Una cuestión generacional
En los últimos años, varios intelectuales previamente relacionados con el progresismo se han decantado por el conservadurismo o la involución política. Una lista que incluiría a Ramón Tamames, Joaquín Leguina, Fernando Savater, Andrés Trapiello, Antonio Escohotado, Gabriel Albiac y los dos autores cuyo nombre figura en el título de este artículo; no obstante, más numerosos son quienes se mantienen fieles a los ideales de su juventud. Bueno y Valcárcel forman parte de ese grupo de quienes militaron o estuvieron próximos a la izquierda, y en una avanzada madurez modificaron considerablemente sus planteamientos intelectuales. Para reflexionar sobre la involución intelectual he elegido a Gustavo Bueno y Amelia Valcárcel (en lo que sigue: B y V) porque ambos fueron mis profesores en la Facultad de Filosofía de Oviedo entre 1981 y 1986, por lo que me resultan cercanos; incluso, Valcárcel firmó los documentos como directora de mi Tesis doctoral.
Para que se entiendan los términos: considero ilustrado a quien confía en la razón como instrumento para resolver los problemas de convivencia; entre los productos de la Ilustración se incluyen el marxismo y el feminismo. En contrapartida, anti-ilustrado o reaccionario sería quien se basa en la autoridad, la biología o la fe religiosa (aunque no en todo a la vez). Por su parte, “reacción” es la preferencia por el pasado antes que el presente; es decir que los reaccionarios creen que la España de, supóngase, hace 30 o 50 años era preferible a la de 2023. Por su parte, los conservadores desean mantener la situación actual; por lo tanto, no anulan lo heredado, ni aprueban nuevos derechos.
B y V: vidas paralelas
Valcárcel se incorporó al núcleo de profesores de la Facultad de Oviedo dirigida por Bueno en la segunda mitad de la década de 1970. Sin embargo, entre ellos aparecieron tensiones que acarrearon una ruptura que, a su vez, tensaba el ambiente de la Facultad cuando comencé mis estudios, puesto que cada uno encabezaba una rama del profesorado. Todo el alumnado de filosofía percibía la tirantez y el enfrentamiento entre ambas ramas, tanto si optábamos por uno de los bandos como si no lo hacíamos. En aquel momento, las diferencias entre B y V parecían insalvables, así que lo destacable es que su trayectoria intelectual haya terminado en “vidas paralelas” (por parafrasear el título de la gran obra de Plutarco). Para comenzar: ambos militaban en la progresía ilustrada, pero de manera peculiar. Así, Bueno era marxista de tipo filosófico, por lo que no denunciaba la distribución desigual de la riqueza. Por su parte, Valcárcel fue docente de ética de manera heterodoxa, como muestra lo orgullosa que se siente de su opúsculo “Derecho al mal” (1991), donde reivindica la plena igualdad entre varones y mujeres a través del daño. Para entendernos: sería un avance que el infierno contratara diablesas.

Bueno alentó la creación de la Fundación que lleva su nombre, en Oviedo en 1997, y recibe subvenciones del ayuntamiento de la capital asturiana, mientras Valcárcel fue la impulsora de la Escuela Feminista Rosario de Acuña, creada en Gijón en 2003, también subvencionada por el ayuntamiento de la localidad. Por añadidura, el plantel de conferenciantes se repite de un año en otro en ambas escuelas y la invitación a conferenciar conlleva la plena suscripción de los respectos planteamientos de B y V. Ambos pensadores también buscaron la manera de extender su mensaje a públicos ajenos a la filosofía; así, Bueno acudió a programas de televisión donde polemizó sobre diferentes asuntos, mientras Valcárcel optó por la política y el desempeño de cargos institucionales. Probablemente, Bueno suponía que los varones son superiores a las mujeres, mientras Valcárcel está convencida de lo contrario, por lo que no acepta mujeres transexuales en el club de la feminidad; de ser correcto lo anterior, B y V coinciden en creer que la humanidad se puede segmentar claramente en dos mitades contrapuestas.
El paso a la reacción
Bueno defendía el autoritarismo, fuese de derechas o izquierda. Por eso, cuando se definía de izquierdas, debe tenerse en cuenta que elogiaba a la Unión Soviética como “imperio generador”. Por su parte, Valcárcel se empeña en biologizar las relaciones humanas, lo que constituye una opción reaccionaria aunque, en contrapartida, la ensayista se declare favorable al aborto e, incluso, al matrimonio igualitario. La pregunta es: ¿por qué ambos involucionaron en la madurez? Tres explicaciones son posibles. La primera es que creyeron que se encumbrarían más en el lado contrario del que militaban. Desde luego, ambos han logrado que sus previos oponentes políticos ahora subvencionen generosamente sus escuelas. Sin embargo, también se podría pensar lo contrario; es decir, que quien tiene una trayectoria consolidada en determinado ámbito siempre le irá mejor por ese camino. Por lo tanto, esta interpretación parece improbable.
La segunda explicación es sociológica y guarda relación con las vivencias de su generación; le concedo más verosimilitud que a la anterior. Como se comentó previamente, los intelectuales que pasaron de militar en la progresía a hacerlo en la reacción abundan, aunque sean minoría. El asunto se comprende al aclarar que se trata de personas que llegaron a puestos de prestigio a edad temprana, fuese porque carecían de rivales comparables durante la dictadura (Bueno, Tamames) o porque la Transición a la democracia impulsó su carrera, en el caso de los demás. Debe recordarse que las tres décadas comprendidas entre 1975 y 2005 experimentaron en todo Occidente un auge inigualable en la extensión de los estudios medios y superiores; los protagonistas de este artículo estaban en el lugar y momento adecuado para aprovechar la expansión, así que se beneficiaron de ella.

