Desde el inicio del nuevo milenio, el Concejo de Aller ha experimentado el cierre de varios centros educativos. Así, en el año 2005, se cerraban el CRA Río Negro y el colegio público Santo Domingo y Santiago, integrándose en el ahora CRA Maestro José Antonio Robles, del que, en la actualidad, solo permanecen las escuelas de Caborana y Bó, tras el cierre de Nembra y Santibáñez de Murias. Se cerraba, también, el Colegio Público Santibáñez de la Fuente, que pasaba a integrarse en el Colegio Rural Agrupado Alto Aller, dando lugar al CRA Alto Aller- Santibáñez, con aulas en las localidades de Bello, Casomera, Pelúgano, Soto, Santibáñez de la Fuente y Levinco, donde se estableció la sede hasta el cierre de la misma en el curso 2009-2010. Tres cursos más tarde cerraron las unidades de Casomera y Pelúgano; para el 2018-2019, del CRA ya solo quedaría el Colegio de Bello. Un triste compendio de oportunidades perdidas y falta de visión a largo plazo en el desarrollo de la región.
El despoblamiento del municipio de Aller no es un fenómeno aislado ni casual. Aquel 2005 fue año de numerosas supresiones (“integraciones”) en todo el territorio rural asturiano. El cierre de la minería -la mal llamada “reconversión”- ha dejado un vacío económico que no ha sabido llenarse de propuestas estables a largo plazo. La falta de oportunidades laborales ha llevado a una emigración forzosa, desgarrando los lazos comunitarios y dejando pueblos enteros en un estado de abandono. En este sentido, conviene destacar, el papel que cumple la escuela rural en la construcción del arraigo a la tierra y la preservación de su cultura frente a la erosión del tiempo y las circunstancias.

La propuesta anunciada por la Consejería de Educación de Asturias para evitar el cierre inminente del Colegio Público de Bello no es novedosa y sí, como en otras ocasiones, decepcionante. La idea de una tregua temporal condicionada al compromiso por escrito de las familias del alumnado para mantener la matrícula de solo dos alumnos existentes y potencialmente dos más para el futuro es poco más que un calmante temporal, administrado no sin cierta dosis de perversidad, con el que repartir la responsabilidad entre el Ayuntamiento, que deberá encontrar una solución urgente -casi mágica- al declive demográfico y las familias, sobre cuyas conciencias pretenden que pese el futuro de la escuela.
Paralelamente al cierre de colegios y unidades rurales se mantiene el desvío de fondos hacia la escuela concertada
Paralelamente al cierre de colegios y unidades rurales se mantiene el desvío de fondos hacia la escuela concertada, dejando patente la voluntad política del Gobierno asturiano. ¿Por qué, si no, se siguen financiando empresas privadas que detraen de las arcas públicas los recursos necesarios para asegurar el derecho a la educación de toda la ciudadanía? ¿Por qué nunca hemos visto una de sus sucursales en Casomera, Niembro o Felechosa? Está claro que mantener la doble red educativa solo contribuye a exacerbar la brecha entre las oportunidades educativas de quienes viven en entornos rurales y urbanos poniendo en entredicho la calidad democrática.

En conclusión, el cierre de un colegio público es un fracaso político para un gobierno que se dice de izquierdas; un indicador alarmante del abandono al que se ha estado sometiendo a la zona rural, así como de los recortes salvajes aplicados contra los servicios públicos con la excusa de una “reestructuración más eficiente” o de “la racionalización del gasto”, mientras se desvían cientos de millones hacia empresas privadas para que hagan su agosto. Frente a este desmantelamiento vestido de lagarterana, resulta crucial defender la escuela rural, que no es un lujo, sino una necesidad vital. De lo contrario, el cierre del Colegio Público de Bello, más que una pérdida, será la rendición ante un destino que merece ser desafiado.