“El cambio y el conocimiento no entran solo por el intelecto, sino también por el afecto”

La comisaria de "Luchadoras" disecciona esta exposición en el Niemeyer y defiende un acercamiento al arte desde lo afectivo.

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Ismael Juárez Pérez
Ismael Juárez Pérez
Graduado en Periodismo. Ha escrito en La Voz de Avilés, Atlántica XXII, El Norte de Castilla y El Salto. Fue coeditor y redactor en la revista de cortometrajes Cortosfera.

Ayer se inauguró en el Centro Niemeyer la exposición “Luchadoras. Mujeres en la colección del MUAC”, comisariada por la historiadora de arte Pilar García. Autora del libro “Un arte sin tutela: Salón Independiente en México, 1968-1971”, esta experta mexicana realiza la entrevista para NORTES un día antes de la inauguración y tras el encuentro con un periodista de otra publicación. “A ver si la gente se anima a venir a ver esta exposición. Merece la pena.” Suena entusiasta. Ha estudiado durante años a la treintena de creadoras cuyas obras se han reunido en esta ocasión y, con ellas, la diversidad mexicana a través de variados soportes y temáticas, “pero bajo una perspectiva de género”, puntaliza esta curadora de la Colección Artística del Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) en México.

Cuando el periodista de este periódico llega a la Cúpula del Niemeyer aún se están terminando de instalar algunas obras y hay un equipo técnico trabajando por diversos rincones. Pilar García se encarga de buscar un banco apartado del trasiego de personas. Sin proponérselo, ambos acaban sentados frente a un dibujo de la artista Marta Pacheco, una obra que supone una crítica a la violencia en general, pero, más en concreto, a la violencia periodística que ejercen las fotos, los titulares y los enfoques amarillistas, morbosos y escabrosos. Pilar García se muestra sonriente e invitará más tarde al periodista a recorrer la exposición ilustrándole sobre las diversas obras que espera “sean del gusto del público”. Su voz combina esa mezcla de rapidez y elegancia que tiene el acento mexicano cultivado. Al hablar denota tanta emoción como conocimiento intelectual sobre las obras. Esta sensación se confirma con lo que cuenta en la entrevista.

Pilar García delante de la obra “La Corriente”, de la artista española de origen español Marta Palau. Foto: Tania González.

¿Qué va a ver el público en esta exposición?

Se va a encontrar con un panorama de las prácticas artísticas de las mujeres en México. La colección del MUAC es una colección universitaria pública que va desde el año 1952 hasta nuestros días. Fue en los cincuenta cuando se conformó la Ciudad Universitaria y cuando comenzó el museo. Hace quince años el museo cambió de sede. Hizo un edificio nuevo y desde entonces se dedica nada más que a arte contemporáneo. Con esta colección hay un doble propósito. Por un lado, dar a conocer esta colección y, por otro, dar visibilidad a las mujeres en el arte, un arte que ha sido opacado por los cánones de la historia del arte y que tienen que ver más con la cuestión patriarcal. En ese sentido, entiendo que es nuestro cometido tener cada día más representación femenina dentro de las colecciones, no solo en nuestro museo, sino en muchos museos de todo el mundo.

“Creo que conforme va pasando la historia, cada día son más visibles las mujeres y ahorita hay una tendencia en el mundo muy fuerte para ir superando esa invisibilidad y cambiar el canon de la historia del arte.”

¿Cómo surgió la idea de sacar esta colección de México y llevarla a España?

En realidad, esta exposición no se ha visto nunca en México. Se organizó en la Casa de México en Madrid con la intención de dar a conocer nuestras colecciones. Luego, el Centro Niemeyer se interesó en itinerarla. Ójala se pueda llegar a ver en México en algún momento. Estoy segura de que así será.

¿El arte contemporáneo hecho por mujeres está invisibilizado?

Creo que conforme va pasando la historia, cada día son más visibles las mujeres y ahorita hay una tendencia en el mundo muy fuerte para ir superando esa invisibilidad y cambiar el canon de la historia del arte, dándole mucho más visibilidad a las artistas. Eso es parte de nuestro compromiso: crear otras historias y diferentes cánones con diferentes puntos de vista con una mirada desde los estudios de género.

Pilar García, delante de la obra “La Corriente”, de Yolanda Gutiérrez. Foto: Tania González.

¿Puede decirse que el dominio de los hombres en el arte ha impuesto unas temáticas y estéticas patriarcales?