La ventana de oportunidad siguió abierta una década más para los estudios científicos y, sobre todo, tecnológicos, pero en el nuevo milenio se cerró paulatinamente para la filosofía y las humanidades; es decir, a partir del año 2005, los diferentes puestos universitarios “de Letras” ya estaban ocupados y apenas se crearon nuevas plazas. Cuando se triunfa a edad temprana resulta difícil conformarse solo con mantenerse en el puesto. Si esto constituye una explicación psicológica, entonces será diferente a la anterior. Una forma de mover el suelo consiste en sostener ideas opuestas a las que se defendían anteriormente, hasta el punto de que un marxista acabó por acercarse a la extrema derecha y una docente de ética reivindicar su derecho a practicar el mal.

La tercera explicación se basa en errores intelectuales y considero que es la más probable. Por la parte de Bueno, el desacierto consiste en creer, en línea platónica, que ciertas personas deben tener un papel destacado en la sociedad por su sabiduría (principio de autoridad); por lo tanto, los votos depositados en las urnas quizás no deberían contar de la misma manera. La oposición de Valcárcel a los derechos de las trabajadoras sexuales y a la gestación subrogada, contra las opiniones de otras feministas, también la acerca a Bueno en el sentido de sostener que ciertas personas conocen mejor que los propios afectados lo que les conviene, lo que constituye una variante del principio de autoridad. Entre los intelectuales mencionados al principio (Tamames, Cebrián, Savater, Albiac) probablemente arraigaron, en su juventud, gérmenes similares.
Sus errores intelectuales
Si el error de Bueno consiste en mantener una concepción idealista de los sabios como personas ajenas a pasiones e intereses, Valcárcel interpreta que la biología es destino, contra lo que afirmó Simone de Beauvoir en su gran obra El segundo sexo. De otra manera, no se comprendería la oposición de la ensayista a los derechos transexuales. Pero es que, incluso en términos biológicos, negar la existencia de personas intersexuales constituye una obcecación; la intersexualidad se encuentra tanto a nivel cromosómico, como fisiológico (genital) u hormonal. Multitud de estudios muestran que el binarismo sexual es falso.

Para rebatir el racismo que alcanzó su cénit en el nazismo, los biólogos sostienen actualmente que las variaciones intragrupales superan las extragrupales; es decir, que las divergencias en el interior de poblaciones africanas o europeas superan las diferencias medias entre ambas poblaciones. En otros términos: si reunimos a doscientas personas elegidas al azar, entre ellas se encontrarán mujeres más fornidas que algunos varones, por lo que afirmar “Los varones son más fuertes que las mujeres” constituye una generalización grosera; en consecuencia, la línea que separa varones de mujeres es continua. Lo mismo sucede entre heterosexuales y homosexuales, como demostró Alfred Kinsey en sus informes sobre la sexualidad humana que abrieron el campo de la reclamación de derechos. Obviar la realidad de esos continuos con el propósito de negar los derechos transexuales es reacción a vela desplegada.
Para concluir: estoy seguro de que este escrito anula las ya escasas posibilidades que tenía de ser invitado por la Fundación Gustavo Bueno y la Escuela Feminista “Rosario de Acuña” a impartir una conferencia.