El 30 de julio de 2021, y después de tres años de devaneos, Unicaja y Liberbank hicieron firme su compromiso. Era un acuerdo algo desequilibrado, por el que la entidad malagueña se quedaba el 59,5% de las acciones de la nueva Unicaja y la asturiana el 40,5%. Sin embargo, pocas semanas después empezó a cundir entre los trabajadores y ciertas élites políticas andaluzas la sensación de que la operación de canje había sido la bolita, y la antigua Unicaja la víctima del trilero: Manuel Menéndez, discutido gestor de la entidad minoritaria, se había garantizado el cargo ejecutivo más relevante: CEO. Y desde ahí, podía hacer y deshacer casi a su antojo, hasta el punto de convertir Unicaja en lo que nunca había sido. No es solo que el pez chico se comiera al grande, sino que venía a imponer su ley.
Esta es la sensación que, aún hoy, reina entre gran parte de los trabajadores de Unicaja, que aguardan con inquietud la próxima Junta General de Accionistas del 30 de marzo. Está en juego la consolidación o no del poder de Menéndez: los cuatro nuevos consejeros dominicales nombrados por la Fundación Unicaja (accionista mayoritaria) pueden decantar la balanza hacia el actual CEO o hacia la vieja Unicaja, personificada hasta ahora en el presidente Manuel Azuaga. “Si gana Menéndez, Unicaja acabará fuera de Málaga y quizás troceado y vendido. Si se mantiene como hasta ahora, puede durar muchos años, porque está saneado, con dotaciones, cartera de clientes y productos”, vaticina Pedro López, secretario general de UGT Málaga en Unicaja Banco.
“Unicaja cerró 2022 con 260 millones de euros de beneficio, un 89%, gracias a la mejora en sus márgenes de negocio”
Unicaja cerró 2022 con 260 millones de euros de beneficio, un 89%, gracias a la mejora en sus márgenes de negocio y la reducción de costes sostenida, principalmente, en la reducción de plantilla y el cierre de oficinas.
Los sindicatos mayoritarios denuncian que han pasado el último año y medio de susto en susto, inmersos en un cambio de cultura empresarial en el que pretende imponerse la que venía de fracasar y era minoritaria. “Unicaja era la empresa solvente, con un modelo de negocio competitivo y ha venido una empresa casi en quiebra que nos está implantando sus formas”, denuncia López. “Es un modelo ultraliberal ilógico e insostenible”.
El cambio también afecta a las relaciones con los clientes y con la sociedad en la que Unicaja hunde sus raíces. El banco nació en 1991, fruto de la fusión de cinco cajas de ahorro y montes de piedad con origen a principios del siglo XX. El calado de Unicaja en la sociedad malagueña se expresa mediáticamente en su apoyo al club de baloncesto, pero es más profundo: está en decenas de exposiciones anuales, en las colonias infantiles de Sabinillas y Ronda y en centros de mayores. Nadie tiene su red de oficinas y cajeros en las zonas rurales de Málaga.
“No hay malagueño que hoy tenga 60 años o más que de pequeño no haya tenido una cuenta corriente infantil con la antigua Caja de Ronda”, resume Fernando Cubillo, secretario general de CCOO Málaga.
Efectos sobre los trabajadores
Unas 8.550 personas trabajaban hoy en Unicaja, unas 1.600 de ellas en Málaga. Hoy quedan unas 7.100. La cifra es variable porque cada día se producen salidas asignadas al ERE que se negoció pocos meses después de la fusión.
En realidad, que la empresa planteara un ERE no sorprendió a nadie. Ya en julio de 2021 el director financiero de Unicaja, Pablo González, había explicado que el “principal catalizador de la fusión” era el ahorro de costes: es decir, despidos y cierres de oficinas. Sin embargo, el ERE negociado en noviembre de 2021 quedó marcado por la dureza en las posiciones negociadoras de la empresa.

La situación se enconó tanto que hubo dos jornadas de huelga (secundada por el 95% de la plantilla, según los sindicatos) y la Dirección General de Trabajo terció para pedir medidas sociales que atenuaran el impacto de los despidos, según informó El País. Aquello inauguró una época: hasta la llegada de Menéndez y su equipo, la conflictividad laboral en Unicaja había sido casi inexistente.
El acuerdo se cerró en 1.513 salidas y el cierre de 391 oficinas, además de unas 1.200 prejubilaciones. Las salidas se han ido cubriendo de manera voluntaria y ha habido incluso un excedente de casi 500 trabajadores que no han podido acogerse al expediente. Pero más allá de la reducción de plantilla, el ERE empezó a mostrar una nueva cultura de relaciones laborales. “Había mucha diferencia entre los negociadores desde Madrid y los de Andalucía”, recuerda Rubén Miguel de Andrés, que participó en las negociaciones por UGT: “Aquí se buscaba un ahorro de costes sin hacer daño a la plantilla. Pero aparecían y te cambiaban el paso, comandados por Menéndez, planteando despidos sin ton ni son”.
Ese nuevo modelo sigue provocando malestar en la plantilla. Se basa, dicen los sindicatos, en una judicialización de las relaciones sociolaborales. “Tenemos mediaciones casi todas las semanas”, lamenta De Andrés. Hace un mes, CCOO interpuso una demanda de conflicto colectivo para que Unicaja reconsidere la implantación del Modelo de Distribución Objetivo que “ha sumido a la plantilla en un caos total desconocido hasta ahora en Unicaja Banco”. Dicen que “recuerda demasiado a las formas de hacer de Liberbank”.
