Ayuso contra la libertad

Cuando fijó ‘comunismo o libertad’ como tema de campaña, el error de parte de la izquierda fue asumir ese marco dicotómico y maniqueo, en vez de impugnarlo.

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Juan Ponte
Juan Ponte
Músico y filósofo. Concejal de Cultura y Participación Ciudadana en el Ayuntamiento de Mieres. Forma parte de la Fundación de Investigaciones Marxistas y del Consejo de Redacción de la revista LaU. Es mienbro de la dirección federal de IU y su responsable de formación ideológica de IU.

1- Vivere libero. ¿Libertad para quién?

Existe un mito pergeñado por liberales, conservadores y reaccionarios según el cual las izquierdas políticas habrían renunciado a la libertad en beneficio de la igualdad, entendida esta como homogeneidad, totalitarismo y monotonía. Desde luego, este mito es teórica e historiográficamente falso, o al menos confuso, pero no deja de ser cierto que a veces  (dejémoslo ahí) las izquierdas se han esforzado seriamente por parecerse a su caricatura.

En verdad, los proyectos emancipatorios siempre han aspirado desde su filo crítico a que todo el mundo, quienquiera que sea, pueda ser igualmente libre. De este modo, igualdad y libertad no serían concebidos como términos antitéticos, necesariamente enfrentados, sino como dimensiones que se presuponen recíprocamente de forma incondicional. Todos los individuos políticos han de estar dotados igualmente de libertades, sin excepción ni exclusión: aequa libertas; aequum ius. A este respecto, desde una concepción republicana clásica podríamos evocar las palabras de Cicerón: “no hay nada más dulce que la libertad como el que si no es igual para todos ni siquiera es libertad”.

“Las izquierdas se han esforzado seriamente por parecerse a su caricatura”

La igualdad, por tanto, no implica uniformidad, sino reconocimiento de la mismidad, de lo común, en nuestra diversidad constitutiva. Y puesto que a todos los seres humanos se les supone un mismo valor inherente, entonces estos deberán ser libres para poder desarrollar plenamente sus capacidades. La libertad no se intercambia por igualdad. Bien al contrario, la libertad, así entendida, se cimenta en la hipótesis de la igualdad virtual de las inteligencias, de la potencia de obrar de cualsea.

Congruentemente con lo que precede, la libertad está vinculada inextricablemente a las instituciones sociales que posibilitan que tales medios se materialicen de manera efectiva. Dicho de otro modo: la libertad sólo puede realizarse en aquellas sociedades políticas que garanticen los medios de existencia necesarios para su consecución: un sistema de salud público y universal, vivienda asegurada, un trabajo decente, educación gratuita, acceso a propuestas culturales de calidad, etc.

Así, como reflexiona Bhaskar Sunkara, cuando la libertad de la mayoría social -libertad para desarrollar sus capacidades y decidir sobre sus vidas- está objetivamente bloqueada por la libertad de las “minorías codiciosas” que se benefician de las desigualdades intrínsecas a la sociedad capitalista; cuando, más específicamente, no todo el mundo puede pagarse un dentista, acceder a la universidad, tener un curro que no sea una mierda o poder disfrutar de unas mínimas vacaciones, será preciso formular la siguiente pregunta: ¿libertad para quién?

Si la respuesta es que sólo para unos pocos privilegiados, se hará patente que en dicho orden social la igual libertad de acceso a recursos y posiciones sociales es imposible. Aquí subyace una de las más perversas paradojas del capitalismo neoliberal: se nos conmina a emprender, al tiempo que se impone un cierre social que impide la movilidad o el cumplimiento de las aspiraciones de la mayoría, siendo una minoría la que ostenta recurrentemente las propiedades y posee los medios de producción. Tal forma de sociedad priva al común de los mortales de las libertades de las que goza un reducido número de poderosos, que controlan los espacios sociales, dibujan las formas de vida -alimentándose para ello de los anhelos y deseos de los sojuzgados (¿qué ser humano, por lo demás, no tiene aspiraciones? ¿el debate al respecto no radicará, entonces, en determinar cuál es el contenido de tales aspiraciones?)- y se apropian del tiempo de nuestras aceleradas y dislocadas biografías. En esa relación asimétrica de dominación y subalternidad reside el poder. Y se convendrá que, en términos generales, esto no es libertad.

