Comienza la conferencia política del socialismo gijonés. Será un trabajo coral, basado en el dialogo con empresas, colectivos sociales y vecinos que tratarán de dibujar las coordenadas políticas, económicas y sociales del Gijón de la próxima década. El socialismo vuelve a hacer un ejercicio de lectura de la ciudad, en primer lugar de carácter intransitivo, analizándose a sí mismo, pero sobre todo, de carácter transitivo, con verbos como diagnosticar, transformar o cohesionar. Esa es una de las claves que explican 32 años ininterrumpidos de gobiernos municipales de la izquierda desde el germen de la democracia hasta el año 2011. También lo explica otra filosofía a la hora de pactar los gobiernos de coalición con IU.
Lo sabe muy bien uno de sus ex secretarios, José Manuel Sariego, con el que compartí esta semana un encuentro con motivo de la presentación de su libro De una política pequeña en un Gijón grandón (1997-2021), una recopilación de sus artículos en prensa, más otros documentos políticos que conforman unos materiales muy interesantes para comprender el devenir de la socialdemocracia en España, en Asturias y, sobre todo, Gijón y que se puede aplicar a todo gobierno de signo progresista: “Aprendimos a pactar aquello en lo que estábamos de acuerdo y, sobre todo, aquello en lo que no estábamos de acuerdo”. Entre el público asistente se encontraba Paz Fernández Felgueroso, ex-Alcaldesa de Gijón, y Jesús Montes Estrada, Churruca, ex coordinador de IU de Gijón, artificies también de aquellos pactos, quienes asentían con la cabeza a las palabras de su amigo y compañero. Aquella fiabilidad de los pactos y su respeto exquisito quedarían grabados en el recuerdo con el “abrazo de la despedida” entre dos dirigentes que habían pergeñado un Gijón crítico, progresista y socialmente bien ensamblado, el día que Sariego pronunció su último informe de gestión ante una asamblea de militantes que no tardaría en elegir a un nuevo secretario.

El socialismo ha vuelto a tomar protagonismo esta semana con la conferencia política iniciada este viernes, en la que se subrayaba el respaldo político de Barbón a Luis Manuel Flórez “Floro”, candidato al Ayuntamiento de Gijón. Del mismo modo, el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, acudía a la jornada inaugural para respaldar a Adrián Barbón, después de que se suturara, aparentemente, la herida causada por la crisis de los trenes de cercanías, con las dimisiones de Isaías Táboas e Isabel Pardo de Vera, sangre que sellaba un acuerdo entre el ministerio de Transportes y los presidentes del Principado y Cantabria en virtud del cual, las cercanías serán gratuitas entre las dos comunidades hasta el 2026, renovándose, además, la flota de convoyes e incorporando el ancho métrico en el trazado de las vías. Los principales sindicatos de RENFE están encantados con el acuerdo alcanzado. No así sus cúpulas sindicales, especialmente CCOO, que ve en la destitución de Pardo de Vera la caída del puntal político más importante para sostener las inversiones del Corredor Atlántico.
Horas antes del mitin del viernes, Félix Bolaños y Adrián Barbón mantuvieron un almuerzo. En el entorno del PSOE asturiano valoraron positivamente esta reunión para restañar los daños colaterales que ha provocado la decapitación de Pardo de Vera y, sobre todo, la forma en la que Barbón arremetió contra la Ministra de Transportes, Raquel Sánchez, apartándole su confianza. La legitimidad última del presidente del Principado para desviarse de la ruta marcada por el gobierno de Sánchez está, según afirma Barbón, en el hecho de haber sido elegido por la militancia. Invocaba así uno de los elementos que hizo florecer el sanchismo primitivo: las primarias.

