Con el país al borde de una cuarta ola, suena hasta un poco frívolo que estemos discutiendo de unas fiestas de San Mateo que muy probablemente no vayamos a poder celebrar de ningún modo, o al menos tal y como nos gustaría, apretujados en los conciertos, hablando a voces y dándonos codazos los unos con los otros para conseguir que nos atiendan en la barra de algún bar o chiringuito. Sin embargo OTEA ha querido adelantar a este marzo pandémico un debate que solo está en su cabeza y en la de sus aliados políticos. Eso sí, obsesivamente. La patronal de la hostelería asturiana, a la que a lo largo de esta pandemia no le han dejado de crecer los enanos en forma de nuevas asociaciones de hosteleros, ha visto en la crisis sanitaria una nueva oportunidad para cumplir uno de sus viejos sueños húmedos: hacerse con la gestión de San Mateo.
San Mateo es probablemente una de las fiestas más populares y multitudinarias del norte de España. Diez días en los que Oviedo se echa a la calle y ocupa el casco Antiguo desde el mediodía hasta bien entrada la noche, recibiendo además a miles de visitantes de toda Asturias y de otras comunidades. Una fiesta tan arraigada que ha logrado sobrevivir a años de programación musical francamente mediocre y a los sucesivos intentos por parte del PP de desmontar un modelo festivo que nunca le ha gustado.
Solo alguien no gana con el actual modelo festivo. Se llama OTEA.
Con el actual modelo de San Mateo todo el mundo gana. La ciudad, que celebra año tras año su semana grande con el cartel de localidades agotadas. Las asociaciones, partidos políticos, ONG´s, peñas y clubes deportivos que gestionan los chiringuitos, y que con su trabajo detrás de la barra obtienen fondos para financiar su actividad todo el año. También, claro está, la hostelería del Oviedo Antiguo y de los puestos del Paseo del Bombé, que se benefician durante 10 días de un ambiente festivo que lo inunda todo, con una clientela que alterna con alegría y sin sectarismo, chiringuitos y bares, saltando de unos a otros en una misma jornada festiva.
Solo alguien no gana con el actual modelo festivo. Se llama OTEA, y por alguna extraña razón considera que las fiestas de los ovetenses le pertenecen. Su aspiración es vieja: gestionar San Mateo. Básicamente que los carbayones paguemos la factura de la fiesta y la asociación que preside José Luis Álvarez Almeida se lleve los beneficios, pero sobre todo tenga la capacidad de decidir quién, en qué condiciones y con qué proveedores coloca las casetas en unas fiestas que bien podrían llamarse, de salir adelante estos planes, de “San OTEA”. Adiós a la libertad, a la diversidad y a la pluralidad de la fiestas. Bienvenidos sean el monopolio y la uniformidad con una entidad privada que pasaría a gestionar nuestra semana grande. El proyecto no es nuevo. Ya lo intentó a pequeña escala en el Gastromateo del Bombé hasta que el tripartito frustró sus planes organizando un concurso público y abierto para que los hosteleros no tuvieran que someterse a los dictados de OTEA. Ahora Almeida sube la apuesta y confía en sus amigos del PP para quedarse con todo. A la ciudad le toca elegir: San Mateo o San OTEA. De salir adelante su modelo de casetas uniformes, pensadas para un solo tipo de público, podría no solo estar cargándose unas grandes fiestas, sino además matando la gallina de los huevos de oro. Los ingleses tiene un dicho que dice es “si no está roto, no lo arregles”. San Mateo no está roto. Es una fiesta popular y masiva. Quizá deberían ser los propios hosteleros del Antiguo y aledaños los más interesados en decirle a Almeida que mejor se aleje de algo que lleva más de tres décadas funcionando perféctamente sin él.