El estudio demoscópico en torno a la monarquía que hoy publican un consorcio de medios independientes, entre lo que se cuenta Nortes, es una auténtica anormalidad democrática. Se trata de un trabajo serio, bien realizado y de enorme interés, pero han tenido que ser medios de comunicación privados y no el Centro de Investigaciones Sociológicas quienes nos han proporcionado una información importantísima para conocer la salud de nuestra democracia y de sus instituciones, particularmente la Casa Real. A pesar de todos los cambios sociales que se han producido en estos últimos 40 años, de los escándalos de la Corona y de un ambiente mucho más propicio que el de hace unas décadas para valorar la labor de la jefatura de Estado, lo cierto es que aún pervive un cierto tabú en algunos estamentos en lo que se refiere a la monarquía española.

El estudio que hoy se publica arroja datos valiosísimos. El primero, y el más evidente, es la enorme polarización de la sociedad española en torno a la monarquía. No existe un consenso suficiente sobre el modelo de jefatura de Estado en la España del siglo XXI. El asunto no es baladí, porque se trata de una de las pocas cuestiones políticas en las que no existen soluciones de compromiso: o se es republicano o se es monárquico. No existe un punto de encuentro entre ambas posturas y eso nos lleva a otra conclusión: la única solución pasa por recurrir, en un futuro no demasiado lejano, a los mecanismos democráticos más elementales y preguntar a los españoles y las españolas qué modelo de jefatura de Estado prefieren para su país. Cosa distinta es averiguar qué mayoría cualificada sería necesaria para adoptar una decisión tan trascendental, que tiene que servir para sentar las bases de una democracia más sólida y no para generar elementos de tensión y de división entre españoles.

Los republicanos solemos pensar que la república es el sistema natural de un Estado democrático. Y así es. Pero es difícil imaginar una III República Española que no surja de un proceso democrático que refleje la voluntad al menos de una amplia mayoría de los ciudadanos y ciudadanas.

El estudio nos proporciona claves interesantes para entender el estado de opinión de los españoles sobre esta cuestión. Destaca por un lado una correlación muy pronunciada entre republicanismo y edad. Las cohortes más jóvenes muestran actitudes mucho más críticas hacia la Corona y optan claramente por una jefatura de Estado electiva y no hereditaria. En cambio la monarquía gana puntos con la edad. Esta diferencia generacional progresiva marca un camino optimista para el republicanismo en las próximas décadas.

Pero si el republicanismo es inversamente proporcional a la edad, en el caso de las posiciones políticas nos encontramos con una fractura clara, un auténtico cleavage que se traduce en dos partes bien diferenciadas, con una pequeña ventaja de los republicanos. Aquí no hay grandes sorpresas: mientras los partidos de centro-derecha, derecha y extrema derecha son abiertamente monárquicos, la izquierda muestra un apoyo muy claro a la jefatura de Estado republicana, muy particularmente entre los votantes de Unidas Podemos. El caso del PSOE es más complejo: si bien las actitudes republicanas son ligeramente mayoritarias, su electorado está más dividido sobre este asunto que el del resto de formaciones políticas. Probablemente esto sea debido a un electorado muchísimo más envejecido que el de Unidas Podemos y por aquello de lo que tanto presumen los líderes socialistas, que dicen ser “el partido que más se parece a la sociedad española”. Y en este caso efectivamente parece ser así.

Entrando más al detalle, no encontramos grandes sorpresas. Es posible detectar algunas diferencias norte-sur, aunque parecen tener más relación con el debate territorial en comunidades como Cataluña o Euskadi que con un mayor republicanismo septentrional de origen. En cuanto al futuro, incluso entre los sectores más monárquicos existen dudas acerca de la pervivencia de la institución y resulta curioso que una ligera mayoría de españoles considera que Leonor de Borbón no llegará a reinar en nuestro país.
La encuesta nos carga de argumentos a quienes aspiramos a una España republicana. Como mínimo desarma la idea de que el republicanismo es minoritario en nuestro país, un mantra repetido hasta la saciedad por la derecha. Más bien al contrario: parece ser un movimiento mayoritario y en crecimiento. No obstante aún está demasiado vinculado a la izquierda y necesita de un consenso social mucho más amplio del que refleja el estudio. Pero nos proporciona un suelo sólido desde el que comenzar un camino que debería culminar con la República en el medio plazo.
Mientras tanto la encuesta evidencia una realidad que nuestra clase política, salvo honrosas excepciones, lleva ignorando demasiado tiempo. El modelo de jefatura de Estado no es, como pretende la derecha, una bandera ideológica de la izquierda más activista. Es una verdadera preocupación ciudadana que, más tarde o más temprano, habrá que abordar por unos elementales criterios de calidad democrática. Una cosa está clara: hay un elefante en la sala y nadie parece prestarle atención. Y en este caso el elefante es de Botswana.