Es un asunto de política interior esto de Gaza. Del interior del país y del interior de cada uno. El PP está convencido (diremos enseguida que erróneamente) de que solo puede ganar por falta de oxígeno, cuando los aires de la vida pública estén tan saturados de vahos mefíticos irrespirables que no podamos pensar con claridad. Se trata de que no veamos lo que está al fondo, que no pensemos en lo que quieren quienes pagan su circo indecoroso y financian a su incómodo bufón de ultraderecha. Al fondo están los regalos fiscales a los ricos; la desregulación que convierta el mercado laboral en una jungla rebosante de la libertad que les gusta: la libertad de unos pocos fuertes para comerse a una mayoría de débiles; la privatización, y por tanto privación, de servicios públicos y derechos (sanidad, educación, jubilación, dependencia); la siembra de odios basados en identidades simbólicas de género, raza o nación; y el integrismo religioso que estructure la sociedad sobre una población uniforme, fanatizada y compulsiva. No van a decirlo así, tienen que aullar y esperar que entre alaridos se confundan gatos con liebres. Lo de Gaza e Israel es una oportunidad más para envilecer y encanallar la política interna, para salpicar más con ese lodo que oculte lo que está al fondo.
La moralidad siempre ralentiza la conducta. Quien tiene algún tipo de moralidad pondera las situaciones complejas porque está habituado a que la brújula del bien guíe su conducta y, como el bien acostumbra a cambiar de forma y a no darse entero en ningún bando, la persona moral es prudente y reacciona lento. Además, la moralidad es lo que nos hace escandalizarnos y horrorizarnos, tener una reacción inicial de agarrotamiento ante el espanto. Más lentitud. Los inmorales reaccionan rápido y con vigor entusiasta. Cómo olvidar la alegría con que Toni Cantó y otros personajes carnavalescos fueron a la plaza de Colón a manifestarse exultantes por Ucrania y contra el comunismo. Y la moralidad trae otra lentitud que los propagandistas tienen bien estudiada. Es la parálisis en la que cae cualquier persona mínimamente moral ante la acumulación de disparates desquiciados. Sánchez se dio cuenta en el debate con Feijoo. Se necesitan verdaderos energúmenos para que el PP y Madrid DF anden vociferando que el Gobierno es cómplice de Hamas, del terrorismo y de degollamientos de bebés. No hay muerte o desolación en la que no escarben buscando cadáveres que llevarse a la boca. Es difícil olvidar cómo, tras el terrible atentado de Atocha, la derecha política y mediática se volcó en sacar a los asesinos de la cárcel para poder culpar a otros que les convenían más. Y, como todos los odios y los disparates se alimentan, les parece un buen momento para más hipérboles, como la inminente desaparición de los españoles como especie a manos de Sánchez y los 26 millones de hijos de puta a los que el general Francisco Beca querría fusilar.
