Georgina Orellano (Morón, Buenos Aires, 1986) es prostituta callejera y secretaria de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina, un sindicato de trabajadoras sexuales afiliado a la peronista Central de Trabajadores y Trabajadoras de Argentina.
Procedente de una familia obrera y peronista del área metropolitana de la capital argentina, Orellano participó en la mesa redonda “Del estigma puta a la lucha colectiva por los derechos”, organizada por AMA en el marco de su Escuela de Pensamiento Feminista.
Feminista y sindicalista, Orellano reconoce que la relación con el movimiento feminista fue inicialmente muy difícil: “Durante mucho tiempo el feminismo y la policía fueron casi lo mismo para nosotras. Odiábamos al feminismo porque fuimos a buscar apoyo y sólo encontramos rechazo. Nos perseguía la policía y nos censuraban las feministas”.

Los primeros encuentros con colectivos feministas estuvieron marcados por largas interrogaciones en las que las militantes abolicionistas interrogaban a las putas acerca de los traumas biográficos y psicológicos que pudieran explicar su actividad laboral. “Soy pobre, ese es el quiebre con el que nací” zanjó Orellano, para quien una parte del movimiento feminista ha derivado a posiciones muy conservadoras, carentes de solidaridad de clase con las trabajadoras sexuales.
En contraste con las dificultades que encontraron en la relación con una parte del movimiento feminista, Orellano destacó la acogida que ella y otras prostitutas encontraron en la Central de Trabajadores y Trabajadoras de Argentina: “Antes nos cambiábamos con ropa decente cuando volvíamos de trabajar. En el sindicato dejamos de hacerlo”. “Hoy si nos llaman putas nos sentimos orgullosas” explica Orellana, que destaca que en el sindicato son vistas como unas trabajadoras más.

La reconciliación con el feminismo no llegaría hasta más tarde, cuando ya en el sindicato descubrieron la existencia de otro sector del movimiento feminista que apoyaba su lucha por un trabajo seguro y con derechos.
Orellano se muestra muy crítica tanto con la persecución indiscriminada de la prostitución, que no diferencia entre trata y trabajadoras autónomas, como con lo que denomina “industria de la recuperación”. Es decir, las asociaciones y ONG´s que con dinero público trabajan por sacar a las prostitutas de las calles. Para la secretaria de AMMA, con el pretexto de “salvar” y “rehabilitar” a las prostitutas, “el Estado nos desorganiza y nos precariza más”.
Para la líder sindical y feminista la mejora de las condiciones de las prostitutas no se va a resolver sólo con cambios legislativos, sino que dependerá sobre todo de una modificación de las actitudes culturales. En ese sentido reivindicó un feminismo de clase y antirracista aliado al movimiento sindical para “romper el estigma puta”.