El PP amnistiado y más cerca de Junts

La amnistía suelta la faja de la convivencia y facilita que la vida pública catalana no sean patrias en construcción y deconstrucción.

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Enrique Del Teso
Enrique Del Teso
Es filólogo y profesor de la Universidad de Oviedo/Uviéu. Su último libro es "La propaganda de ultraderecha y cómo tratar con ella" (Trea, 2022).

En el mundo de Otelo, el personaje de Shakespeare, la deshonra de la infidelidad conyugal era un mal insuperable que no admitía más reparación ni consuelo que la muerte de los adúlteros (no son tiempos tan remotos; el disco en español de Joan Báez de los setenta todavía incluye la de El Preso N.º 9). Yago no mata a Desdémona, solo convence a Otelo de que le es infiel. Pero ¿qué es, en aquel mundo, legítimo hacer contra una infiel? Matarla, claro. ¿Y qué es legítimo hacer contra un gobierno ilegítimo? Si un gobierno se forma ilegalmente y juntando el daño que hizo Tejero el 23 F con los crímenes de todos los Santi Potros, Pertur, Josu Ternera y demás cofradía etarra durante décadas, si un gobierno se forma así, ¿qué es legítimo hacer contra ese gobierno? Pues yo diría que es legítimo asediar la sede de su partido, agitar puños, romper lo que se pueda romper y emplear la fuerza contra quien haga falta. Yo diría que la honra obliga a que «el que pueda hacer que haga y el que pueda aportar que aporte», en la calle con los puños o en los tribunales camuflándose con una toga. Por supuesto, Yago no mató a Desdémona ni PP – Vox atacan sedes socialistas. Solo convencen a sus obcecados de que el gobierno es ilegal, está puesto por un golpe de estado, es continuador del terrorismo de ETA y planea hacer desaparecer a España como nación. ¿Quién iba a pensar que les iba a dar por atacar sedes socialistas?

Vox es un partido fascista y brutal, cuyo ideario completo se concreta en un bobo haciendo el gesto de una mamada en sesión pública. El PP tiene su raíz baja en el franquismo y sus ramas altas en las corrientes de la ultraderecha actual. Sin haber sacado los pies del pantano franquista ya inhaló los vapores ultras de estos tiempos. Rugen parecido a Trump y Milei. Sus tácticas consisten en un delicado cultivo del odio y el malestar. Se destila el recuerdo de ETA para obtener rencor y se echa a la olla donde burbujean sueldos bajos, paro, vivienda imposible, futuro desdibujado y amenazante, desorientación, temor, conflictos culturales por la visibilidad de minorías, movimientos migratorios intensos y perturbación de las clases altas. Con esos caldos se puede cultivar el tipo de odio más fecundo: el que se puede concretar en personas, en sedes, en el acento de grupos humanos, en su tono de piel, en el barrio que delatan sus vestimentas. El odio y la indignación son líquidos y no tienen ideología. Solo necesitan propagandistas que lo envasen en el recipiente adecuado con las pulsiones emocionales convenientes. Así, la furia por el sueldo irrisorio y el alquiler abusivo no se proyecta sobre el empresario rapaz o el banco insaciable, sino que se concreta en una amnistía que ni les afecta ni les importa; o en inmigrantes que los líderes dicen que traen tifus y que hay marcar como reses; o en una delirada depredación del dinero de todos para Cataluña. Aznar introdujo en la política española la desfiguración hiperbólica del oponente y la sinrazón ruidosa como forma política. Esa semilla se alimenta ahora de las tácticas con las que las oligarquías económicas buscan disecar la democracia y restringir derechos.

Felipe González, Adrián Barbón y Julio María Sanguinetti en el Niemeyer. Foto: Twitter de Adrián Barbón

Lo que vivimos esta semana es la traducción al español del asalto al Capitolio. Los grandes diarios económicos mundiales ven lo que hay: no hay movilizaciones contra una amnistía que no preocupa a nadie. La movilización es contra la constitución del gobierno, la amnistía solo es el envoltorio emocional y movilizador. Hay más españoles contra la furia de PP – Vox que a favor. El gobierno surge de esa mayoría, como Biden surgió de su proceso electoral. Igual que en EEUU quisieron anular por la fuerza las elecciones vistiéndose de búfalos aquí rugen las mismas histerias ante las sedes que ven como templos satánicos. Por supuesto que el PP es parte de la violencia que vivimos. Es quien lanza las mentiras y demencias que hacen legítimas las manifestaciones que vimos. Y claro que dieron alaridos contra la Constitución, contra el Rey y en honor a Franco. Solo hay que agitar el cuerpo del PP para que caiga esa caspa y la turbidez del pantano franquista donde tienen los pies.

