El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ha elaborado el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC 2021-30) en el que aspira alcanzar a lo largo de la próxima década una reducción de los Gases de Efecto Invernadero (GEI) del 23%. Para lograr este objetivo, que sigue estando un 27% por debajo de lo que nos demandan la UE y la ONU, necesitaremos llegar a 2030 con una eficiencia energética del 39,5% y un 74% de energía renovable en la generación eléctrica.
Este cambio tecnológico que se debe efectuar en un breve periodo de tiempo supondrá, sin lugar a dudas, alteraciones importantes sobre la naturaleza, algunas seguramente aún por conocer, y la contribución de determinadas tecnologías a la pérdida de biodiversidad puede ser una de ellas. Los parques eólicos y solares tienen un fuerte impacto visual, al ser dispositivos que necesitan ocupar mucho territorio para captar una energía que está dispersa, en contraste con las energías fósiles y nucleares que están concentradas en diversos materiales (carbón, gas, petróleo, uranio) con una alta densidad energética. Conocer esos impactos para evitar los más graves (pérdida de biodiversidad) y amortiguar el resto (afecciones al patrimonio cultural o paisajístico) ha de ser un objetivo a perseguir por las administraciones autonómicas y estatales, por lo que, en el caso de la eólica, es urgente implementar un seguimiento exhaustivo de la mortandad de aves y murciélagos, para conocer qué aerogeneradores son los más mortíferos y qué zonas de las consideradas actualmente idóneas, deberían quedar excluidas de la implantación de estas infraestructuras. Para que este seguimiento sea riguroso es indispensable que sea realizado por equipos científicos independientes de las empresas eléctricas.
Concentración en Somiedo contra un parque eólico. Foto: La Voz del Trubia.
No podemos pasar tampoco por alto la irrupción desmesurada de proyectos de hidrógeno “verde” (electrolisis del agua con energías renovables) propuestos por las compañías del oligopolio eléctrico en las ubicaciones que en el pasado ocupaban sus antiguas centrales térmicas o nucleares, cuando saben perfectamente que, por el momento, no es una opción viable por la ingente cantidad de energía que requiere el desarrollo de esa industria, que solamente estaría justificada si el hidrógeno se produjera con energía sobrante de las renovables e imposible de almacenar. A pesar de ello, esas corporaciones no tienen ningún rubor en pedir subvenciones de los Fondos Next Generation EU para sus proyectos de hidrógeno verde y, lo que es más grave, parecen contar con la connivencia de determinadas administraciones públicas, como el Gobierno asturiano.
Parque eólico en el Alto de La Degollada (Candamo) Foto: Iván G. Fernández
En cuanto al sistema de distribución, hay que tener en cuenta que la red de alta tensión estaba trazada entre las zonas de consumo y las de producción (centrales térmicas de gas y carbón, nucleares) y ahora hemos de reconvertir esa conducción en función de los nuevos lugares de producción, es decir aquellos en los que se instalarán las tecnologías renovables, básicamente donde exista velocidad del viento adecuada y donde haya más horas equivalentes para la producción solar. En este sentido, es importante desarrollar el autoconsumo ya que este no se transporta por la red de alta tensión y tiene menos impacto en el territorio.
“Debemos desarrollar el autoconsumo, que tiene menos impacto sobre el territorio”
En relación con la alarma social que se está produciendo por la excesiva demanda de solicitudes de conexión a la red eléctrica (muchas de ellas relacionadas con los proyectos de hidrógeno antes mencionados), hay que recordar que Red Eléctrica de España, como empresa que gestiona la distribución en alta, solamente tiene la competencia de decir si es posible o no conectarse a un determinado nodo o si dispone de capacidad en su actual red, pero quien decide si cumplen las condiciones para instalarse cada una de las tecnologías son las administraciones publicas. También el intercambio eléctrico con los países vecinos está resultando un tema de denuncia por parte de algunos actores sociales empeñados en verlo como un signo de que ahora compramos electricidad a países que aún siguen produciendo electricidad en térmicas de carbón (Marruecos) porque es más barata; sin embargo, hay que señalar que esos intercambios hoy apenas son significativos, pero en el futuro serán más importantes porque responden a un necesario cambio en la gestión regional ya que cuando la implantación de renovables esté más desarrollada a nivel internacional, habrá momentos en los que una región tenga condiciones meteorológicas desfavorables para la producción (poco viento, poco sol o poca agua), pero otra zona vecina pueda contribuir, también con renovables, al suministro de la electricidad necesaria.
Tejados solares en Vauban, Friburgo, Alemania.
Con respecto al consumo, además de corregir la injusta distribución de las tasas en la factura eléctrica que favorece a las grandes consumidoras (industrias electrointensivas) a expensas de las pequeñas industrias y de las consumidoras domésticas, la nueva factura ha de enmarcarse en una nueva forma de gestión, la gestión de la demanda , que incentive la reducción del consumo, grave el despilfarro, y tome medidas para trasladar el consumo a las horas de mayor producción. Que esta nueva factura de la electricidad (inaugurada el presente mes de Junio), haya generado alarma social y pueda afectar negativamente a los sectores más humildes, aún está por ver, pues aunque algunas de las simulaciones que se hacen predicen aumentos del precio para las consumidoras domésticas, otras pronostican todo lo contrario, depende de las horas a las que cada persona tenga el grueso de su consumo, y de si puede o no trasladarlo a las horas valle (más de 20 millones de hogares tenían contratada la tarifa A.0, de un único tramo, que experimentará, con la nueva factura, una reducción del precio para las horas llana y valle y un aumento en las horas punta). Otra cosa es la deficiente claridad con la que el Gobierno implantó esta factura, que coincidió, además, con otra subida importante del precio de la electricidad en el mercado diario lo cual tiene más que ver con el oligopolio eléctrico que con la nueva factura. No obstante, si el nuevo mecanismo perjudica a la población más vulnerable se debe reformar, lo que no debería discutirse es la conveniencia de adaptar el consumo a las nuevas condiciones que tendrá el sistema eléctrico de las renovables. Es previsible que, en el futuro, cuando exista una alta producción con energía solar, haya que trasladar de nuevo el consumo a las horas del día, haciendo de estas horas las más baratas. Es deseable, también, dar un impulso al autoconsumo, pero siendo conscientes de las limitaciones que este tipo de producción tiene en España, donde la mayoría de la población vivimos en bloques de pisos, y, por tanto, disponemos de mucha menos superficie que en otros países de Europa donde son abundantes las viviendas unifamiliares.
Finalmente, y como conclusión, insistir en que el cambio de tecnología es condición necesaria pero no suficiente para enfrentarnos a la crisis ecológica y social provocada por un sistema económico que continúa, aunque ahora pintándose de verde, con las viejas políticas de crecimiento, a pesar de las evidencias acerca de los límites de los recursos (minerales, forestales, suelo, agua, etc) y de la limitada capacidad del planeta para asimilar los residuos que generamos. Sin un cambio radical del sistema de producción y consumo no lograremos superar las desigualdades, dar solución a la crisis ecológica, ni alcanzar el bienestar para toda la población.