Del mismo modo que hubo un cristianismo primitivo, existe un sanchismo similar en el que todavía milita Adrián Barbón. Es el mismo que reventó al PSOE hace más de cinco años y del que aún quedan restos en el secretario de la FSA. “O cambiamos o nos cambian”, fue el lema que adoptó Barbón para hacerse con la secretaría general de la FSA entonces, mientras surfeaba sobre la ola de Pedro Sánchez. La sentimentalidad, la autoestima de la izquierda y la primacía del relato sobre la primacía de la agenda, conformaron un discurso político que no han interrumpido ni la pandemia ni la guerra. Entre esos parámetros, incluyan ahora el derecho al desagravio, tras la implosión política que tuvo lugar la semana pasada que voló los puentes con La Moncloa, al menos durante unas horas.
Pero el Pedro Sánchez de hoy ya no es el Pedro Sánchez de entonces. El sanchismo primitivo ha dado paso al sanchismo platinum, después de que a Iván Redondo le sucediera Félix Bolaños, tras la celebración del último congreso del PSOE. Algo ha cambiado en este escaso tiempo. Una configuración del poder que ha puesto la agenda legislativa encima de la mesa, el mantenimiento de los acuerdos con Podemos y Yolanda Díaz por encima de cualquier tensión y, sobre todo, un paquete de reformas conectadas con la UE, desarrolladas en dos grandes bloques: las políticas del vértigo y las políticas del cambio.
Si se fijan, todos los meses, el gobierno de Bolaños presenta nuevas medidas. El ministro de la Presidencia fue el primero en comprender que la agenda política expansiva, les permitiría finalizar la legislatura, sostenida no sólo por Podemos. Una cosa es el gobierno y otra muy distinta la mayoría parlamentaria que invistió hace tres años a ese mismo gobierno. El PSOE de Bolaños dirige la orquesta y su labor es tratar de mantenerla acompasada. En las políticas del vértigo de esta semana no sólo se incluyó la gratuidad de los trenes de cercanías entre Asturias y Cantabria, anunciada en una solemne rueda de prensa. La acción de oro en febrero ha sido la revalorización de las becas para miles de estudiantes. Políticas expansionistas, políticas sociales. El gobierno ha conectado con esa realidad política desde que se aprobaron los ERTES y lo volvió a hacer con el tope al precio de la energía y la excepción ibérica. Hoy España tiene la inflación más baja de la UE y su crecimiento del PIB será el mayor de la zona euro, alejado de cualquier horizonte de recesión.
De la misma forma que el cristianismo encontró su iglesia, Pedro Sánchez encontró la suya en el Estado y la UE, cuya presidencia acogerá a partir de la junio, convirtiendo su proyecto en un legado que influya urbi et orbe. Y en esa epifanía eclesiástica tiene mucho que ver Félix Bolaños que dio un giro a la política del gobierno, ejerciendo el poder de un modo más amable, más inteligente, más asequible, de una forma más solida y equilibrada entre socios de gobierno, superando las tensiones generadas por Podemos. Si hay un ingeniero que ha permitido que las tuberías que conectan a los ministros del Podemos con el gobierno resistan, ese es, sin duda Félix Bolaños, el hombre de contención de las embestidas de Pablo Iglesias. ¿Se imaginan esa misma resistencia con Iván Redondo?

Hay que hacerse otra pregunta. Más allá de su participación en un mitin ¿Qué motivo explica ese almuerzo entre Bolaños y Barbón? ¿Habrá venido hasta Gijón para reconstruir la confianza entre la ministra de Transportes y el Presidente del Principado? ¿Se habrá renovado? No lo sabemos, pero quédense con un dato. El ministro de la Presidencia no hizo ninguna referencia, ni una sola palabra, a los hechos que se sucedieron la semana pasada. Barbón, por el contrario, sí lo hizo, alardeando de su propia libertad y legitimidad, aunque sólo fuera para arremeter veladamente contra Diego Canga. Recuerden que el presidiente pidió una cabeza junto a Miguel Ángel Revilla y que Raquel Sánchez le entregó una en bandeja, como en un cuadro de Caravaggio, realmente envenenada, como si de una leyenda veterotestamentaria se tratara.
Volvamos a la vieja escuela. Le pregunto al prudente experimentado José Manuel Sariego cómo ha observado la crisis de los trenes de cercanías durante la presentación de su último libro. Y la respuesta, siempre sabia, es, cuanto menos, clarificadora: “Rara vez con las decapitaciones, se ha resuelto nada”.