El PP tiene su raíz baja en el franquismo y sus ramas altas en las corrientes de la ultraderecha actual

Un efecto buscado por los traficantes del odio es anular cuanto sea posible la razón y el conocimiento. Es el estado en el que el PP puede insistir en que es un robo que no gobierne la fuerza más votada, mientras aparta a la lista más votada en todas partes. Feijoo no responde a esta contradicción porque no le hace falta. Sembrado el odio, no hay objeción para decir a la vez una cosa y la contraria y encima amenazar. Ayuso puede decir con la mayor desvergüenza que ella no va con los radicales ni a la vuelta de la esquina, cuando están gobernando con ellos donde pueden, que es en muchos sitios. El odio es como el litio o el tungsteno, es una materia prima que, debidamente tratada, alimenta y blinda discursos y prácticas políticas. El razonamiento y el conocimiento fueron siempre veneno mortal para someter a las mayorías y lo único que lo ahoga es el sistema límbico, una parte de nuestro cerebro más antigua que la corteza superior con la capacidad de anularla y mover nuestra conducta con los protocolos básicos de cuando había que sobrevivir en la sabana.

Lo del extremismo muchas veces va en gustos estéticos

Felipe González trata de pulsar un sentido común tramposo, como corresponde a un fulero al que, como a otros que se hicieron más vejestorios que ancianos, los años llevaron a ser como Pedro Páramo: un rencor vivo. Dice que los extremismos desquician y que PP y PSOE tienen que cultivar su moderación. Dos mentiras tramposas subyacen a este sentido común, una peor que la otra. La primera es la de otorgar la moderación a PP y PSOE. ¿Por qué es más moderado el PP que Sumar, Bildu o PNV? La segunda es peor. La escena de una extrema derecha y una extrema izquierda dibuja una ecuación equilibrada y de muy fácil consumo, que oculta y blanquea hechos graves. Lo del extremismo muchas veces va en gustos estéticos. Nunca oí a Podemos pedir la nacionalización de la banca y sí oí a Vox pedir la desaparición de la Seguridad Social. La extrema derecha tiene características que no tienen paralelo en ninguna izquierda, ni moderada ni radical: racismo, machismo, clasismo, homofobia, negacionismo. ¿Cuál es el equivalente de eso en la presunta extrema izquierda? Y otras que sí podrían existir en izquierdas bravías: autoritarismo y violencia. Pero no hay izquierda organizada en busca de dictaduras del proletariado ni de atentados, más allá de las demencias hiperbólicas de la propaganda de la derecha. La pulsión dictatorial y violenta es toda de la ultraderecha. Esto es lo que blanquean quienes hablan de extremismos «de las dos partes», como González: racismo, machismo, clasismo, homofobia, negacionismo, autoritarismo y violencia. No hay una extrema derecha, una extrema izquierda y una centralidad PP – PSOE. Sánchez es el límite de la civilización. A su izquierda está todo lo bueno y lo malo de la política. A su derecha, solo odios y alaridos.

Concentración ultra a las puertas de la Casa del Pueblo gijonesa.

Aunque el chisporroteo es estridente, hay que ver las concentraciones de estos días en parte como gamberrismo y en parte como psicofonías de difuntos. La amnistía será un alivio en la sociedad catalana, quebrada por el procés. Como se está diciendo, meterá a todos en la Constitución y el Parlamento con voz decisiva. Nadie sobra ni es marginal. El problema catalán lleva la arenilla del nacionalismo. Las razones por la patria (catalana o española) siempre acaban en sinrazones para lo que importa. La patria es el límite de la razón, y en la patria empieza el sectarismo. La amnistía suelta la faja de la convivencia y facilita que la vida pública catalana no sean patrias en construcción y deconstrucción.

Y conduce al estado de cosas en que el PP podrá volver a pactar gobiernos con Junts. El PP, coloreado por Ayuso y tuneado por Vox, es aversivo, nadie quiere estar ahí. Con la respiración normalizada en Cataluña, tendrá el pasillo de siempre con Junts y el PNV. Dejará de ser un apestado. No lo olviden, el PP es el indultado más gordo.

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