A la derecha todo esto no le está funcionando. Sus disparates falsean con tal desatino la realidad y la experiencia de la gente, que no solo son inverosímiles, sino que rozan la disfunción cognitiva. Además, sus alaridos escupen tal odio hacia los rojos que son ellos mismos los que dan miedo. Vox asustó más que Bildu. Pero hay otra razón más por la que sacarán poco petróleo de Hamas, Israel y el supuesto terrorismo islámico del Gobierno
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Se lo dijo a su amigo con claridad insuperable Harry Lime, el cínico villano de El tercer hombre, mirando a la gente desde lo alto de una noria: «¿Víctimas? No seas melodramático. Mira ahí abajo. ¿Sentirías compasión por alguno de esos puntitos negros si dejara de moverse? Si te ofreciera 20.000 dólares por cada puntito que parara, ¿me dirías que me guardase mi dinero o empezarías a calcular los puntitos que serías capaz de parar?». El PP y Madrid DF tienen difícil convencer a la gente del aliento terrorista del Gobierno porque tienen difícil conmover a la gente (lo de ETA es más fácil porque eso fue aquí y quedan jirones de la aversión y dolor que causaron sus crímenes). En realidad, tienen el mismo problema que quienes llevan tanto tiempo intentando ayudar al derecho de los palestinos a tener un estado con fronteras seguras. Son puntitos negros que no provocan compasión cuando algunos dejan de moverse. No es que la gente quiera ganar dinero por cada puntito que deje de moverse. Es que la gente, nosotros, solo vemos puntitos negros en las masas que sufren y mueren. Arabia mató a cientos de miles de yemeníes, pero fue un solo crimen, el del periodista Jamal Khashoggi, el que alteró los ánimos del mundo y puso contra las cuerdas al gobierno saudí. Fue el único que no era un puntito que se paraba. Es largo de explicar. Nuestra mente es así, reacciona más al relato que a los datos o a los principios. Con Khashoggi hubo personaje, trama, argumento, suspense, no una maldad abstracta, sino la maldad de desmembrarlo sin matarlo primero, a gritos: relato, vida. Los yemeníes eran números de muertos, sin un relato que llegara a la parte del sistema nervioso que nos aterra o nos indigna. El PP y la derecha pincha en hueso fingiendo horrorizarse por los puntitos negros que Hamas paró y con la bufonada de que nuestro Gobierno simpatiza con tales crímenes. Bien saben que pincha en el hueso de la insensibilidad quienes llevan años apoyando el derecho de los palestinos a una vida; sin adjetivos, una vida.
Hamas es un grupo terrorista que ejecutó una matanza inmisericorde. Israel no es un grupo terrorista, es un estado hecho y derecho actuando como un grupo terrorista tratando de eliminar a un grupo humano de la existencia. No hacen falta análisis sofisticados para saber quién atacó el hospital. Solo miren los titulares del atentado de Hamas. Todos son encendidos, indignados, durante días se repitió la expresión «sin precedentes», como justificando de antemano lo que hiciera Israel. No es un secreto que los estados y prensa occidentales toman partido por Israel. Lean ahora los titulares del bombardeo al hospital después de que Biden dijera que, efectivamente, había sido Hamas. Si hubiera sido Hamas, los titulares hubieran redoblado el fuego con que se refirieron al «primer» atentado de Hamas. No hay esa indignación contra Hamas por lo del hospital porque nadie cree que haya sido Hamas. Se hacen cosas así para que nadie se sienta seguro en un territorio como Gaza, para que todo el mundo tenga en la boca el sabor de la muerte cuando entre el ejército y para que la opinión pública internacional discuta sobre mapas y pruebas y la hemorragia de muertes se siga sintiendo como puntitos negros que se paran. A lo mejor ahora eligieron un hospital para que, al menos, los que murieran ya estuvieran enfermos.
El levantamiento de Irán y el juego geopolítico de EEUU, Rusia y China hacen pensar en una maquinaria deshumanizada que no verá más que puntitos negros a cualquier distancia. Hay riesgo de que la religión se convierta en el molde emocional que encapsule los bandos. La religión condensa con facilidad emociones identitarias de grupos con una fuerte cohesión compulsiva. Cualquier gobierno tiene la tentación de mantener estructuras religiosas, porque es más fácil el control de una sociedad cohesionada que una sociedad de individuos a granel. Pero la religión es un material superconductor de odios y sinrazones. Si el conflicto se encapsula en ese molde, podemos dar por hecha una fanatización masiva de las poblaciones. Ya está aquí Vox intentando pescar en esa charca exigiendo que se restrinjan derechos a los inmigrantes que vengan de países musulmanes.
Es un problema de política interna. El conflicto es un cucharón removiendo los lodos basales que quedan de nuestra historia y nuestras historias y contribuye al envilecimiento y pérdida de moralidad en la que están embarcadas las derechas. Y es del interior de cada uno. Querrán deshumanizarnos y que solo veamos puntitos negros fuera de nuestra casa.