La historia suele ser sarcástica y despiadada y, en ocasiones, se presta a ser demasiado cruel. La historia no hace prisioneros ni suele ofrecer segundas oportunidades. La historia sólo se acerca a aquellos que la saben interpretar mientras que al resto los condena al olvido. Hace cinco años, Adriana Lastra era vice-secretaria del PSOE, jefa del grupo parlamentario socialista en el Congreso, la mano derecha que había aupado a Pedro Sánchez a la Secretaría General del partido, la mujer que negociaba con el resto de los grupos políticos del hemiciclo la investidura del futuro presidente del gobierno. Por las razones que sean y que no vienen ahora al caso, Lastra había sabido leer una época como pocas mujeres la había leído. A su manera, tenía la ambición de un personaje escrito por Balzac. En cambio, cinco años después, convertida en Lady Macbeth, es acogida en la ejecutiva de la Federación Socialista de la FSA como una refugiada, ocupa letraherida un escaño en la cuarta fila del congreso, ignorada por el resto de sus compañeros diputados, y trata de liderar a las agrupaciones locales de su federación, esperando a que llegue el momento adecuado para hacerse con la Secretaría General que detenta el presidente del Principado, Adrián Barbón. Una mala lectura de la época puede empujar al ostracismo incluso a toda una vicesecretaria. El carácter es destino.
La historia de Adrián Barbón, por su parte, es una historia de éxito político subido a la ola del sanchismo, llevado de la mano de Lastra, bendecido por José Ángel Villa, secretaro del SOMA primero, convertido en Alcalde bonachón de Laviana, después, y en presidente de los asturianos más tarde, bajo un sólo lema: “O cambiamos o nos cambian”. Pero la suya también es una historia de desfallecimiento político a medida que se ha ido alejando de Pedro Sánchez, a partir del último año de su anterior mandato. A tres diputados de la mayoría absoluta en 2019, a escasos 750 votos de perder un gobierno en 2023, la imagen del Presidente del Principado se ha ido desfigurando internamente tanto, que las luces de alarma dentro de la organización parecen estar más encendidas que nunca ante la escasa intervención política del Secretario General de la FSA en los incendios que se suceden dentro de las agrupaciones de su partido. Si en la legislatura pasada, Barbón era el mascarón de proa de un gobierno romántico, a lomos de la historia, y dirigido por un hombre maquiavélico y embarnecido por el frío aura de la gestión, Juan Cofiño, hoy algunos cargos del partido creen que ni hay político ni hay gestor a los mandos del gobierno ni tampoco del partido. Quizá Barbón tampoco esté haciendo una buena lectura de la época.
Adriana Lastra y Adrián Barbón han sido figuras que, paulatinamente, han ido conformand la situación de la FSA de nuestros días. Dos protagonistas politicos que han estado siempre juntos, desde los años universitarios, aupados por el ex-presidente Javier Fernández, primero, partícipes, mano a mano, de su traición después, y que hoy, en cambio, parecen estar separadas por un abismo. Barbón ejerce toda su gravedad política en las redes sociales. Se dice que es un hombre de mitin, sin más acervo político que un prurito historicista por las siglas del partido. “Es el candidato que querría nuestra abuela”, afirma un veterano socialista, “un político que mira hacia Madrid cuando trata de atisbar su futuro antes que hacia Asturias cuando debería preservar el nuestro”. Lastra, en cambio, pretende dividir la ejecutiva, salvarse del ostracismo, continuar en la pomada.

Como quiera que sea, Adrián Barbón se ha distanciado de Adriana Lastra en los últimos meses, al compás de estas crónicas adrianas. Lady Macbeth ejerce en apariencia de jefa de los socialistas y tribuna de la plebe entre las agrupaciones locales y en la ejecutiva, incorporada tiempo después del último congreso, desborda nominalmente la acción política e institucional de la FSA que le fue encargada, interviniendo en los debates politicos locales, bajo la rúbrica de “número dos”, eclipsando a la nueva secretaria de organización, Rita Camblor. Barbón sabe que no puede estar muy cerca de Lady Macbeth. Su presencia provoca desconfianza en la dirección federal, enturbia las relaciones institucionales, atrae recelos y fantasmas. Lastra intenta acercarse a las agrupaciones mandando mensajes de complicidad a través de sus ruedas de prensa y éstas se dejan querer. Todos fingen normalidad en la escena pública, pero todos son conscientes de que Lady Macbeth convirtió la Federación en su refugio político tras su afeada dimisión por twitter, anticipando el ceso que habría de firmar Pedro Sánchez. Ahora, desde Asturias, intenta manipular los órganos del partido como si este fuera un mapa desplegado de un campo de batalla desde el que poder sustituir a Barbón en la Secretaría General.
