Las peatonalizaciones que Oviedo necesita

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Manuel Maurín
Manuel Maurín
Es profesor titular de geografía de la Universidad de Oviedo/Uviéu y activista en diferentes movimientos por el derecho a la ciudad.

Se están iniciando o anunciando estos días en muchas ciudades actuaciones transitorias para adaptar el espacio urbano a las condiciones especiales derivadas del impacto del COVID-19, entre las que destaca la extensión de los espacios peatonales favorecida por el descenso circunstancial del tráfico, la compensación frente al confinamiento forzado y la necesidad de incrementar la distancia física entre las personas.

En principio, no se trata de algo especialmente novedoso pues la tendencia a recuperar para otros usos una parte del viario urbano monopolizado por el automóvil particular se viene consolidando desde hace años en muchos países de América y de Europa occidental. No es justo, ni sostenible, ni saludable que el 70% del espacio público esté ocupado por los coches cuando representan de media un 40% de los desplazamientos y, por eso, el movimiento de las Calles Completas (Complete Streets) u otras fórmulas similares de rescate se van implantando de manera irreversible.

El último gobierno de Antonio Masip inició la peatonalización de calles céntricas como Pelayo. Foto: Iván G. Fernández.

Pero las circunstancias coyunturales favorecen en estos días, en mayor medida, la aceleración de ese proceso y no faltan quienes, habiendo sido enemigos aventajados de las intervenciones para la humanización de la movilidad urbana, tratan de convertir en una oportunidad para el negocio privado la necesidad y el apoyo mayoritario de la población hacia el aumento del espacio peatonal. Oviedo no es un caso único, pero sí es un caso de libro.

Proyecto para el Bulevar de Santuyano, Oviedo/Uviéu, en el tramo urbano de la autopista Y.

En la capital de Asturias el gobierno de la derecha, que no dudó en desbaratar los planes redactados en el mandato anterior sobre movilidad urbana sostenible y las actuaciones previstas para la pacificación del tráfico en el Bulevar de Santuyano o en el entorno al Campo de San Francisco, se ha apuntado ahora con entusiasmo a la conquista de nuevas calles y plazas para sustraerlas al uso del automóvil y transformarlas en mercancía (como todo lo que tocan y como ya hiciera en los años noventa su predecesor Gabino de Lorenzo).

La naturaleza debería incluirse como materia prima de un nuevo tipo de infraestructura peatonal y verde

Así, lo que debería ser una actuación para dejar más espacio a las personas y proteger su salud, en manos de los inventores del eslogan “llenar Oviedo de gente”, se convierte en una operación de traspaso del espacio público al lucro privado, para concentrar personas (clientes) poniendo en riesgo su salud. Sin ningún disimulo y bajo el pretexto de “ayudar a reactivar el comercio y la hostelería” el ayuntamiento transfiere a una trama de entidades particulares, empresas y asociaciones de hosteleros (como antes hizo con los constructores) el derecho a decidir, planificar y repartirse las ayudas y el espacio público, dejando al margen al conjunto de la población, a los trabajadores precarizados del sector y a la mayoría de los hosteleros que no forman parte del grupo selecto que controla el poder.

Peatonalizaciones en Poble Nou, Barcelona. Foto: Publicspace.org

Lejos de las pretensiones depredadoras, la expansión peatonal que necesita Oviedo tiene que fundamentarse en la democratización del espacio público y servir para sanear el ambiente y dar acogida a una amplia diversidad de funciones de interés ciudadano, como la circulación o el paseo, pero también la estancia, el descanso, el juego y la sociabilidad. La naturaleza, en forma de parques, jardines, setos, arboles y pequeños corredores naturales, también debería incluirse como materia prima de un nuevo tipo de infraestructura peatonal y verde que fuese sustituyendo y superponiéndose a la infraestructura gris heredada del de los sistemas viarios basados en la motorización y necesaria para hacer frente a la crisis climática, además de la sanitaria.

Ampliación de zonas peatonales en Les Courtillières, Francia. Foto: Publicspace.org

Apoyándose en los que ya son hoy los principales núcleos e islas libres de tráfico, como el Campo de San Francisco y los parques y huertos urbanos y periurbanos, el nuevo espacio peatonal y verde debería configurarse como una red interconectada a través corredores e itinerarios, también ciclables, que articulasen un nuevo tejido urbano saludable y sostenible.

Un tejido o malla que, aun cuando naciese como resultado de la agregación de actuaciones puntuales de urbanismo táctico, debería tener vocación de permanencia y consolidación a largo plazo, como una semilla de la ciudad del futuro. Estos espacios no pueden surgir solo de la acción técnica e institucional, y mucho menos delegada en agentes sociales con intereses exclusivos, sino de la participación pública y la implicación de los vecindarios que conocen mejor que nadie cuales son las necesidades y posibilidades de los espacios que frecuentan y en los que se desenvuelven sus actividades cotidianas.

Y, desde luego, en las nuevas áreas peatonales tendría también cabida la actividad económica y los servicios y equipamientos públicos y privados, pero no como piezas estructurales sino complementarias y ordenadas de acuerdo con el proyecto común.

Transformación de solar abandonado en parque y huerto urbano, Kiev (Ucrania). Foto: Publicspace.org.

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