De paraíso natural a refugio climático. El eslogan turístico que ha acompañado a Asturias desde los años ochenta, donde la naturaleza y el paisaje han sido el reclamo con el que atraer visitantes, empieza a derivar hacia otro en el que la región se vende como un refugio ante el incremento de las temperaturas y sus efectos en otras partes de España, algo que ya nadie que esté informado niega. La idea de Asturias como un refugio climático ha empezado a aparecer en prensa y en declaraciones de responsables políticos.
Recientemente, la revista National Geographic publicaba un artículo donde vendía las excelencias de Cudillero, y de paso del resto de Asturias, como un lugar para refugiarse de las altas temperaturas. En el Financial Times, el pasado mes de septiembre, también se ponía en valor esta idea del refugio climático asturiano: “El turismo se trasladará al encantador y fresco norte de España, ya que el calor del verano se transforma de atracción en amenaza.”
Ante esta publicidad internacional, el Presidente del Principado de Asturias, Adrian Barbón, no pudo contener su entusiasmo y escribió un tweet con lo siguiente: “Lo venimos diciendo: Asturias se está convirtiendo, cada vez más, en un refugio climático.” A la frase en la red social el presidente quiso acompañarla con dos corazones de colores.

No existen los refugios climáticos
El profesor de Geografía en la Universidad de Oviedo Manuel Maurín está en desacuerdo con este planteamiento: “El concepto no es adecuado, por lo menos en un sentido literal, porque la amenaza climática es global.” Va incluso más allá: “En la Tierra no existen los refugios contra el cambio climático.”
Este profesor explica que “el cambio climático está afectando a Asturias. No es mucho menor que en otros lugares, es similar a otros lugares de España o a otros países. Lo que pasa es que ese cambio o amenaza en algunas zonas, donde los valores térmicos ya eran muy altos, la transformación climática va a llegar antes a niveles insoportables. En otros lugares, como Asturias, la situación insoportable llegará más tarde, pero llegará.”
De hecho, según el documento “Estrategia de Acción por el Clima del Principado de Asturias. 2023-203”, elaborado por la Consejería de Administración Autonómica, Medio Ambiente y Cambio Climático, “la costa cantábrica es una de las zonas de España con mayor riesgo de incremento de la erosión como consecuencia de los efectos de cambio climático, dinámica que, además de provocar retrocesos de los tramos acantilados, afectará de forma particularmente severa a las zonas sedimentarias costeras, que experimentarán una reducción progresiva de la superficie de playas y dunas pudiendo llegar a desaparecer, provocando así un importante impacto ambiental debido a la pérdida de los hábitats.”
“Asturias no está a salvo en absoluto del cambio climático, por lo tanto no puede ser ningún refugio”
Manuel Maurín es consciente de que ahora mismo mucha gente en Asturias y fuera de ella “puede pensar que estamos en un momento agradable” para la región ya que, en relación a hace unos años, “la temperatura media ha subido y se han reducido las precipitaciones”, pero pone un ejemplo para explicar el problema: “Imaginemos una bañera. El agua está fría y de pronto empieza a calentarse. Puede haber un periodo en el que tú, metido en ese agua, estás mejor que antes, con una sensación más agradable, como estamos ahora, todos encantados con este proceso de mediterraneación, pero si lo que tienes debajo de la bañera es un fuego, llegará un momento en que el agua se seguirá calentando hasta que sea insoportable. Aquí, en Asturias, va a pasar eso.”

