El refugio literario del Club de las Letras Salvajes

Un jueves de cada mes, se obra el milagro en un céntrico bar ovetense.

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Xuan García Vijande
Xuan García Vijande
Comunicador, barman, músico. Redactor musical en Cuarto y mitad.

“Era un jueves asqueroso, lo metimos en un cajón”, canta Luis Brea en El verano del incendio. Puede ser de noche o de día, llover o hacer sol; no nos importa. Lo que ocurra en ahí fuera ya no es cosa nuestra. En el interior de un bar se va formando un variopinto grupo de personas, mayoritariamente mujeres, mayoritariamente jóvenes. Hasta aquí, todo normal, pero esta gente no viene a beber —bueno, o sí—, sino a hablar de un libro. Es el Club de las Letras Salvajes, un club de lectura que se reúne mensualmente en el bar ovetense La Salvaje y que en sus últimas ediciones ha congregado a medio centenar de personas para hablar de los libros y de sus vidas, si es que hay alguna diferencia entre ellos.

Lucía Solla Sobral es la organizadora del sarao, una incitadora cultural que empezó con estos eventos cuando se mudó desde Pontevedra. “Quería conocer a gente y me pareció que la forma más interesante era compartiendo una base, y qué mejor base que los libros”. En el local querían expandir su actividad habitualmente centrada en la música en directo para “aportar a la cultura” de la ciudad, de ahí el homenaje en el nombre del club.

La condición de venir de fuera, la comparte con otras muchas personas que han encontrado en el club de lectura un refugio y amistades que ya trascienden la literatura. “Cuando acudieron 45 personas al club pregunté de dónde venían y la mayoría eran de fuera de Oviedo o Asturias”.

Club de Letras Salvajes. | Foto: Alisa Guerrero

Es, por ejemplo, el caso de Belén Doctor, participante del club de lectura desde su primera sesión. Doctor llegó a La Salvaje “para conocer gente nueva”, movida por “la música y el ambiente”, algo que también acercó a Martínez Vigil a una de las incorporaciones más novedosas, Elena Téllez. Tanto una como la otra vio en las Letras Salvajes una oportunidad de ampliar su campo de amistades, conocer a gente nueva. Los bares cumplen una función social en este país, esta es una demostración más de su enorme potencial más allá de sumar alcohol en sangre.

Por otro lado, tenemos a quienes ya eran asiduos del bar y se apuntan a todo lo que organicen: conciertos, charlas, pinchadas… lo-que-sea. Bajo esa filosofía vive David Rodríguez. “Me pareció ilusionante que se hiciera algo distinto”. Y sí que lo es: tanto para La Salvaje como para cualquier bar, en los que no suelen darse este tipo de eventos, aunque haya otras experiencias exitosas al otro lado de la AS-II, en el Toma 3.

Club de Letras Salvajes. | Foto: Alisa Guerrero

Igual que Belén, Rodríguez forma parte de esa primera generación, cuando el club solo contaba media docena de cabezas. El “núcleo” creció y fue incorporando a personas como Elena. Cuando les ves, lo sabes: ahí hay algo más que libros. En ello pone su esfuerzo la coordinadora, para que la gente esté cómoda y siga sintiendo que es su club de lectura, aunque ahora, en vez de seis, haya cuarenta.

Cada mes, Lucía selecciona un libro nuevo. “Elijo lo que a mí me gusta, no pienso en los demás”, dice entre risas, “algo que sienta que es bueno y que es diferente, lecturas que no sea tan fácil que los demás encuentren”. La dinámica es contracíclica: lo que más se lee son clásicos escritos por hombres, pero en las Letras Salvajes se leen obras contemporáneas, recientes y en su mayoría escritas por mujeres.

Hay ciertos consensos en nuestro propio CIS (Centro de Investigaciones Salvajes): La nostalgia de la mujer anfibio de la gallega Cristina Sánchez-Andrade gustó. Fue el favorito de Lucía Solla y de Belén Doctor y está entre los de Elena Téllez, aunque ella llegó al club después de la lectura de esta obra.

Club de Letras Salvajes. | Foto: Alisa Guerrero

De las tres obras que Elena disfrutó como participanta (o concursanta, que dirían Lucía Lijtmaer e Isa Calderón), escogió No todo el mundo, de Marta Jiménez Serrano, una sesión muy celebrada ya que contó con la propia autora —podéis leer la entrevista que le hicimos en Nortes—. De ella es también el título favorito de David, aunque prefirió Los nombres propios.

Con las elecciones —literarias—, Lucía siente “responsabilidad” y “vértigo” porque al alejarlos del mainstream haya más posibilidades de que los títulos no gusten, pero incluso en las obras no tan bien recibidas hay algo que disfrutar: es la magia de los debates que surgen en cada sesión. Belén Doctor se lleva del club no solo lo literario, también que la haya ayudado a expresar mejor sus opiniones. El ambiente seguro y “entre cañas”, dice entre risas David, ayuda a que se hable sobre algo “elevado” sin las “barreras” que pueda haber en otros entornos más eruditos.

Para Lucía, la mejor sesión fue la del libro que “menos gustó”, la de Caliente de Luna Miguel “por los temas” que surgieron de este ensayo sobre sexo. Rodríguez coincide, pero por “rajar”. Tampoco pueden dejar de mencionar el día que Javier Peña vino a hablar de Agnes, esa fue una de las favoritas de Rodríguez, porque “Javier fue majísimo”.

Club de Letras Salvajes. | Foto: Alisa Guerrero

Hay cosas en las que todos están de acuerdo: las Letras Salvajes les han ayudado a retomar la lectura, obligarse a cumplir al menos con una libro al mes, un objetivo que Belén ve “viable”. Y no solo se trata de leer más, sino de leer cosas diferentes a las que acostumbramos. David Rodríguez admite que si va a una librería y tiene que elegir entre Zafón y Hemingway, muy posiblemente elija al segundo.

Con la llegada del verano, el club cierra su temporada. Las cañas que se piden ya tienen regusto a ocaso y el jueves empieza a transformarse peligrosamente en viernes. Mañana hay que trabajar, sí, pero hoy toca celebrar una buena “despedida” —se dirían “hasta octubre”, pero la mayoría volvería a verse al día siguiente en un concierto—. Las luces se van encendiendo y en los ojos emocionados de Lucía suena Please, please, please, let met get what I want de los Smiths.

Club de Letras Salvajes. | Foto: Alisa Guerrero

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