Dentro de la ejecutiva de la FSA se han ido configurando dos bloques De momento, una mayoría de quince miembros respalda a Adrián Barbón, su Secretario General, y tan sólo siete estarían dispuestos a ir a una guerra con Adriana Lastra. Sin embargo, Lady Macbeth no pretende presionar a Barbón en la Comisión Ejecutiva ni mucho menos extenderla al gobierno. La batalla se jugará en el Comité Regional.
Primero una gestora en Mieres, después otra en Cangas de Narcea. En breve, tras la dimisión de su Secretario Local, Mauro González Calada, se sumará a esta nómina la Agrupación Socialista de Lena. La FSA afronta, por tanto, tres gestoras y una situación orgánica bastante preocupante en otros territorios en los que no sería descabellado pensar que la grieta es más extensa y profunda de lo que se pensaba. Hablamos de Langreo, hablamos de San Martín del Rey Aurelio, incluso de Laviana. Fuentes socialistas ya destacan el serio distanciamiento que hay entre el Alcalde de Siero, Ángel Antonio García “Cepi” y el Secretario de la Agrupación, Juan Cofiño. Hablan de “Cepi” como un hombre que podría seguir siendo alcalde de su municipio, (50.600 habitantes y creciendo) sin necesidad del partido. Ha ganado autonomía a medida que crecía en habitantes y potencia industrial. La escasa influencia de la FSA en Oviedo y la pérdida del Ayuntamiento de Gijón en las últimas locales obligan a reflexionar sobre una crisis orgánica que no se cita, que no se menciona, pero que se piensa y que se ha instalado como un elefante blanco en la cabeza de todos los dirigentes locales del socialismo asturiano.
La estrategia política local de la FSA ha fracasado. En el diagnóstico, algunos cargos admiten que Barbón ha atendido más a su poder institucional que a los intereses de las agrupaciones territoriales que hoy tratan de mantenerse a flote mayoritariamente ejerciendo la oposición en sus Ayuntamientos. Uno de los ejemplos más paradigmáticos se presentó hace dos semanas en el parlamento asturiano, al tiempo que en Gijón, Foro rompía con Vox el pacto que otorgaba la mayoría absoluta a Carmen Moriyón. Con el “pacto de la vergüenza” aparentemente roto, Barbón ofrecía al único diputado de Foro, Adrián Pumares, otro de carácter presupuestario para diciembre que resultaba políticamente más caro que el que podría haber presentado a la única diputada de Podemos, Covadonga Tomé, expedientada por su partido hace un par de semanas. A nadie se le escapa que aquel guiño de Barbón erosionaba la influencia de la agrupación socialista de Gijón en su municipio y fortalecía a Foro en la ciudad.

Esta aparente desidia de Barbón por la política local está siendo aprovechada por Adriana Lastra. Otras agrupaciones, no sólo la de Gijón, han sentido su cercanía, lo que no significa que los secretarios de esas agrupaciones se hayan entregado a ella con los brazos abiertos. Lo que sí tiene auténtico valor es que, ante la ausencia de liderazgo del Secretario General de la FSA, tanto unos como otra han comprendido que hace falta una nueva recomposición de mayorías políticas de orden territorial, donde tengan peso algunas agrupaciones locales, principalmente las de Oviedo, Gijón, Corvera, Siero y Llanes. Y por supuesto, por mucho que Lady Macbeth lo intente, por mucho que lo haya observado, también es consciente de que, por el momento, poco o nada puede hacer para inclinar el fiel de la balanza hacia ella. Las agrupaciones locales de la FSA son conscientes de que necesitan estar más conectadas a la ejecutiva de Pedro Sánchez que antes. Quizá el alcalde de Corvera, Iván Fernández, miembro de la Comisión Ejecutiva Federal, sea el hombre adecuado que pueda rescatar a la FSA de su crisis. Y aviso a navegantes: cuidado con taponar un debate interno y democrático entre las agrupaciones y la dirección regional porque las cosas, entonces, podrían empeorar. La historia es sarcástica y despiadada. En ocasiones, se presta a ser demasiado cruel.