Otras preguntas son posibles (sobre ‘lo de Rocío Carrasco’)

¿Podemos imaginar cuál sería el marco moral desde el que se habría exhibido el relato de Rocío Carrasco si no hubiera existido la última ola feminista?

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Marta Cambronero
Marta Cambronero
Periodista. Apasionada por todo lo que pasa en la intersección entre medios, tecnología y comunidades, escribe para varios medios sobre estos y otros temas.

Si hasta hace pocos meses Rocío Carrasco no había hecho mucho más para ser famosa que ser ‘Rociíto’, la eterna y amada hija de Rocío Jurado (que no es poco), hoy ya se puede decir que ha encarnado un acontecimiento mediático posiblemente único hasta la fecha en la historia de nuestra televisión. Hablo, claro está, de la docuserie que TeleCinco ha producido sobre su vida, en la que Rocío relata el calvario que ha sido y es su relación con Antonio David Flores.

Escribo este artículo para proponer un punto de vista que intenta aunar el realismo y el optimismo.

Los contenidos y enfoques que produce TeleCinco en sus programas del corazón tienen pocas virtudes desde un punto de vista de transformación social. Las amenazas, el miedo, las envidias, los fracasos y las desgracias son algunos de los ejes que vertebran programas como Sálvame y sus derivados, en los que participan tertulianos que ganan sus buenos miles de euros por hablar de las vidas ajenas. Sin entrar en un análisis exhaustivo, se han levantado varios tipos de posiciones ante la emisión de la docuserie sobre Rocío Carrasco. Dejemos a un lado las que no salen de la lógica de la confrontación que se azuza desde TeleCinco (no cabe aquí debate posible entre #teamFlores y #teamRocío, ya que está claro que, ante ese marco, estamos con ella).

Las posiciones que como activistas y feministas nos interesan más son las que sitúan el debate en el punto de ver qué nos parece que un creador de contenido como TeleCinco genere beneficio económico con el dolor del maltrato machista, a través del relato de Rocío Carrasco, quien también se ha llevado su buen pico por contar sus vivencias en exclusiva para esta cadena. Otro nudo del mismo conflicto se encuentra en la atención que le está prestando al producto no solo ‘España entera’ (que se diría en jerga folklórica) sino específicamente las feministas como elemento legitimador de la docuserie.

Escribo este artículo para proponer un punto de vista que intenta aunar el realismo y el optimismo. No tanto por seguir apurando el caso de Rocío Carrasco, sino porque, visto por dónde están innovando los formatos televisivos, es posible que se repita un fenómeno como éste. Y mejor si nos pilla entrenadas en hacernos preguntas que creo abren horizonte. Al fin y al cabo, son las preguntas las que nos permiten ir poniendo baldosas en el frente de las batallas. No solo de las que vendrán sino también de las que ya se están dando, e incluso de aquellas de las que ya recogemos algunos frutos, aunque no queramos.

Sabemos que la revolución no será televisada, por lo que sería inocente pensar que TeleCinco se está inclinando por cambiar sus principios cuando introduce contenidos que tocan algún vértice de nuestras luchas. Esto está claro. Ahora bien, ¿podemos imaginar cuál sería el marco moral desde el que se habría exhibido el relato de Rocío Carrasco si no hubiera existido la última ola feminista? Solo hay que escuchar las letras de las canciones de su madre para saber que hay un universo paralelo en el que el marco que muchos habrían preferido dar a las vivencias de Rocío Carrasco es el de “lo pasional”, el de las consecuencias de entregarse al amor. Cosas de la vida. Cosas del corazón.

La distancia entre la forma clásica de presentar un testimonio como el de Rocío Carrasco en este tipo de espacios televisivos y esta otra forma que nos estamos encontrando (en la que Rocío es presentada como víctima de maltrato machista y en la que se está dando pie a que expertas en violencias machistas expliquen para audiencias amplias qué es la “luz de gas”, por ejemplo) puede ser considerada como una conquista inesperada de las luchas por la erradicación de la violencia contra las mujeres. Interesada, de acuerdo (TeleCinco lo único que mira es que suba el share y con él los billetes de los anunciantes, que sí), pero no por ello menos tangible. Según el Ministerio de Igualdad, el teléfono del servicio de atención a víctimas de violencia de género (016) ha recibido un 42% más de llamadas tras la emisión de la docuserie.

Según el Ministerio de Igualdad, el 016 ha recibido un 42% más de llamadas

Hay quien pone el acento en el ejercicio de cooptación que supone precisamente este reencuadre de los contenidos tratados en los programas del corazón. Aquí, de nuevo, propongo contestar con una pregunta que nos devuelva a un frente de batalla apetecible: ¿qué hay exactamente de malo en que las propuestas de los movimientos sociales vayan calando en las estructuras sociales realmente existentes? Nos guste o no, la caterva de Sálvame lleva atrapando la atención de millones de españoles durante años aprovechando con perversa maestría materias primas que en las militancias feministas nos gusta llamar “los afectos” y en las ciencias sociales “lo relacional”, pero que ni mucho menos nos pertenecen solo a nosotras, sino que están permanentemente en juego en toda la sociedad.

Recordemos que en cualquier cambio social aparecen alianzas temporales inesperadas. Y cuanto más profundo el cambio, más extrañas estas alianzas. No significa esto que TeleCinco sea ahora un aliado del feminismo (de hecho, creo que claramente no lo es, no hay más que mirar el resto de su parrilla), pero es posible que estas novedades en sus contenidos sean un reflejo sutil de otros cambios sociales más profundos e interesantes (no olvidemos que los editores saben que deben alinearse con los intereses de sus audiencias si quieren atrapar su atención). Sea como sea, desde aquí invito a valorar si acaso no nos beneficia mantenernos abiertas a recoger los frutos de las luchas y a sembrar nuevos desafíos en todos los frentes posibles.

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