La familia Cosmen, fundadora del grupo ALSA, y principal accionista de la compañía británica National Express, es uno de los clanes más ricos de Asturias y de toda España. También está entre los más poderosos. La segunda mayor fortuna asturiana y la número 97 en el ranking de los españoles más ricos, ha sido tradicionalmente mimada por el poder político y mediático, sobre todo en su tierra de origen. Si desde las instituciones se han amprado dudosas jugadas inmobiliarias de la familia, como la llamada “Operación de los Palacios”, por parte de los medios de comunicación asturianos se ha tendido a pasar de puntillas por sus capítulos más discutibles, como el fiasco del “Calatrava” en Oviedo o el derrumbe parcial de su estación en Gijón, resaltando sobre todo el carácter emprendedor de la saga de los Cosmen, y su epopeya empresarial desde la pequeña Automóviles de Luarca Sociedad Anónima hasta la construcción de una multinacional con rutas en todo el mundo y una flota de casi 4.000 autobuses que transportan anualmente a 358,5 millones de viajeros. El blindaje mediático se ha agrietado no obstante este verano con el aluvión de denuncias de trabajadores y usuarios a la compañía, líder en España y con prácticamente el monopolio del transporte público por carretera en Asturies.

La semana pasada, trabajadores de ALSA le entregaron al gobierno asturiano más de 2500 firmas de usuarios reclamando la reapertura de todas las taquillas, cuyo cierre temporal ha generado largas colas en las estaciones de autobuses de Oviedo, Gijón y Avilés, y el restablecimiento de todas las líneas canceladas. Tras la declaración del estado de alarma, el Consorcio de Transportes de Asturias (CTA) canceló varias líneas de autobús. Ahora, cuando ya llevamos más de un mes de “nueva normalidad”, ALSA aún no ha restablecido dichos servicios ni tiene intención de hacerlo hasta que el número de viajeros no vuelva a los niveles previos a la pandemia. Daniel Martínez Turrero, presidente del comité de empresa de ALSA en Asturias, ha denunciado el alargamiento del ERTE y de las cancelaciones de servicios: “se priorizan los trayectos por motivos económicos obviando el carácter de servicio público que ofrecemos”. Algunas de estas anulaciones podrían incluso incumplir las concesiones públicas que la empresa obtiene del Estado para cubrir los trayectos. Para Martínez Turrero ALSA está usando el ERTE para “ahorrar costes y hacer caja, pero también para presionar a la plantilla para admitir lo que les ofrezcan, y para chantajear a la administración y lograr más ayudas”. El presidente del comité de empresa critica que el Consorcio de Transportes Asturias, dependiente del Gobierno autonómico esté haciendo el juego a la compañía, permitiendo recortes en las frecuencias que afectan sobre todo a la población rural. Según este trabajador “se da la paradoja de que puedes venir a Oviedo pero no puedes regresar a tu pueblo. O lo tienes que hacer con combinaciones absurdas yendo hasta Gijón”. El administrador de la página de Facebook “EsCabrales” denunciaba el pasado 17 de julio los problemas para viajar hasta Oviedo desde Cabrales:
“La consulta en el HUCA era a las 12,00 de la mañana. Yendo en el autobús de las 8,30 llegamos de sobra- comentábamos ingenuamente. La información del conductor iba a ponernos los pies en el suelo, a darnos un baño de realidad: Para ir a Oviedo tenéis que esperar una hora en Cangas de Onís o en Arriondas. La hora de espera vino con propina, porque se convirtió en hora y cuarto.
Los billetes de los viajeros en la estación de Cangas hay que sacarlos en la cafetería, en la que te atienden con amabilidad, ciertamente, pero dependiendo de los clientes que haya en ese momento reclamando café u otra consumición.
Mientras tanto una hermosa ventanilla en el hall de la estación con un gran rótulo que indica que allí se despachan billetes para subir a los Lagos de Covadonga, atendida por una chica. Sin duda ese negocio es más rentable que el que les proporcionamos a Alsa los aldeanos. Mientras esperamos salen 4 autobuses en dirección a los Lagos.
Llega el autobús que nos lleva a Arriondas y allí hay que pasar a otro: total tres autobuses.
La llegada a Oviedo, a las 12,15. Llegada con 15 minutos de retraso a la consulta médica.
3 horas y 45 minutos entre Arenas de Cabrales y Oviedo. 100 km”

Y son muchas más las quejas:
“Yo viajo en Alsa y el funcionamiento es pésimo. Taquillas cerradas o una única para billetes de corto y largo recorrido que origina largas colas, máquinas de venta de billetes estropeadas, casi dos horas esperando por un autobús, limpiadoras y guardias de seguridad ayudando a personas que no saben manejar las máquinas expendedoras, empleados desmoralizados, clientes que no saben a qué atenerse, y nadie a quien reclamar” señala una viajera.
“Alsa cada vez discrimina más a los pueblos de Asturias”
Según otra usuaria habitual de la compañía, “lo de ALSA es una vergüenza. Hoy sábado petado y nadie en taquillas. La gente mayor pidiendo ayuda para sacar billete y allí nadie les ayuda”. Ana María Rodríguez señala que “Alsa cada vez discrimina más a los pueblos de Asturias. Muchas personas mayores sin coche apenas se pueden mover. Los horarios y las frecuencias son cada vez peores”. Para Amor Obaya, “no se puede permitir lo que están haciendo, dejando a la gente colgada para ir al trabajo. Fallando las máquinas dispensadoras de billetes y sin nadie a quien acudir”.

Mientras las críticas de los usuarios siguen multiplicándose en las redes, el tema ha llegado ya a la Junta General del principado, donde el grupo parlamentario de Podemos Asturies ha trasladado las denuncias de viajeros y trabajadores. La formación morada también ha pedido conocer las subvenciones públicas recibidas por la compañía de autobuses, que concesión a concesión, y empresa a empresa, ha ido conquistando el 46% del mercado nacional. La petición de más ayudas públicas ha sido una constante de ALSA en estos años. A pesar de ello, la patronal del autobús, hegemonizada por ALSA y Avanza, segunda empresa más importante del sector, ha llegado incluso a criticar públicamente el apoyo del Estado al ferrocarril, en uno de los países, por cierto, con el billete más caro de autobús de toda la UE.
En marzo ALSA comunicaba que la pandemia le costaría una caída en España del 70% en sus ingresos y la semana pasada el grupo volvía a reclamar públicamente ayudas para encajar el impacto del teletrabajo y el recelo a viajar en autobús. En 2019 el grupo ganó 119 millones de euros, un 10% más que en 2018. Desde el comité de empresa consideran que las cuentas de la empresa no justifican los actuales recortes, y temen un cierre para siempre de las taquillas que realizan la venta al público de billetes. La semana que viene volverán a movilizarse.