras haber luchado contra el ictus que sufrió hace cuatro años.
Nacido en Lieres, Siero, en 1943, se vinculó desde muy joven a la pintura animado por el artista de ese mismo municipio, Casimiro Baragaña.
De formación autodidacta, el artista viajó a París en los años sesenta, donde se encontró con muchos otros compañeros, entre ellos Orlando Pelayo. Durante ese tiempo frecuenta los ambientes artísticos de la capital asturiana y pasa largas temporadas ganandose la vida pintando retratos a los turistas norteamericanos en Montmatré.

La medalla de oro obtenida en el IV Certamen Nacional de Arte Juvenil de 1964 fue uno de sus reconocimientos más tempranos, y al año siguiente, en 1965, realizó su primera exposición en la sala Cristamol de Oviedo/Uviéu.
Tras vivir durante un tiempo en Ibiza, donde entabla amistad con Eduardo Úrculo y descubre el realismo mágico, Carlos Sierra se estableció definitivamente en Oviedo/Uviéu en el año 1975, la ciudad en la que trabajó en su estudio, primero en la calle Fruela y, más tarde, en Uría.

Su obra se enmarca dentro de la corriente realista y se emparenta con la de pintores como Antonio López.
Su obra forma parte de colecciones privadas y públicas, entre ellas el Museo de Bellas Artes de Asturias, donde entre otras producciones suyas, se exhibe el óleo “Edificio en construcción”