El peso de la historia lleva algún tiempo persiguiendo a Rafa Cofiño. En marzo de 2020, recién nombrado director general de Salud Pública del Principado le tocaba enfrentarse a un virus del que prácticamente no se sabía nada. Médico de familia, pero con una trayectoria profesional ligada al ámbito de la salud pública y comunitaria, este gijonés de 1969, escritor de relatos y poemas, casado y con dos hijos, se las tenía que ver de la noche a la mañana con la primera pandemia del siglo XXI. Había llegado al cargo con otros proyectos, pero las circunstancias obligaban a un drástico giro de guion. Cofiño y su equipo tendrían que improvisar casi de la nada, al tiempo que aprendían a combatir a un virus del que todo eran dudas y para el que no existían manuales de instrucciones. Serían meses de jornadas maratonianas marcadas por el estrés, las cifras de contagios, las muertes y los ingresos hospitalarios. Con todo, las cosas irían evolucionado de manera favorable y Asturies se convertiría en noticia nacional e internacional por su ejemplar respuesta a la Covid19. Todo un chute de autoestima para una pequeña comunidad acostumbrada al pesimismo, pero que, sorpresa, había cuidado su sistema público de salud con mucho más mimo que las regiones más prósperas del país.
Sin embargo, y a pesar de los buenos resultados frente a la pandemia, el arquitecto de la batalla contra el virus acabaría dimitiendo. El motivo, nunca explicitado, pero sí intuido, fueron discrepancias con el vicepresidente del Gobierno asturiano justo cuando la pandemia comenzaba a remitir, en las navidades de 2021. “Cofiño contra Cofiño” titulaba precisamente Víctor Guillot un análisis en NORTES en el que se daba cuenta del choque registrado entre Cofiño y su equipo, partidarios de ir relajando las restricciones sanitarias al disminuir los riesgos para la salud pública, mientras Juan Cofiño, presidente en funciones al estar Adrián Barbón contagiado de coronavirus, abogaba por mantenerlas a pleno rendimiento para ofrecer a la sociedad una sensación de firmeza y seguridad que parecía sentar bien políticamente al Gobierno asturiano. Cofiño vs. Cofiño. Política espectáculo frente a criterios científicos. Consciente de lo que peor ya había pasado, Cofiño, Rafael, optaría por dimitir discretamente, sin hacer ruido ni sangre, pero dejando, para quien quisiera leer entre líneas, una declaración de principios: no iba a poner su prestigio profesional al servicio de ejercicios de sobreactuación sanitaria.

Tras unos meses de relativo silencio, en septiembre de 2022 el equipo de Yolanda Díaz daba a conocer que el ex director de Salud Pública entraba a formar parte del “comité de sabios” que iban a asesorar a la vicepresidenta para la elaboración de su proyecto de país. Cofiño en concreto se encargaría de coordinar el área de sanidad. Admirador de Rudolf Virchow, uno de los padres a finales del siglo XIX de la medicina social, considera que los límites entre medicina y política son borrosos, y que desde el Estado, impulsado políticas públicas en materia de mejora de las condiciones laborales, medioambientales, culturales o de vivienda, también se está contribuyendo a mejorar la salud de unas poblaciones cuyo bienestar depende de su código genético, pero también de su código postal, es decir su barrio y su ciudad. Por ese peso de lo social y ambiental otra de sus referencias es la activista y teórica del urbanismo Jane Jacobs. En su libro más conocido, “Muerte y vida de las grandes ciudades americanas”, de 1961, señala las relaciones directas entre diseño urbano, vida cotidiana y calidad de vida de sus vecinos y vecinas. Resumiendo, a Cofiño le interesa la política porque le interesa la salud de las poblaciones. Y viceversa.
Muy bien valorado en el círculo de Díaz, su designación como candidato asturiano de Sumar, respondió a la voluntad directa de la política gallega, que lo quiere en su grupo parlamentario y en su gobierno si la coalición con el PSOE logra reeditarse. Este domingo se somete a su primera prueba de fuego. Formar parte del proyecto que logra derrotar al bloque derechista y consolida a España como “excepción ibérica progresista” en plena ola global reaccionaria, o irse a una oposición que tendrá que vérselas con una alianza de la derecha y la ultraderecha gobernando en el corazón de Europa Occidental. Y es que como decíamos al principio, a Cofiño últimamente la historia le persigue. El domingo veremos quién corre más rápido.