Las zonas de bajas emisiones se han convertido en zonas políticamente radioactivas. Quien las toca se quema. Pelayo Barcia, concejal de Movilidad, ha dicho que no las va a tocar, so pena de que nos retiren los casi 8 millones de euros que hay comprometidos para ellas a través de los fondos Next Generation procedentes del Gobierno de Pedro Sánchez. Raquel Sándhez, la ministra de Transportes que pagó por adelantado estas inversiones en el pasado 2022, ha amenazado a los Ayuntamientos de más de 50.000 habitantes con retirar la pastizara y castigar a los que frenen la ejecución de las inversiones aprobadas para sus municipios.
Es probable que para asfixiar políticamente a Barcia haga falta algo más que una carta. Lo que ha venido a decir el nuevo concejal de Movilidad este viernes es que cumplirá con sus obligaciones hasta donde dicte la ley. Ni más ni menos. Ni menos ni más. El concejal se ha preocupado muy mucho de recordar el contenido de los acuerdos firmados con PP y Vox para no pillarse los dedos, aunque sean unos dedos muy gordos.
Pero como decíamos en el párrafo anterior, las Zonas de Bajas Emisiones han abierto un socavón radiactivo en la izquierda gijonesa. El criterio de Javier Suárez Llana e IU es defender la gestión del gobierno anterior y, particularmente, de su concejal Aurelio Martín, el responsable de que hoy Gijón tenga un Plan de Movilidad y de que la ciudad cumpla con los criterios de protección medioambiental establecidos por la Comisión Europea. Su posición política es coherente e inobjetable, pero también insuficiente. En cambio, el criterio del PSOE no está claro todavía. Su grupo municipal necesita estar engrasado más pronto que tarde si no quiere quedarse sólo en los debates políticos que se derivan del mandato anterior. Tanto un partido como otro saben que el gobierno de Carmen Moriyón no va a modificar, lentificar o frenar ninguna intervención que esté afectada por inversiones que no le sean propias. Las bombas nucleares suelen lanzarse en territorio enemigo, nunca en el propio. Sólo una estrategia que mire hacia el futuro y se libere del lastre del pasado, permitirá observar qué capacidad real hay en el bloque de izquierdas para ejercer la tarea de oposición con eficacia. Se necesitan neuronas dispuestas a albergar la posibilidad de ganar en las próximas elecciones desde una oposición común.
Sin embargo, algunos históricos empiezan a sospechar que la izquierda no es consciente del suelo que pisa. Se diría que el gobierno de Carmen Moriyón ha abierto un cráter radiactivo en el paisaje lunar del PSOE e IU y que este cráter puede tener una dimensión aún mayor de lo previsto. Recelos, división, resentimiento, la sospecha de que se resucite una pinza entre un partido de izquierdas y otro de derechas o el temor a que el chasis del socialismo local haya quedado roto por mucho tiempo. Gijón es la ciudad de los prodigios capaz de proclamar un día el pacto de la vergüenza y al otro untarla como se unta la mantequilla sobre la superficie de una tostada para después comérsela.
La irrupción de Carmen Moriyón en estas elecciones se ha convertido en un accidente nuclear. La derecha cuántica (con Vox) puede negociar con un gobierno socialista, Adrián Barbón, y con una derecha raquítica dentro de su propio gobierno. De la paradoja cuántica sólo se observa la soledad lunar del PSOE. Quienes creyeron que Carmen Moriyón iba a hacer política arrastrando el lastre de Vox, se han dado cuenta esta semana de que no será así, al menos, hasta que se aprueben los primeros presupuestos en diciembre.