“Ella solo quería jugar al fútbol y ser profesional”: quizás sea esta la frase -que me llegaba en un mensaje estos días- más certera sobre lo que ha sucedido esta semana.¿Qué deportista no desea lograr el más importante galardón y disfrutar al máximo el momento de celebración? El domingo 20 de agosto, la selección femenina de fútbol ganó el Mundial. Los medios de comunicación informaron de que había más de 100 pantallas gigantes colocadas a lo largo y ancho de las plazas de España para seguir a nuestra selección en esta histórica final. Todos estos lugares se llenaron de cientos o miles de personas. Todas lo interpretamos como el signo de un logro: por fin la igualdad real llegaba al deporte rey. Nada más lejos de la realidad.
Con tan sólo la participación previa en tres Mundiales, las jugadoras de la selección alcanzaron la más importante victoria en el fútbol profesional. Se han convertido en todo un referente para una generación de jóvenes, de niñas y niños. Si bien la celebración de las flamantes ganadoras no ha podido ser el centro de las noticias, de las tertulias en los medios de comunicación y de las conversaciones en los bares. Sí lo fue cuando la selección masculina ganó la suya para nuestro país en el Mundial de Sudáfrica en 2010.
Los éxitos deportivos hacen olvidar las horas, días, semanas… dedicadas a entrenar, las renuncias (elegidas pero, al fin y al cabo, renuncias) a estar con tus amigas y amigos, con tu familia o al tiempo de ocio. Pero lo que no deberían hacer olvidarnos los éxitos deportivos que logramos las mujeres es que, cuando conquistamos los podios, tenemos además detrás una historia de obstáculos que tuvimos que sortear y que aquellas que nos precedieron nos abrieron caminos llenos de barreras sociales y de género, que nos negaban espacios, lugares y victorias o que nos las empequeñecían porque tenían menos valor al ser nuestras, de las mujeres. El ir pasando fases y lograr llegar a la Final del Mundial hizo que nadie se acordara de un pasado, ni lejano ni reciente, que hubo que regatear hasta llegar a ella. En septiembre hasta 15 futbolistas renunciaron a ser convocadas cuando alegaron que la situación actual en la selección afectaba a su “estado emocional y de salud”. Alexia Putellas, primera jugadora con un doble Balón de Oro, salía al paso de un comunicado de la Federación en respuesta a las peticiones de sus compañeras diciendo: “No vamos a tolerar el tono de infantilización con el que la RFEF concluye su comunicado”.
Lo sucedido en la entrega de medallas por el Mundial conquistado fue lo que, precisamente, puso el foco de los grandes medios y de toda una sociedad sobre cuestiones sociales que seguían sin abordarse. No hablamos sólo de fútbol, hablamos de los dispositivos de poder de nuestras sociedades. La pregunta esencial, tras el beso de Rubiales, hombre con una posición de poder superior a la jugadora Jennifer Hermoso, es: ¿qué papel seguimos teniendo las mujeres realmente en la sociedad a ojos de cualquiera? Lo evidente es que ha quedado demostrada la falta de madurez democrática con la ausencia de mecanismos sociales e institucionales que deberían haberse puesto en marcha de manera inmediata para protegerla. La respuesta social feminista obligó a ello. Este beso forzado nos ha confrontado con la situación real de las mujeres y ha dado más valor a leyes como la del “solo sí es sí”, que pone el consentimiento en el centro.

Rubiales no es el problema. En la jerarquía de valores sexuales del sistema sexo/género, como explica Gayle Rubin, se presupone que los hombres son responsables, cuerdos y por eso reciben apoyo institucional y beneficios económicos. Se concibe, en cambio, que las mujeres son irresponsables, mentirosas, exageradas, histéricas. Este es el marco en el que se mueven los Rubiales del mundo. Y es que Rubiales y cuantos le apoyaron a lo largo de estos días, y aplaudieron de manera bochornosa sus palabras el viernes en la Asamblea General de la Federación Española de Fútbol, representan a la estructura de poder heteropatriarcal que existe en la sociedad y que en determinados espacios, como es el fútbol, se da de manera aún más acusada. En parte porque, en el ámbito del deporte, no se han implementado o no se han querido implementar de forma real mecanismos efectivos que, al margen de todas las leyes, normas y eslóganes de campañas institucionales y, cómo no, de grandes marcas, sirvan para avanzar en igualdad y derechos. Con todo lo sucedido se ha comprobado nuevamente que la transformación social a través del deporte es un reto pendiente. ¿Seremos capaces de mantener vivo este reto? ¿Qué sucederá después de que los focos mediáticos y políticos dejen de estar sobre el fútbol en particular y el mundo del deporte de competición en general?