El 30 de enero el mismo sindicato denunció ante la Inspección de Trabajo el “insoportable clima laboral” en la empresa, apuntando la falta de personal en oficinas, la sobrecarga de trabajo y las “fuertes presiones comerciales en el día a día”. Fuentes sindicales explican que se están reconvirtiendo oficinas universales en oficinas de banca privada, alterando décadas de relaciones comerciales. “Ahora al cliente de toda la vida le dicen que solo atienden a empresas o banca privada. El cliente se tensiona y repercute en el empleado”. Los sindicatos aseguran que esto está provocando decenas de bajas laborales por estrés y un alarmante aumento de problemas psicosociales.
En el tránsito, se han externalizado servicios sin una aparente mejora de la eficiencia, calcando el modelo de Liberbank. “No puedo entender por qué, cuando no ha funcionado ni siquiera en Liberbank”, razona Pedro López, que denuncia descoordinación: “Están moviendo a personas a sitios sin ordenador y mesas. Algunas oficinas tienen falta de personal, y cuando hacen traslados hay gente inoperativa durante días o semanas”.
Contra el “desmantelamiento” de Unicaja
De Andrés vincula la implantación de este sistema “cortoplacista” con una supuesta pretensión a medio plazo: vender Unicaja o, al menos, trasladar su sede. “Creo que está empaquetando el negocio no para sacarle más rentabilidad, sino para venderlo. Y si está en Málaga es más difícil de vender”.
Esta es una acusación recurrente contra Menéndez que ha ido acompañada de golpes en el pecho de los políticos, casi siempre para proclamar que Unicaja debe seguir siendo malagueña a toda costa. El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, llegó a advertir públicamente de que consideraría un “ataque a Andalucía” la marcha de la entidad, y el ayuntamiento mostró por unanimidad “su firme compromiso para defender que Unicaja Banco mantenga su sede social, así como su actividad principal”, en la capital y la provincia malagueñas, “a fin de no permitir que se descapitalice ni despersonalice esta entidad netamente malagueña “.

“Nadie plantea un monopolio de intereses ubicados en Málaga o Andalucía. Pero de ahí a una desconexión territorial absoluta, que es lo que se estaba produciendo hay un trecho… Y eso no ocurre porque los de Liberbank defiendan a Asturias sino lo suyo”, opina Pedro Moreno Brenes, profesor de Derecho y letrado del Tribunal Supremo. Moreno Brenes fue el impulsor de la plataforma Salvemos Unicaja a partir de un manifiesto en el que se llamaba a la sociedad malagueña y andaluza a evitar el “desmantelamiento” de Unicaja, entregada “atada de pies y manos” por Medel a los dirigentes de Liberbank, que hoy copan el 70% de los puestos directivos, según fuentes sindicales.
Efectos sociales de la transformación de Unicaja
Ese núcleo dirigente llega con una cultura corporativa que acaba permeando en la calle. Sin embargo, la contestación social ha intentado paliar algunos de sus efectos. Hace justo un año, más de un centenar de personas mayores se plantaron en la capital de la Costa del Sol junto a alcaldes de pueblos como Almáchar, Alfarnate o Jubrique. Venían del interior de la provincia a reclamar que no les cerraran sus oficinas y la Policía Nacional tuvo que intervenir para pedirles calma. Muchos apelaban a una especie de sentimiento de pertenencia.
En esos pueblos, con población envejecida y malas conexiones, el cajero o la oficina son un servicio social indispensable, e históricamente Unicaja ha tenido en ellos una de sus fortalezas. Son pueblos que han perdido hasta el 25% de su población en 25 años, y que ven una zanja cada vez más ancha con la opulenta Costa del Sol. La entidad comunicó por carta a sus clientes cuál es su nueva oficina (algunas a una hora de distancia y con apenas una conexión en autobús al día). Muchos anunciaron su baja, y el alcalde de Villanueva de Tapia canceló todas las cuentas municipales en el banco.
Unicaja acabó cerrando 18 de esas oficinas en Málaga. Una cifra relativamente menor en relación a las 391 que va a clausurar en toda España en aplicación del ERE, pero que no sirve de consuelo: el número de sucursales bancarias en los pueblos de la provincia ha pasado de 733 en septiembre de 2016 a 420 en septiembre de 2022 (último dato cerrado), según las cifras del Banco de España (un 42% menos) y Unicaja ha pasado de 217 a 120, un 44% menos. Esta desaparición paulatina, con todo, no empezó con la fusión.
La Junta General del 30 de marzo como posible punto de inflexión. Muchos están tomando posiciones: Oceanwood, un fondo de inversión que sostiene a Menéndez, acaba de consolidar su 7,4%, mientras Tomás Olivo, el magnate de los centros comerciales, aspira a aumentar al 10%. “Si gana la parte de Menéndez, creo que nos ponen lacito y nos vende al mejor postor. Y si se vende a alguien grande, todo lo que hay en Málaga desaparece al 80%”, augura López.
La clave sigue siendo Fundación Unicaja, principal accionista y responsable de nombrar cuatro nuevos consejeros. De ellos dependerá que la travesía de los últimos años se quede en un mal recuerdo o en la transición indispensable hacia una Unicaja diferente a lo que un día representó para los malagueños.