No diría eso. El hombre tiene una mayor presencia. Tiene que ver con los roles que las mujeres hemos tenido a partir de la historia. Hoy día tenemos más oportunidades de estudiar y exhibir. Cada vez más podemos ir compartiendo el cuidado de la familia y nuestra vida profesional. En la exposición, que recorre varias décadas, se ven esas preocupaciones y diferentes búsquedas y luchas de las mujeres para cuestionar los cánones o los roles sociales que les ha tocado vivir. La exposición se adentra, de todas formas, en distintos temas, desde los problemas ambientales que estamos viviendo hoy en día, a diferentes narrativas personales e íntimas que tienen que ver con la estructura social. La temática es variada, así como los formatos utilizados por cada una de las artistas.

¿Es exagerado decir que esta incorporación creciente de las mujeres en el arte puede llegar a cambiar el paradigma del arte en cuanto a temáticas, estéticas o incluso negocio?

No creo que el cambio pueda llegar a ser tan radical. Creo que lo que da es una gama más amplia de texturas, de narrativas, con muchos más contrapuntos a las narrativas anteriores. El hecho de poder introducir estas historias de las mujeres te da la otra visión de lo que es el mundo, precisamente desde el punto de vista de las mujeres. Por lo tanto, más que un cambio de paradigma yo hablaría de un enriquecimiento del arte. Lo que sí hace es cuestionarlo. Creo que a partir del movimiento Me too, al menos en México, algunas visiones son quizá demasiado radicales, pero también es cierto que, como en cualquier movimiento social, para que se de un cambio de verdad, ciertas posiciones radicales o exageradas son necesarias e imprescindibles.

“Hay piezas que son francamente militantes a nivel social y hay otras que no tenían esa intención en un primer momento. Al principio era una reflexión que finalmente acaba en un cambio.”

¿Entiende el arte como una herramienta de cambio social?

Sí, creo que el arte siempre ha sido una herramienta de cuestionamiento y el cuestionamiento te lleva a un cambio de conciencia individual y colectiva y este, a cambios sociales. Hay piezas que son francamente militantes a nivel social y hay otras que no tenían esa intención en un primer momento. Al principio era una reflexión que finalmente acaba en un cambio. Además, entiendo que todas las actitudes que uno tiene siempre son políticas aunque uno no sea consciente de ello. Hay artistas que son conscientes y lo hacen de manera deliberada y otras que quizá no lo son, o no es su preocupación primera, pero su trabajo acaba repercutiendo a nivel social.

En la colección hay un mural participativo de Mónica Mayer del año 1978, llamado “El tendedero”, donde el público puede colgar confesiones o denuncias, algo que está dirigido tanto a mujeres como a hombres. En 45 años, ¿hasta qué punto la gente se involucrado, ha participado y la obra ha evolucionado?

Esta obra tiene que ver formalmente con cómo se tiende la ropa, pero aquí, en vez de ropa, se cuelgan papelitos donde la gente contesta preguntas que derivan de un taller. A lo largo del tiempo este tendedero se ha vuelto una buena herramienta para denunciar el acoso a las mujeres en distintas situaciones cotidianas. En 1978 tuvo un efecto importante, pero hoy en día la idea está siendo retomada por muchísimos movimientos sociales, por ejemplo, en las escuelas, para que la gente denuncie de manera anónima. Se ha vuelto como un tendedero de denuncias. Lo que me parece muy interesante es que ni la misma artista se imaginó que este dispositivo iba a ser retomado por tantas esferas sociales. La artista lo que hace es precisamente hacer un taller en el lugar donde llega “El tendedero”. Este taller es una convocatoria abierta, generalmente con la que también involucra a otras artistas, y a partir de esos talleres y esas reflexiones que ella hace sobre el acoso en general hacia la mujer, salen estas preguntas. Y esas preguntas tienen que ver con el contexto específico donde se está exhibiendo la pieza, así que se muestra un tendedero histórico de preguntas y respuestas, del pasado, al tiempo que se muestra también el tendedero que se está produciendo en ese momento en el lugar en que está siendo exhibido.

Fotografías realizadas por Maya Goded pertenecientes a su serie Welcome to
Lipstick, Reynosa, Tamaulipas, 2009-2013. Foto: Tania González.

Desde un punto de vista más técnico, ¿hay obras como “La Cascada” que tienen más dificultad para ser montadas fuera de su museo?