“La libertad consiste en la liberación de las estructuras de dominación”

Desde la tradición republicana, en la que nos ubicamos, la libertad no será definida meramente por la superación de trabas o impedimentos para la realización de nuestras acciones; “la ausencia de obstáculos al movimiento”, en palabras de Hobbes que muestran la acepción negativa del término. La libertad consiste en la liberación de las estructuras de dominación. No basta con postular, a la manera de Kant, la “libre voluntad” como si ya estuviera dada; “esa famosa libertad humana que todos se jactan de tener”, como apuntara Spinoza. La libertad ha de producir condiciones materiales para que los individuos desplieguen su potencia de obrar, y es así como se produce esta. Lo cual solo es posible desde la comunidad, la circulación transindividual de los afectos, los movimientos y los complejos institucionales; en definitiva, la composición de los cuerpos.

Por eso, nuestra libertad no termina donde empieza la de los demás, sino que se hace y deshace con la de los demás. Es por eso que la pérdida de libertad no se basa tan solo en la interferencia en nuestros movimientos espontáneos, como arguyen interesadamente los liberales naturalizando de ese modo las desigualdades sociales, sino en el sometimiento a poderes arbitrarios. Si la libertad es lacerada por las estructuras de dominación, la libertad pasará por la erradicación de la servidumbre. Este es el verdadero significado, y no otro, de la pertinente pregunta de Lenin: ¿libertad para qué? Hay que determinar positivamente sus contenidos para entender las acciones políticas concretas, y viceversa.

UltraliberalismoMecanismos ideológicosRepublicanismoPrincipios teóricos-prácticos
La libertad ya está dada, se presuponeNaturalizaciónLa libertad se construye socialmenteMaterialismo constructivo
La libertad se basa en que no haya interferencias en nuestras acciones (¿cuáles?)Desideologización
Formalismo
La libertad va más allá; implica combatir la servidumbre y establecer condiciones materiales de igualdadEmancipación política

Universalismo
La libertad se repliega en el individuo, emprendedor de sí mismo, en un contexto competitivo: ¡sálvese quien pueda!Neodarwinismo social:
quien fracasa es porque se lo merece
 
Cierre social de los privilegiados
La libertad se alcanza a través de la acción e inteligencia colectivas, en comunidadComunismo: igualdad de las inteligencias
 
Lo común: nadie es más que nadie

En este sentido, cuando Isabel Díaz Ayuso, reelegida abrumadoramente como presidenta de la Comunidad de Madrid, fijó durante la campaña electoral el lema “comunismo o libertad”, el primer, primario y principal error político demostrado por buena parte de las izquierdas fue asumir este marco discursivo, dicotómico y maniqueo, en vez de impugnarlo. Porque la idea de libertad no es externa o ajena a los planteamientos teóricos de las izquierdas (republicanismo, socialismo, anarquismo, comunismo, etc.) sino que, justo al contrario, han sido tales generaciones políticas las que eminentemente han ido definiendo y evaluando la idea de libertad en función de los contextos histórico- culturales, de las experiencias prácticas, en diversas y anómalas secuencias emancipatorias (durante la Revolución Francesa -entre la autoproclamación de la Asamblea Nacional Constituyente en 1789 y el 18 de Brumario de 1799-, en las Cortes de Cádiz de 1812, durante las Revoluciones de 1848, en la Comuna de París en 1871, con la Revolución de Octubre en 1917 y la ulterior constitución de la URSS, etc.). Solo retrospectivamente, como crítica a tales determinaciones políticas, las derechas han podido instrumentalizar la idea de libertad.

No cabía, por tanto, aceptar esta disyunción exclusiva: o bien comunismo o bien libertad. Como decía Marx, “nadie combate la libertad”; combate, desde una determinada noción de la libertad, otros proyectos políticos opuestos, articulados desde distintos presupuestos ideológicos. No es posible estar a favor o en contra de la libertad. Se está a favor o en contra de determinadas concepciones de la libertad (apriécese ahora la ironía del título de este artículo). Inversamente, mejor hubiera sido evidenciar las contradicciones a las que conduce la “estructura alienante” -empleando una expresión cara a Lacan- de la falaz dicotomía propuesta por el PP madrileño: una vez predefinido uno de los términos como “factor letal”, el comunismo, restaría elegir su opuesto, la libertad. Ahora bien, si estamos abocados de este modo a tomar tal decisión, reparemos un momento: ¿somos libres de elegir ser libres? ¿No queda cancelada así la incondicionalidad de la libertad? ¿Y no tiene que ver todo esto de algún modo, por cierto, con lo que Hegel llamaría la (falsa) libertad del esclavo?

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