El geógrafo insiste: “Asturias no está a salvo en absoluto del cambio climático, por lo tanto no puede ser ningún refugio. El cambio le va a afectar igual. En Andalucía antes era frecuente que se superara los cuarenta grados y ahora se ha convertido en la norma y se acerca a los cincuenta, a límites casi insoportables. Aquí eso no ha pasado todavía, pero sí que se ha pasado de temperaturas medias en verano por debajo de los veinte grados, a estar por encima de veinte. Y se llegará a 35. Eso tendrá consecuencias catastróficas, no solo por los efectos en la población humana, sino por cómo va a afectar a los ecosistemas que hemos conocido hasta ahora.”
El cambio climático como negocio
“Es perverso y destructivo pensar en Asturias como un refugio climático rentable para el turismo”, denuncia Manuel Maurín. En su opinión “hablar de refugio climático como reclamo turístico puede ser contraproducente para el propio turismo que tenemos en Asturias”. Maurín, quien entre las asignaturas que imparte se encuentra “Planificación de espacios de ocio y turismo”, explica que “la gente viene a Asturias por sus recursos naturales y paisajísticos, es decir, por recursos que en sí mismos ya son frágiles, incluso sin tomar en cuenta el cambio climático.” Por eso cree que “con mayor presión humana en el hábitat, que es lo que provoca el turismo, acabará afectando y desvalorizando esos recursos.” Más aún: “Pero es que además el incremento del turismo va a producir efectos sobre la satisfacción de los propios turistas porque cuando un turista va a un lugar que cada vez está más masificado ya no va a poder disfrutar de igual forma esos espacios que se anuncian como de excelencia natural y paisajística.”

Cree que en Asturias se abre un debate en el que se debería aprender de otras experiencias que han ocurrido en España: “En Asturias estamos pasando esa fase infantil del turismo que ya han conocido otros lugares hace décadas y en vez de aprender de lo que pasó en esos sitios, hay gente que se está frotando las manos pensando que va a hacer negocio.”
“Si no hay control, ordenación y restricciones los efectos negativos en la población asturiana serán cada vez mayores”
En la “Estrategia de Acción por el Clima del Principado de Asturias. 2023-2030” se alerta ya al comienzo del documento de que el cambio climático afecta “especialmente a los sectores económicos y grupos sociales más vulnerables.” Incide en que el cambio climático puede contribuir a acentuar la desigualdad social, y afectará más a las personas que “cuentan con menos recursos económicos, de información, de educación, entre otros, para prevenir y adaptarse a sus efectos.”

Además, el documento, que utiliza el concepto de “refugio climático” como algo positivo para la industria turística de la región, al mismo tiempo reconoce que “podrían incrementarse los procesos de masificación asociados a la utilización recreativa de algunos recursos en ciertos periodos, como ya se está detectando en algunos puntos de la región (playas, Sella, Picos de Europa, etc.), lo que obligaría a reforzar las medidas de regulación y ordenación de estas actividades y adoptar otras nuevas.”

Jaime Izquierdo, Comisionado para el Reto Demográfico, opina que “Asturias tiene ahora un evidente atractivo por su confort climático” pero “más allá de sus otros atractivos”, entre los que incluye la región litoral, el paisaje, la estructura urbana de pequeñas ciudades, o el agua, “es una región sumamente interesante como lugar para vivir y trabajar por su climatología.” Sin embargo, cree que “si nuestro atractivo como refugio está vinculado a que se agraven las consecuencias del cambio climático en las regiones interiores, no es buena noticia a medio plazo, ni lo será a largo plazo.”
En ese sentido, Manuel Maurín no duda que la idea de “refugio climático” puede traer “cierta riqueza momentánea” y que “habrá gente que haga negocio durante algún tiempo”, pero no cree que eso pueda ser beneficioso “para el conjunto de la sociedad asturiana”. Lo explica: El incremento del turismo sin un adecuado control, sin una adecuada ordenación, en un espacio como Asturias, que es muy limitado desde el punto de vista físico, paisajístico y natural, al final va a tener un efecto de saturación. También sobre la población residente, como ya se ha visto en otros lugares. La mercantilización de los recursos supondrá un incremento de los precios. Si no hay control, ordenación y restricciones los efectos negativos en la población asturiana serán cada vez mayores. Por ejemplo, subirán el precio de los alimentos.”
Y concluye: “Que no se piense en eso, en tomar medidas, en hacer planes contra el cambio climático y también sobre la actividad turística en su relación con el cambio climático es una irresponsabiliddad.”