Las instalaciones siempre son un reto para ponerlos en diferentes espacios porque precisamente se tienen que adaptar a cada espacio. Aquí tenemos varias piezas que han sido un reto en ese sentido, pero hemos contado con un equipo fabuloso en el Centro Niemeyer. Algunas nos han llevado varios días montarlas, entre ellas, “La Cascada”, que es una pieza que tiene que ver con lo textil. Es una pieza de una artista que se llama Marta Palau. Ella es española. Nació en Lérida, pero como resultado de la guerra civil española, ella y su familia se van a México. “La Cascada” es una pieza muy, muy grande que implica moverla en cajas muy grandes de embalaje. Cada vez que la pongo, esta instalación me sorprende más. Cada vez me da más ilusión, más emoción. La artista ha comentado a veces que esa cascada tiene que ver con el agua. En algún momento alguien le dijo, “oye, ¿esto no es como una mega eyaculación?”, entonces ella se quedó un poco sorprendida y dijo, “pues creo que sí, pero yo no era consciente de eso”. Es lo que comentaba antes, que muchas veces las artistas no son conscientes en este momento de las implicaciones políticas o sociales que puedan tener sus obras y conforme va pasando el tiempo, van siendo más significativas y van teniendo más sentido en la vida cotidiana del público.

“Reconozco que hay muchas cosas que me gustan de esta colección. Cuanto más estudio y veo sus obras, más significado y profundidad les encuentro.”

Como comisaria de esta exposición, ¿puede decirme si tiene preferencia por algunas obras?

No se si puedo hablar de preferencias, pero hay piezas que me parecen que son muy potentes y su potencia crece con el tiempo. Por ejemplo, la obra de la que ahorita hemos hablado, “La Cascada”, es una pieza que estéticamente me parece muy fuerte. “El Tendedero” me parece muy potente a nivel social y a nivel de denuncia. También hay otras piezas con mucha fuerza, como “Encobijados”, de Teresa Margolles, compuesta por siete mantas utilizadas para envolver los cadáveres de víctimas del narcotráfico en México; o “Evidencias”, de Lorena Wolffer, una instalación con diferentes utensilios cotidianos que fueron utilizados para ejercer violencia doméstica, además del registro de cómo fue ejercida. Podemos irnos a otras piezas, como la de Magalí Lara o la de Cara Rippey que tienen historias más personales y que, sin embargo, siguen siendo muy entrañables. Hay muchas piezas que me emocionan e impactan. Por ejemplo, las fotografías de Dulce Pinzón, donde vemos a una mujer migrante en Nueva York vestida de Mujer Maravilla frente a unas lavadoras. Tras los atentados de las Torres Gemelas creó la serie “La verdadera historia de los superhéroes” mostrando migrantes latinoamericanos en Estados Unidos disfrazados. Reconozco que hay muchas cosas que me gustan de esta colección. Cuanto más estudio y veo sus obras, más significado y profundidad les encuentro.

Fotografías de Dulce Pinzón, de la serie “La verdadera historia de los superhéroes”. Foto: Tania González.

El MUAC es el museo latinoamericano que tiene más obras hechas por mujeres. ¿Hay un compromiso para que esto sea así?

En el MUAC llevamos quince años y en este tiempo hemos conseguido alrededor de 360 artistas. De estos, el 25% son mujeres. Si lo vemos por obras, alrededor de 2.030, el 16% son hechas por mujeres. Todas las colecciones de los museos suelen oscilar, en cuanto a la presencia de obras hechas por mujeres, entre un 12% y un 15%. Y, sí, es cierto que desde hace cuatro años tenemos intención de coleccionar más específicamente más obras hechas por mujeres, precisamente para darles visibilidad y de esta forma dar a conocer nuevas lecturas del arte, para poder buscar otro canon, otra narración de lo que han sido las prácticas en México. En este momento hay una intencionalidad explícita en coleccionar obras hechas por mujeres.

“Nuestra educación nos hace comprender los códigos de siglos pasados, pero no los contemporáneos.”

He leído que usted está comprometida en fortalecer el registro y la conservación de las colecciones públicas en los que la parte afectiva esté presente. ¿Qué quiere decir exactamente?

Que el hecho de que tú te puedas ver representado o que puedas ser empático con algo tiene sentido, que las cosas no solo entran a un nivel intelectual, sino también a nivel afectivo. Creo que en muchas piezas, según las circunstancias de cada uno, uno se puede ver representado o puede ampliar los horizontes de comprensión. El cambio y el conocimiento no entran solo por el intelecto, sino también por el afecto, porque precisamente te afecta, te hace crear conciencia y eso hace que te replantees cosas y consigas ver el mundo de otras formas.

¿El arte contemporáneo ha pecado quizá de demasiado intelectual?

Sí, pero también creo que el arte son códigos, son lenguajes. Nuestra educación nos hace comprender los códigos de siglos pasados, pero no los contemporáneos. El arte contemporáneo, a partir de los conceptualismos, se convirtió en algo mucho más intelectual, como usted dice, con nuevos códigos. Creo que conforme más vas entendiendo esos códigos, más y mejor entiendes el arte contemporáneo, algo que hace reflexionar y crear nuevas maneras para el futuro.

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