Es el momento de apoyar que una mujer esté al frente de la federación de fútbol
En palabras de la antropóloga feminista Rita Segato, los Rubiales de la sociedad representan el “mandato de masculinidad”, el cual esta define como “un mandato de violencia, de dominación, por el cual el sujeto masculino tiene que construir su potencia y espectacularizarla a los ojos de los otros”. Los Rubiales no van a pedir nunca permiso ni perdón. El mundo es suyo, las mujeres están para agradarles. Sacarles de su error no va a ser fácil ni pacífico. Lo hemos visto estos días cuando sólo la presión popular, empujada por los feminismos, ha sido la que ha logrado la caída de Rubiales. Las palabras de Josep Borrell, exministro y actualmente máximo representante diplomático de la UE, ilustran muy bien la situación. “Ahora son nuestras mujeres que están aprendiendo a jugar al fútbol tan bien como los hombres, y eso en sí mismo ya es una muy buena noticia”, declaraba sin pudor alguno ante los medios. Con esta frase coloca a los hombres por encima de las mujeres (“tan bien como”), nos infantiliza (estamos “aprendiendo”) y nos trata como una posesión masculina, cosificándonos (“nuestras mujeres”).

Además, Segato señala algo muy importante y es que los hombres también padecen en sus propias carnes el “mandato de masculinidad”. Ejemplo de este caso lo tenemos en Juanma Castaño, director de ‘El Partidazo de Cope’, quien pidió disculpas tras apoyar a Rubiales en una entrevista. “A partir del día de ayer veo las cosas de otra forma” dijo Castaño, y añadió que “después de que compañeros hayan debatido que ese gesto fue más que un error sin importancia. Porque ese gesto fue más relevante de lo que fue, antes de que yo entrevistara a Rubiales”. Esto demuestra que algunas cosas están cambiando en nuestra sociedad. La revolución feminista es el movimiento social con más capacidad de transformación social, de eso no cabe duda. Ahora bien, no se puede obviar todo el respaldo que tuvo Rubiales por parte de muchas personas hasta que se hizo insostenible mantenerlo. No podemos olvidarnos de que lo que persigue el feminismo es hacer a todo el mundo mejor, que todas las personas comiencen a pensar en cosas que no pensaban, en una estructura social profundamente injusta con privilegios que se mantienen en el tiempo. El discurso del viernes del ya apartado (por la FIFA) presidente de la Federación Española de Fútbol, ante la Asamblea General, nos hace más fuertes. Hasta cinco veces se reafirmó a sí mismo y a un público cada vez más pequeño, cada vez más avergonzado, cada vez con menor tolerancia por la desigualdad. Los vergonzosos aplausos a las perlas machistas soltadas ese día también se van apagando y cambiando de parecer. El feminismo ha abierto caminos en nuestro país como nunca antes hizo en espacios tan masculinizados como el fútbol, nos está haciendo a todos y todas mejores.
Estando en Asturies, apunte aparte merece el obsceno apoyo de la Federación Asturiana de Fútbol a Rubiales. Debería avergonzar a todos los y las asturianas. José Ramón Cuetos Lobo, presidente de la Federación, mostró con sus palabras un claro desprecio hacia la igualdad. Declaraba al diario ‘La Nueva España’ que “Rubiales ha pedido disculpas. Apoyo que siga en el cargo porque es lo mejor para el fútbol español”. La respuesta de Adrián Barbón, presidente de Asturies, fue lo mínimo esperado. Dijo que “el Principado replanteará su relación con la Federación Asturiana”. Qué menos que esto cuando la Federación Asturiana de Fútbol cuenta, con diferencia, con el mayor número de licencias de deportistas: 25.942. Si bien la brecha sigue siendo enorme, frente a las 24.339 licencias de hombres sólo hay 1.603 de mujeres. Y además obtiene año tras año una ayuda directa del Gobierno de Asturies, no como el resto de federaciones que han de concurrir cada año a la línea de subvenciones. En los últimos cinco años ha recibido 800.000 € de dinero público proveniente de todos y todas las asturianas. ¿Que ha estado haciendo todo este tiempo tanto la Federación como el Gobierno asturiano para lograr esa igualdad real y efectiva en el deporte asturiano en general y en el fútbol en particular?
Todo lo sucedido nos lleva a un logro impensable no hace mucho: al frente de la Federación no seguirá una persona claramente machista y sexista. Y esto nos da una oportunidad. Cuarenta años después de la llegada de la democracia quedan espacios donde nunca hemos estado las mujeres. La propia Segato dice que “no es verdad que el feminismo ha modificado las escalas de ingresos y los puestos de poder” y que “no hemos tomado los puestos de decisión, excepto por momentos cortos”. No hemos estado ni en la presidencia del Gobierno, ni al frente de los sindicatos mayoritarios, ni presidiendo la Audiencia Nacional o el Tribunal Supremo, ni al frente del Comité Olímpico Español, aún no ha habido una entrenadora de un club de máxima división en el fútbol ni hemos estado presidiendo una federación deportiva que cuente con el potencial transformador social como es la de fútbol, que tiene más de un millón de licencias, a más de 31.000 clubes bajo su paraguas y un presupuesto anual de 400 millones (el Ayuntamiento de Xixón, la ciudad más grande de Asturies, tiene un presupuesto de 320 millones anuales). Este capítulo deportivo comenzó logrando lo impensable, ser campeonas mundiales de fútbol y defender la dignidad contra el machismo patriarcal. El deporte necesita del feminismo y de los cambios que trae para lograr una sociedad igualitaria y justa. Es el momento de apoyar que una mujer esté al frente de la federación de fútbol para que nos traiga estos cambios que nos harán mejores como sociedad.