Oviedo, como en otras tantas ocasiones, vuelve a ser una ciudad anacrónica. En un tiempo donde el desarrollo sostenible, la reutilización o la resiliencia son los caminos a seguir, sigue el empeño por la destrucción patrimonial con el único fin de la especulación urbanística, sin ningún respeto al patrimonio histórico industrial y la memoria obrera que hay detrás, que es lo mismo que decir, la memoria histórica de la ciudad.
Conservar un conjunto histórico industrial único. En primer lugar estamos hablando de la única fábrica de gas que se conserva íntegramente en España y, que por si eso no fuera un valor ya excepcional, conserva edificaciones de una amplia nómina de los más destacados arquitectos que trabajaron en Oviedo en el siglo XX: Francisco Casariego, García Lomas, Vaquero Palacios…. o el ingeniero Sánchez del Río. Conservar el conjunto se hace imprescindible, evitando su mutilación y la desaparición de un eslabón fundamental para conocer la historia y desarrollo urbano de Oviedo de los últimos 150 años. Conjunto que, por otro lado, forma parte del Plan Nacional del Patrimonio Industrial de España y, como tal, el propio Ministerio de Cultura recomendaba su declaración como Bien de Interés Cultural.
Usos públicos para la ciudadanía. El nuevo plan de Patxi Mangado para Gingko, nuevos propietarios de la fábrica, aumenta en un 60% la edificabilidad, es decir, la especulación, al tratarse de vivienda privada (solamente el 20% será pública). Una solución anacrónica en una ciudad con miles de viviendas vacías y un descenso demográfico más que palpable. La protección, conservación y restauración de este conjunto histórico debe hacerse para la ciudanía, en un proceso de patrimonialización participativo, abierto y transparente. Cuando el arquitecto dice que se “ordena el espacio como una gran plaza pública, un lugar de estar, donde predominan los espacios libres de uso público”, la realidad es que ese espacio, en la práctica, será un patio de una urbanización privada muy poco apetecible para el disfrute ciudadano, cuando no directamente un elemento común de uso privativo de los negocios que ahí se pudiesen instalar.

Evitar la especulación. Reiterando lo anterior, la construcción de viviendas no deja de ser una especulación para que la propietaria pueda obtener beneficios a costa de las plusvalías, en eso se resume todo el proceso en torno a la Fábrica de Gas, obviando su importancia histórica, patrimonial, urbana y las verdaderas demandas de la sociedad. Una pequeña isla aislada del resto de la ciudad, pues ya parece que se abandona por completo su función de bisagra entre la ciudad histórica y la zona norte y este de la urbe, a donde hace tiempo se desplazó la centralidad urbana; de nuevo, el anacronismo de un crecimiento basado únicamente en las plusvalías y sin conocimiento de la realidad urbana y territorial de Oviedo.

Argumentos como “asumir la identidad ciudadana que está detrás de la Fábrica de Gas” o que “la presencia de elementos restaurados y reutilizados para usos actuales mandan en el conjunto de la memoria histórica, capaz de ahondar en la singularidad de este nuevo ‘lugar’ de la ciudad”, son completamente incompatibles con las actuaciones que se van a desarrollar: incrustar un edificio de viviendas en el gasómetro y otro en la nave de la Popular Ovetense, dos de los iconos del conjunto y de la ciudad; destruir diversos elementos de interés patrimonial y arquitectónico, como la marquesina de Sánchez del Río es obviar las demandas ciudadanas y, por lo tanto, no asumir esa identidad que utiliza para justificar lo que es una mera operación urbanística de carácter especulativo. Y desde luego, borrar mediante la piqueta un elemento fundamental de la historia industrial de Oviedo no es respetar la memoria histórica ni la singularidad de este espacio. Su singularidad es el conjunto.